Capítulo 21: La Dama Oscura, Kurai

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Tras algunas horas de sueño, el trío de aventureros compuesto por Hikari, Daisuke y Hope decidió continuar con su misión de encontrar a Takeru en el vasto Bosque del Otoño. Los aventureros se propusieron no tomar otro descanso hasta hallar a su amigo perdido, por lo que cierto pelirrojo quiso poner urgencia a su cometido.

—Hikari, Hope. ¡Dense prisa!— gritó Daisuke entusiasmado, terminando de subir rápidamente el último tramo empinado.

—Dai, no te apresures tanto, ¡No debemos separarnos!— replicó la castaña, mientras se detenía a tomar un poco de aire.

—¡¿Pero qué...?!— Daisuke no pudo terminar la frase por el asombro que sintió al divisar un gran trozo de piedra cristalizado con una persona en su interior.

—¿Qué sucede joven Daisuke?— interrogó Hope, llegando a la cima del camino un poco más pausado, acompañado de Hikari.

—¿Eso es una persona?— chilló Hikari, tomando el brazo de Hope.

El guardián se detuvo y observó a su alrededor con cautela. El rubio tragó saliva, y comentó tratando de mantener la calma —Chicos no se alteren, pero miren con cuidado...

Cuando los chicos observaron detenidamente el paisaje, sintieron una oleada de terror al darse cuenta de que no era sólo una, sino al menos veinte monolitos que se erguían como tumbas cristalinas de los habitantes perdidos del Pueblo del Otoño. Cuando no podían sentir más miedo, sintieron el crujir de una rama, avisándoles que estaban lejos de encontrarse solos en aquel desolador paisaje.





Iori, Miyako y Ken, acompañados de Fire corrieron a toda velocidad, siguiendo la dirección de los gritos de los habitantes del pueblo. A pesar del gran alboroto, los chicos fueron notando como el ambiente se volvía cada vez más silencioso. Una sensación de miedo, mezclado con incertidumbre alertó a uno de los viajeros, quién gracias a su intuición salvó a sus amigos de un desenlace desfavorable.

—Chicos, ¡Alto!— señaló Iori — ¿No les parece raro que cada vez haya menos gritos?

—Iori tiene razón— secundó Ken — Debería ser al revés... Creo que sería bueno indagar con cuidado— dijo con tono calmado.

—Es un buen plan— opinó Fire— Iré a echar un vistazo. Espérenme aquí, por favor.

Los chicos obedecieron y se resguardaron en una pequeña casa abandonada, mientras que el guardián del fuego se encaminaba por un sendero bastante solitario en dirección a la plaza del pueblo. A medida que los minutos transcurrían, comenzaron a sentir como el ambiente se tensaba poco a poco. La preocupación aumentó cuando un silencio sepulcral reemplazó los hasta ahora desesperados gritos. Al no tener noticias de Fire, los chicos decidieron ir a averiguar por su cuenta.

Los jóvenes continuaron por el mismo sendero que había tomado Fire, avanzando cuidadosamente hacia la plaza, escondiéndose cuando creían haber escuchado algún movimiento que no fuera parte de su caminata.

Al llegar a la plaza de la pequeña ciudad, divisaron como una silueta parecía tener el control sobre Fire, manteniéndole en el aire con una de las serpientes que llevaba como cabello. El joven trataba de zafarse, pero al perder el control de su cuerpo, la miró a los ojos, empezando a formar cristales de color granate alrededor de su cuerpo.

—¡Fire!— Gritaron los jóvenes. Ante la mención de su nombre, el pelirrojo observó a los viajeros intentando darles una desesperada advertencia.

—¡Eviten mirarla a los ojos!— fueron las últimas palabras del guardián del fuego antes de quedar sepultado totalmente por la prisión de piedra.

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