Capítulo 6 parte B

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— ¿No tuviste otro lugar dónde citarme?

El que ya llevaba cierto tiempo aguardando por él decía:

— ¿Qué de malo tiene éste?

— No, quizá nada, pero...

— ¿No vas a decirme que te preocupa lo que digan los demás si te ven aquí, cierto?

— Por supuesto que no — respondió Albert moviendo la silla para sentarse frente a Terry quien lo miraba atenta y burlonamente, lo que conjugó con:

— En mis más locos desvaríos te hubiera imaginado el padre de Candy

— Para todos fue la misma sorpresa. ¿Tú cómo lo supiste?

— Hasta eso, es reciente el dato compartido y proviene de una muy buena fuente. ¿Quieres tomar algo? — el actor ofreció; y antes de llamar al barman se contestaba:

— No, así estoy bien. Y tú...

— No te preocupes, ya no padezco ciertos problemas que necesiten ser resueltos con un balde de agua fría.

— Aquello fue necesario — dijo uno; y el otro...

— Por supuesto —, respondió permaneciendo los dos con sus miradas fijas hasta que se decía:

— Me da gusto oírlo, inclusive el verte.

— Sí, a mí también —, y una mano ahora sí amiga se extendió, y otra la aceptó diciendo el dueño de la segunda:

— Te ves bien.

— Para serte honesto, Albert, es sólo por fuera.

— ¿Es decir...?

— ¿Es necesario?

— Es mejor hablar claro.

— Siendo así... sábete que estoy aquí por Candy.

— Bien — dijo el rubio, — pero sábete ahora tú que ella no está aquí.

— Sí, lo sé, sino en Wisconsin

— Así es.

— Comprometida también.

— Con un buen hombre

— Me alegra

— ¿Lo dices en serio?

— Aunque no... debo aceptar que ha sido el camino que eligió. Es la forma en que ha elegido para vivir como tú un día me lo comentaste.

— No fue fácil, y estoy seguro que contigo tampoco.

Terry negó con la cabeza; y de su boca:

— Susana ha muerto, por eso decidí venir a buscarla. Sin embargo, creo que he llegado tarde.

— Está enamorada, Terry. Luchó bastante para sobrellevarte.

— Entiendo.

— Terry — Albert lo llamó, — lo siento.

— Está bien. ¿Qué más podía esperar? ¿que ella aguardara por mí eternamente?

— Ella sigue creyendo que estás unido a otra.

— Lo estuve, sí, y no sabes lo mucho que agradezco que ya no.

— Terry...

— No te preocupes, Albert. Este paso que he dado era necesario para yo poder seguir viviendo y no aferrado a algo que yo creí podía ser y nunca fue.

— Tú también encontrarás una buena mujer

— Lo hice en un ayer, pero por inexperto... bueno, es todo lo que quise saber. Asegurarme de lo que se me dijo y... haberlo escuchado de ti...

— Estarás bien

— Claro que sí.

. . .

Sorprendido de la entereza de su amigo que se despidió de él inclusive sonriente, Albert, en su asiento, lo vio partir, ignorando que afuera...

Veinte pasos había avanzado y con el veintiuno, Terry se detuvo.

Éste no negaba que lo enterado y lo confirmado, había sido un puñal que le estaba atravesando lentamente el corazón.

Sin embargo, de una cosa estaba seguro, la pecosa merecía ser feliz con o sin él.

Y precisamente él debía hacer lo mismo. ¿Acaso no era una promesa?

Entonces, no quedaba de otra más que cumplirla. Sí, eso trataría de hacer. Con Susana muerta, Candy comprometida y él libre...

— ¿Señor Granchester? — se dijo a un lado de su persona.

Debido al momento crucial—tormentoso que Terry pasaba, se hubo olvidado de todo y...

Al girar la cabeza, consiguientemente de haber escuchado su nombre, un flashazo deslumbró sus ojos, percatándose sus oídos de varias voces que lo bombardeaban con sus cuestiones.

Chicago era pocamente visitado por personajes de su talle y la única oportunidad de hacerlo era porque:

— ¿Presentará obra en la ciudad?

— ¿Cuándo estrenará en Nueva york?

— ¿Cuál es su relación con el señor Andrew?

— ¿Desde cuándo se conocen?

— ¿Acaso colaborará a lado de su hija en la construcción de los hospitales infantiles?

— ¿Asistirá a la fiesta de caridad que dará la Fundación Lenard para el recabo de donaciones?

— Señores, por favor, dejen en paz al señor Granchester.

... con quien se presentarían luego de haberse dado paso:

— Teniente Paul Darlington.

— Mucho gusto.

— El gusto es más nuestro.

— Se lo agradezco

— No, no lo haga, porque es en verdad tenerlo en la ciudad

— Una que pronto dejaré. Así que, si me lo permiten...

— Señor Granchester – lo llamaron, habiendo Terry emprendido sus pasos, los cuales serían interrumpidos para pedir: — concédame unos minutos de su tiempo.

— Lo siento, yo...

— Considere que mi petición no es personal, sino colectiva

— ¿Disculpe?

— Soy representante de gente que necesita ayuda.

— ¿Ah sí? Qué bien — dijo él no queriendo prestar atención; sin embargo, llevándolo a su costado...

— Sólo necesitamos de su presencia para esta noche. Aunque... ya si después quiere colaborar de otra manera... piense que es...

— Sí, sí. Ya me lo dijo: para gente que necesita ayuda

— Niños principalmente

— Niños — Terry repitió recordando a la enfermera Flammy.

— Sin hogar, sin padres.

— Sin padres — como ella... como él. Entonces: — ¿qué desean?

— Hoy hacerse presente en el salón de eventos más importante de Chicago. Mañana, quiero mostrarle lo que ya se ha hecho con nuestra buena causa, pero queremos hacer más.

— Está bien.

— Y si no es mucho abusar... que se presente en Wisconsin

— ¿Dónde?

— Wisconsin. Allá está nuestro fundador y compañía, y tienen también un evento programado para la recaudación. Su asistencia sería mucho más llamativa y...

FRENTE A FRENTE UNA VEZ MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora