epiphany

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La música que sonaba en sus oídos fue traspasada por gritos feroces

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La música que sonaba en sus oídos fue traspasada por gritos feroces. Ese tipo de grito que se emanan desde el pecho, que dejan sin aliento al que lo emite. Era él mismo el que gritaba, Harry sintió el ardor en su pecho, mientras veía el cielo caer y llegar al piso en forma de gotas.

El tren pasó, frente a sus ojos, y gritó una vez más. Fue en ese momento que se dio cuenta de lo que gritaba: Louis.

Mientras más se alejaba el tren, Harry gritaba cada vez más fuerte. Todavía no entendía como lo hacía de esa forma. Louis. Louis. Louis. Su corazón relinchaba como un caballo sin freno, sin destino.

¿Por qué? ¿Por qué marcharse era la opción correcta, la menos vil? ¿Por qué a Louis le parecía tan sencillo irse y llevarse su alma consigo? ¿Por qué él permitía dejarlo sin siquiera mirar atrás? ¿Por qué Louis había jurado que nunca se marcharía sin decir adiós pero le había confabulado una falacia frente a sus ojos?

La lluvia mojaba sus rulos, mientras él corría para alcanzar ese tren, que iba perdiendo su visión más y más en el horizonte.

Ya nada alcanzaba, ni los gritos, ni las preguntas en su cabeza, ni correr atrás de ese maldito tren.

Lo había perdido, por completo. Louis se había marchado.


Es solo un sueño, es SOLO un sueño, se dijo Harry en su cabeza apenas se levantó. El sudor recorría su frente, y a sus ojos se les dificultaba acostumbrarse a la oscuridad.

Era ya la cuarta vez que tenía el mismo sueño. El nauseabundo amargor apareció en su boca, como cada vez que se levantaba luego de la recurrente pesadilla. Divisó el reloj. 2:00 AM. Genial, pensó. La última vez que le había pasado, por lo menos había podido llamar a Louis, corroborar que en serio no se había ido, saber que todavía seguía ahí, con Harry, con su Harry.

Decidió ir a caminar un rato y agarró su celular, sus auriculares y sus llaves. Tomó su abrigo, el norte de Inglaterra podía ser frío a esa altura de la madrugada. Era lo único que lograba calmarlo luego de esos episodios.

La noche estrellada se alzaba frente a él, y a cada paso lo hundía en su oscuridad. Ningún alma cuerda transitaba por las calles. Era la noche y Harry, solos ellos dos.

Larry Lovestein & The Velvet Revival comenzó a sonar en sus audífonos. La canción lo hacía sentirse borracho, como si sus versos pudieran embriagarlo de inmediato.

Ese sueño. Tal vez ya no era un sueño. Tal vez ya se estaba haciendo realidad. Harry acababa de tener una epifanía. Tal vez Harry en serio estaba dejando que Louis se marchase. Había estado tan ausente todo este tiempo, tan frío hacía él. Se había alejado sin explicación alguna, algo de lo que Louis jamás había sido merecedor.

Tonto, gran tonto, se dijo así mismo. Lo estás dejando ir.

Esa realización cayó como plomo en su pecho. Estos dos meses habían sido un infierno sin él. Sin mostrarle los bellos paisajes que había visto, sin poder hacer esos chistes que solo ellos entendían. Sin poder ver esa sonrisa hipnótica. Sin ver esos dos zafiros a su lado. Harry no estaba cuidando esos momentos, los estaba haciendo cada vez más imposibles, porque Louis se hartaría de él, como siempre supo que sucederia, como siempre lo sospechó.

I know we're still so young, the idea seems crazy. Your love makes every day of mine worth it, sometimes I wonder if I even deserve it.  Sonaba en sus oídos como una canción de cuna.

Cerró los ojos. Cuando los abrió miró directo al cielo. Ahí estaban, la luna y él, mirándose frente a frente.

Había una razón por la cual Harry no respondía esos llamados, o mensajes. Una razón tan absurda, pero válida, o al menos eso es lo que creía él. Escuchar su voz, y no poder depositar un beso sobre esa boca, escuchar su voz y no poder magnetizarse con ese espeso acento, lo volvía realmente loco. Harry lo extrañaba con una fuerza inimaginable, temía romperlo en un abrazo cuando lo viese luego de tanto tiempo.

Se sentó en un banco, debajo de un árbol. Le hacía recordar al sauce que tanto adoraban con Louis, que ayudaba a apabullar el calor del Verano inglés. Últimamente, todo lo hacía recordar a él.

Tomó su celular, y abrió su chat. Rebusco entre los mensajes hasta que lo halló. Un mensaje de voz que Louis había enviado unos días después de irse. Le dio al botón de play.

"Mm, bueno. Es el día número diez sin que estés en casa. Es todo tan absurdo aquí sin ti. Quería contarte que, bueno, es realmente vergonzoso, pero quiero que lo sepas, entonces aquí va: esta madrugada soñé con nosotros. Yo tenía el poder de cambiar el color del cielo, y lo cambié a tu color favorito: morado. Te reías y mostrabas tus dos preciosos hoyuelos. Cuando desperté, llegué a la simple conclusión de que, si bien no puedo cambiar el color del cielo, haría todo por escuchar mi canción favorita en la tierra, tu risa. Te extraño Harry, todo Bournemouth te extraña, solo ha habido días de lluvia, porque se fue el verdadero Sol, tú. Simplemente eso. Adiós mi amor"

Harry respiró profundo. Cerrando los ojos, recordó la primera vez que lo escuchó. En su corazón floreció la flor más bella que sus ojos habían contemplado. Ahora, todo se sentía marchito.

Las lágrimas empaparon la pantalla brillante de su celular, ¿por qué todo tiene que ser tan difícil?, pensaba Harry mientras daba click una vez más al mensaje. Debía volver a casa, comenzó a caminar. Junto a la voz de Louis, dio el primer paso. Siempre le daba la fuerza necesaria para arrancar.

Esa noche, Harry volvió a dormir. Sin pesadillas, sin gritos, sin nadie yéndose.

Al despertarse, un mensaje inesperado acaparó su visión. Inez.

Debemos hablar.

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