Capítulo 1

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Con el conocimiento de su verdadera identidad y autorización de ir y quedarse en su querido hogar hasta que supiera lo siguiente por hacer con su vida, Candy, a lado de sus madres, llevaba poco tiempo.

Éste lo invirtió en enseñar, en curar y en estar al tanto de pequeños y grandes. Hasta que un día, luego de pasado un chapuzón, una muy grata visita la rubia recibió.

Se trataba del Doctor Martin, quien increíblemente de aquella choza—Clínica Feliz hubo sido expulsado.

— ¡¿Por qué?! — fue la pregunta azorada de la linda rubia enfermera.

— Porque según ellos han vendido el lugar.

— ¡¿Ellos?! ¡¿Y quiénes son ellos?! — ella quiso saber.

— Los dueños, por supuesto. El gobierno, para decirlo todo.

— ¡Pero...!

— Candy —, nombró la hermana María detrás de aquella que oía: — ¿por qué no invitas al doctor a la casa?

... y es que donde estaba parado había un enorme charco de lodosa agua.

— ¿Ah? Oh, sí. Disculpe mi descortesía, Doctor Martin.

— No te preocupes, Candy. De hecho, sólo estoy de paso. Seguiré hacia el oeste. Allá intentaré instalar un consultorio médico.

— Pero... ¿solo?

Interior y exteriormente, a la joven le dolía la partida del que también se convirtiera un buen amigo.

— No me queda de otra. Pero, ya una vez esté por aquellos lugares, me comunicaré contigo. Quizá corra con suerte y vengas a trabajar a mi lado.

— No... estaría mal. Y de hecho...

Los ojos verdes de la rubia se posaron en la figura de una que representaba al amor maternal, y que le observaría:

— Hija, a nosotros nos encanta tenerte en casa. Pero, tanto la señorita Pony como yo, estamos conscientes de que aquí no puedes quedarte. Sin embargo...

— Estoy segura que no me pasará nada, hermana María

— No se trata de eso, querida, sino... —, ¿el hecho de volver a escapar de su realidad? — además, ¿no piensas consultarlo con el señor William?

— ¿Albert? — se indagó con intriga. — ¿Acaso cree que no me lo permitiría?

Uno a uno, los ojos de la pecosa miraron a sus interlocutores. Consiguientemente, se enfocó en quien decía:

— Digamos que pudiera tener otros planes para ti.

— No. Albert sería incapaz de imponerme algo en contra de mi voluntad

— Entonces, con mayor razón para que lo consultes con él y sepa de tus planes. No puedes irte sin anunciárselo antes.

— Eso significaría volver a Chicago

— ¿Y qué tiene la ciudad para que evites visitarla?

— No... nada.

— Siendo así, entre más lo hagas, menos tiempo le quitarás al Doctor Martin.

— Que insisto... —, él tomaba la palabra, — primero voy allá y después me comunico contigo.

— Está bien — contestó una sonriente Candy debido a un repentino deseo que le brotara.

— Bueno, entonces... —, una mano se extendió hacia la rubia, — no nos despedimos.

— Sólo decimos hasta luego. Buen viaje, Doctor Martin

FRENTE A FRENTE UNA VEZ MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora