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«Puse mi corazón dentro tuyo»


Incontables citas siguieron a esa, a veces en conjunto con los amigos de Izuku, a veces ellos dos en solitario, mayormente era la segunda opción la que predominaba.

Izuku se sentía en las nubes, pasar tiempo con aquel malhumorado cenizo le era, en cierto sentido, refrescante. Había olvidado lo que era tener citas, salir y divertirse con alguien que no fuesen sus amigos, cosa que, si bien no le molestaba, porque a sus amigos los adora con el alma, no sentía aquel nerviosismo que sentía con el cenizo, le era raro, ese tipo de atenciones hacia su persona le generaban sentimientos que quería mantener a raya, no queriendo ilusionarse más de lo que debería.

—Hijo, ¿Ocurre algo? — Inko observaba con cierta preocupación a Izuku, quien no paraba de verse en el espejo de cuerpo completo peinando su cabello, que de por sí, ya estaba bien peinado.

—Todo está bien, solo estoy tratando de acomodar mi cabello— Dicho eso, definió con los dedos por cuarta vez un rizo que caía en su frente.

Inko rodo los ojos y se acerco a su hijo para quitar aquel dichoso rizo.

—Tu cabello esta perfecto, al igual que tu ropa hijo, ¿Por qué tan nervioso? — cuestiono alzando una ceja al verlo acomodarse uno de sus chalecos de lana favoritos, ese que tiene bordado un pequeño bosque en la parte inferior, por tercera vez.

—Yo... Voy a salir con Katsuki, ¿Sabes?, ¿El chico del que te e hablado últimamente? — Izuku observaba que sus fieles zapatos rojos estuviesen pulcros, antes de ir a su mesa de noche para verificar que su teléfono tuviera suficiente batería, no quería que se le apagara si llegaba a ocurrir algún tipo de emergencia.

—No te pones así de nervioso cuando sales con amigos, cariño. — Una risa parecida a un burbujeo broto de los labios de la mujer, definitivamente su hijo y ese tal Bakugou- ya que así le dijo Izuku que se llamaba -se traían algo entre manos, lo cual, realmente, no le molestaba, al contrario, le hacia ilusión ver a su hijo tan nervioso por tener una cita, le recordaba a su juventud, cuando salía con su difunto esposo en sus épocas de estudiante.

¡Mamá! — Exclamo con cierta vergüenza antes de suspirar rendido. — No es lo que todo el mundo piensa, — Recalco. — Él se ve como toda una persona fuera de mi alcance, es alto, lindo, con un humor bastante peculiar, y así como es un completo imbécil la mayoría del tiempo, también es alguien amable, ¿Y yo?, ¿Soy siquiera lo suficientemente impresionante como para estar con alguien así?

Observo su reflejo en el espejo con pocos ánimos, realmente esas citas con Bakugou eran un chapuzón de agua fresca, le hacían bien, lo hacían feliz, pero no sabía si el cenizo se sentía de igual forma con él, incluso podría tratarse de una apuesta o quizás una broma de mal gusto.

—Bakugou no es Shigaraki, — Soltó la mujer de sopetón.

Oh Tomura Shigaraki, aquel joven que hizo de la primera relación de Izuku de todo menos feliz, fue su primer amor, y su primer error, su primer príncipe y su primer demonio, todo en un mismo ser.

—Nadie puede superar lo que Tomura me hizo, de eso puedes estar segura. — Izuku soltó una risita baja, cargada de muchos recuerdos que se esfuerza por olvidar, promesas vacías y caricias filosas, sentimientos encontrados entre el odio y el arrepentimiento. Frotando su hombro derecho por encima de la ropa, Izuku aun podía notar ligeramente el pequeño bulto de aquella cicatriz que lo acompañaría hasta el día de su muerte.

—No todo es malo cariño, quizás ese tal Bakugou sea todo lo contrario a él— acariciando el hombro de su hijo, busco confortarlo para que sus ánimos no decayeran más. — Ve el lado positivo, se nota que esta interesado en ti, nadie sale tanto con un chico a quien acaba de conocer si no está interesado.

—Puede que tengas razón. — Izuku desvió la vista del espejo para ver a su madre a los ojos, aunque fuera unos centímetros mas baja que él, siempre lograba verse gigante en comparación de otras personas, porque, para Izuku, su madre lo era todo y más. — Pero aun así…

No pudo terminar, como siempre, ya que cada vez que estaba por contar como se sentía realmente ocurría algo que le interrumpía y debía dejar el tema para después, en el mejor de los casos lloraba, en el peor de los casos solía olvidarlo.

—Creo que ya llego tu cita. — Inko sonrió escuchando como en el piso de abajo tocaban con insistencia el timbre de la residencia. — Apresúrate cariño, no querrás hacerlo esperar.

Izuku asintió, y segundos después tomo su teléfono para bajar con algo de velocidad las escaleras, su madre iba justo detrás de él, no queriendo perderse la oportunidad de por fin conocer al chico que tenía a su pequeño hijo en las nubes.

Al ver hacia la entrada, no pudo hacer mas que quedarse estática en su sitio analizando a aquel que tomaba a su hijo por el meñique de la mano izquierda mientras le susurraba algo al oído, por lo visto era algo sobre la apariencia de su hijo, pues, el peliverde termino señalando el bordado de su chaleco mientras sonreía, un pequeño sonrojo adornando aquellas pecosas mejillas.

—Disculpen si interrumpo, pero me parece una falta de educación que mi niño no nos haya presentado. — la madre dio unos pasos al frente, haciendo que la tierna parejita se separara, haciendo que el joven cenizo hiciera una corta reverencia a su persona. — Inko Midoriya, un gusto.

La peliverde observo al joven erguirse, era unos cuantos centímetros mas alto que su hijo, de piel blanca casi pálida, que iba acorde a su cabello rubio cenizo de picos despeinados, su porte atlético combinaba con sus ropas de motociclista, y el piercing en su labio inferior le causo intriga, sin embargo, cuando aquellas facciones masculinas y definidas se relajaron un poco, Inko se tomo la molestia de observar sus ojos carmesí, tan rojos y brillantes como las rosas y la sangre, una mirada penetrante y peligrosa, como la daga que perfora la carne o la espina que hiere sin querer.

Por un momento recordó a Tomura, y aquellos ojos rojos que observaban a su hijo con desprecio, pero estos eran diferentes, quizás fueran ideas suyas, pero aquel chico le generaba cierta inquietud.

—Katsuki Bakugou. — Aquella voz penetrante la saco de su ensimismamiento, y por un momento se sintió aturdida, algo en ese tono de voz no le gusto para nada. — El gusto es mío señora Midoriya. — Sonrió, pero aquella sonrisa no le llego a los ojos.

—No lleguen tarde, y diviértanse— la mujer apretó el hombro de su hijo, y sonrió de vuelta al rubio. — Cuídalo mucho joven Bakugou.

—Puede llamarme Katsuki, y no se preocupe señora. — Dando una rápida mirada a Izuku el cenizo paseo su lengua juguetonamente por el piercing. — Su hijo se encuentra en buenas manos.

Izuku se sonrojo, aquel tipo de situaciones siempre lograba ponerlo más nervioso de lo que se encontraba realmente, así que para hacer la situación menos incomoda para si mismo, beso rapidamente la mejilla de su madre y tomo la mano de Katsuki, guiándolo fuera de la residencia.

—No vemos mas tarde mamá. — Exclamo rapidamente.

Inko no hizo más que sacudir la mano a modo de despedida, observando a su hijo ponerse el casco que le era ofrecido mientras se montaba en la motocicleta del rubio. En menos de un parpadeo los vio irse, y un extraño peso en su pecho le robo el aliento.

¿Oh mi linda Inko, porque no le advirtió a su hijo?


«¿O que podía hacer?»




















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Les está gustando la historia?
Porque a mí me está gustando escribirla jsjsj

Perdonen los errores ortografícos, y nos vemos en el siguiente cap.

¡Los quiero!

Teddy BearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora