Capítulo15: El despertar del Valor

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En medio de un cuarto penumbroso, donde lo único que se podía observar era niebla y oscuridad, se erguía la figura de un anciano quién miraba con sus profundos ojos rojos el cristal de un espejo de aspecto gótico ubicado frente a él. El Gran Sabio vigilaba expectante las acciones del grupo de amigos, eligiendo con cuidado sus próximos movimientos. Con la información obtenida acerca de las piedras del alma, su misión se enfocaría en evitar el despertar de éstas, manteniendo la estabilidad de Hansha en las manos de un único pilar, la princesa Marama. Por otro lado, la princesa de la luz seguía encerrada en la habitación abovedada, mermando parte de sus esperanzas por volver a su ansiado reino y a los brazos de su amado Hope.

—Niños tontos, ¡sus esfuerzos son inútiles!— elevaba la voz como si fuera a dirigirse a muchos espectadores, a pesar de que se encontraba solo en aquella oscura habitación — ¡La esperanza es débil, la luz de Hansha se está apagando, y los elegidos del otro mundo son muy inexpertos para derrotar a esta densa oscuridad!

—Señor— interrumpió una voz —Quizás debería tomar las cosas con calma. Si logran despertar a las piedras del alma, Hansha se mantendrá vivo por sí solo, aunque mantengamos a la princesa bajo nuestro poder

— ¡Calla!, ¡He esperado este momento por miles de años!— Exclamó con disgusto el anciano —La oscuridad no solo invadirá Hansha, sino que también al mundo místico, ¡Por fin este viejo mago tendrá el poder que merece!

—Pero aún pueden hacer algo, ¿no es así?— preguntó con curiosidad la mujer.

—Pensándolo bien, tienes algo de razón— respondió el Gran Sabio, con un tono dubitativo —Debo asegurarme de que fallen en su misión y sé que debo hacer para lograrlo. Aun así, necesitaré de tu ayuda para ello.

El anciano chistó los dedos y apareció un cristal negro. El objeto carecía de brillo, pero irradiaba una neblina color púrpura. La piedra flotó desde las manos del hombre cayendo en las manos de su acompañante.

—Ten esta piedra y elige a alguno de los humanos que trajiste al castillo. Cuando esté listo envíalo a la Montaña Resplandeciente— explicó el Gran Sabio, agregando —Si tienes suerte ese esbirro logrará realizar con éxito la misión en la que fallaste, Kurai.

La mujer se mordió el labio inferior, tratando de ignorar la provocación del anciano. Si bien era bastante poderosa por su cuenta, el Gran Sabio conocía a la perfección los límites de su poder, con lo que mantenía su fidelidad a raya.

—Está bien. Lo que ordene señor— Kurai hizo una reverencia al anciano y tras dar media vuelta comenzó su camino hacia uno de los salones en los que dormían los jóvenes traídos desde el mundo real.

Kurai, la encargada del área oscura de Hansha, caminó por varios corredores del castillo hasta llegar a un calabozo desprovisto totalmente de luz. En las paredes del lugar había una cantidad inimaginable de espejos; algunos de los cristales tenían sus superficies magulladas, otros simplemente carecían de reflejo. Una menor parte de ellos, ante la falta de luz, sólo reflejaban sombras que contribuían a dar una atmósfera más tétrica al lugar.

Analizando la cantidad de adolescentes que tenía frente a ella, Kurai centró su atención en una joven pelirroja de cabello corto. La chica dormía con el ceño fruncido, como si estuviera teniendo horrorosas pesadillas. La mujer se agachó junto a ella y empujó la piedra negra con un soplido. La roca se incrustó en el pecho de la joven, haciendo que emitiera un gemido de desagrado. Cuando la piedra se perdió de vista la joven despertó, poniéndose de pie mientras una expresión neutral acompañaba su rostro.

—Levántate, y sirve a tu nuevo dueño— conjuró la Mujer oscura.

Tras decir esas palabras, un halo de luz violeta y negra envolvió a la chica, convirtiéndola en un ser de aspecto maléfico. Su corto cabello había sido reemplazado por largos rizos de cabello anaranjado, que culminaba en puntas de una tonalidad más oscura. Los hermosos ojos color esmeralda fueron despojados de toda su inocencia, adquiriendo una apariencia de desagrado, perdiendo el brillo natural de la adolescente. Su cuerpo, ahora similar al de una persona adulta, fue arropado con extravagantes listones negros, decorado con una capa de apariencia semitransparente.

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