Capítulo 10: Confusión.

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El ruido armonioso de las animadas voces de sus amigos fue insuficiente para sacar a Takeru de su feliz trance. Al fin habían encontrado a Hikari y con ella, había regresado la sonrisa tranquila del joven portador de la esperanza. La chica descansaba de pie, aun aferrada a su pecho, inhalando y exhalando el aire de manera relajada, muy por el contrario de los latidos furiosos del corazón de Takeru, que se rehusaban a disminuir de velocidad. El joven rubio se encontraba en un pequeño trance, mientras observaba cariñosamente el dormir de su amada.

— ¡Por fin te cambia la cara, hombre! ¡Me tenías preocupado! — Daisuke, quién se había acercado a los jóvenes irrumpía entre los pensamientos de Takeru, haciendo que éste se sobresaltara. Viendo el rostro colorado de su amigo, el pelirrojo lo enfrentó con una mirada divertida—Vaya, sí que te pegó fuerte el amor, ¿eh?

—Dai... ¡Daisuke! No digas eso, te pueden escuchar— respondía el rubio, tratando de ignorar la calidez de sus mejillas

— ¿Escuchar qué? —Interrumpió Miyako, tratando de adivinar la conversación de ambos amigos.

—Nada que te incumba— respondió Daisuke, sacándole la lengua.

—Si se trata de mi pareja favorita, lamento informar que me importa, y mucho— refutó la chica en tono desafiante a Daisuke. Takeru no había vuelto a intervenir, asimilándose cada vez más a un tomate.

—Ustedes dos siguen pareciendo ser niños de once años... ¿Pueden comportarse como los adolescentes de catorce que son? — Iori avanzó hacia el grupo en compañía de Ken. Ambos chicos se habían acercado a sus amigos, viendo que se estaban reuniendo alrededor de Hikari y Takeru.

—Amigo, te veo algo complicado— Ken comentó a Takeru en voz baja, quién asintió con la cabeza para después posar sus ojos en Hikari, quién seguía durmiendo en sus brazos.

—Creo que antes de saber cómo llegó aquí, debe descansar. No tengo problema en sostenerla, pero dudo que logre descansar bien en esta posición respondió con voz armoniosa su amigo rubio.

Ken asintió y fue a hablar con los guardianes para conseguir un lugar para descansar, mientras Daisuke y Miyako seguían recibiendo un sermón por parte de Iori. Unos instantes después, el príncipe recién presentado como Taiyō se acercó a los muchachos.

—Es de esperar que la señorita Hikari esté cansada. El estar en el área oscura y luego en el bosque donde la encontramos debe haber consumido una gran cantidad de su energía. Les mostraremos donde puede descansar, sin embargo, necesito que nos reunamos para discutir algunos eventos de los cuales deben estar informados— Los jóvenes asintieron y siguieron al príncipe por uno de los corredores del palacio.



La arquitectura del palacio parecía ser bastante sencilla. A pesar de ser imponente en cuanto a la extensión de sus habitaciones, no existía mayor decoración más que brillantes cristales incrustados por todas partes, los distintos tragaluces que hacían que la luz entrara a la edificación y los innumerables espejos que hacían rebotar los rayos de luz, dando una calidez inimaginable para un espacio tan grande.

Takeru llevaba a Hikari en brazos, tratando de ser lo más cuidadoso posible y con esto evitar que la chica despertara en el trayecto. Miyako caminaba junto a Iori y Daisuke a un lado de Ken, manteniendo una tregua silenciosa mientras se perdían observando los delgados rayos de luz que se colaban entre los cristales, proyectando pequeños puntos multicolores en las paredes del palacio.

Tras unos minutos de trayecto, el joven castaño que los lideraba se detuvo frente a una gruesa puerta de madera y la empujó, permitiendo ver un dormitorio con ocho camas iguales. Cada una de las camas estaba cubierta por una delgada manta blanca, acompañada de una suave almohada. Cada cama era acompañada de una pequeña mesa con un cristal que a su vez hacía de lámpara.

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