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—Pero que osadía

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—Pero que osadía. ¿Cómo te atreves niño? Ella es mía — el fuego en mis venas aumento debido a eso. No, ella no era suya y mucho menos tras tantos maltratos, no podía permitirse decir que era de alguien cuando ese ser era todo menos hombre, era todo menos humano.

—Por favor no se meta en esto, no quiero causarle problemas— fue tu dulce alarido el que me hizo soltarle la mano y aventarlo ligeramente lejos. Cargaste todas tus compras con dificultad negándote a que me dejes ayudarte, me dedicaste una mirada de pura gratitud y empezaste a caminar hasta ponerte al lado de ese estupido—Gracias por ayudarme— y diste media vuelta para empezar a caminar. No me dio rabia que ese demonio sonriera triunfante, me dio rabia cómo a pesar de ver cómo estabas caminando con dificultad en ningún momento se digno a ayudarte. Maldita sea, incluso aunque veía como tu luz se iba apagando no podía llamarte para impedirlo, era un vórtice oscuro que estaba dispuesto a doblar tu voluntad

Un día te vi caminando hacia el matadero sin miedo alguno. Te vi siendo valiente

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