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"Do you feel like you're alone, Will? You have a soulmate? Somebody who challenges you

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"Do you feel like you're alone, Will? You have a soulmate? Somebody who challenges you. I'm talking about someone who opens up things for you - touches your soul. You can't give back to them, you know. You'll never have that kind of relationship in a world where you're always afraid to take the first step because all you see is every negative thing ten miles down the road. You can do anything you want, you are bound by love"

Good Will Hunting (1997)


Francamente, la cabeza le dolía. La luz neón de su cuarto titilaba cada vez que apoyaba la lapicera ante el papel. En su panza, las mariposas comenzaban a revivir en el momento menos indicado y Louis agonizaba ante el movimiento de sus tripas.

Como nunca antes, dubitaba ante la hoja y su pulso temblaba. Debía recomponerse, y por eso decidió abrir la ventana, mientras la brisa de la noche empapaba la habitación. Prendió un cigarrillo, evitando que el humo llegue a sus sábanas.

Una vez más, tomó la lapicera entre sus dedos manchados de tinta previa. Esta vez, escribió:

Querido Harry,

Recuerdo caminar por las playas de la ciudad, y pensar que podía conocer a alguien allí. A la mayoría de mis amigos mirar a las parejas de la mano le daba asco, pero yo no podía esperar para sentir algo así.

Todavía no te encontraba y yo ya te esperaba. Soñaba con un compañero que me tomara de la mano y me lleve a barrenar las olas, pero también con uno que me enseñe a ser yo, que me saque los miedos, y que me haga bailar.

Ser gay en este pueblo siempre fue una tortura, y yo nunca quise ser un secreto. Tu y yo, ambos sabemos, que este pueblo ya tiene demasiados. Sin embargo, aceptarse a uno mismo aquí, debe haber sido una de mis peores pesadillas, una de la que nunca pudiera haber despertado sin tí a mi lado.

También recuerdo cuando en mi vida en general todo se tornó verde: el pasto, el mar y tus ojos. Tenía que saber poner distancia entre el enamoramiento instantáneo que tuve cuando te ví en la Escuela caminando con tu mochila violeta, y tu amistad, de sonrisa amplia y hoyuelos marcados

De alguna u otra forma, siempre lo supe: viendo tus bucles chocolate bajar por los pasadizos de la plaza, cuando todavía no vivías aquí, y venías a visitar a tus abuelos a Bournemouth. El primer día que llegaste a la Escuela y tiraste tus libros tres veces, para demostrarme tu torpeza, con la que luego iba a convivir tres años de mi vida. Y cuando un día, ya en secundaria, te sentaste a mi lado y comenzaste a hablar conmigo, cuando ya nadie lo hacía. Siempre supe que estábamos conectados. 

Un hilo dorado, como el Sol que amanecía la madrugada de nuestro primer beso, nos conectó para siempre, para como en momentos como estos, en los que nos desencontramos, nos volvamos a dar cuenta que siempre vamos a estar el uno para el otro. Un hilo dorado que funcionó otra vez esta mañana, cuando te encontré debajo de los sauces, en nuestro lugar.

En esta carta no busco pedirte disculpas una vez más, debes estar cansado de ellas. Ni tampoco que por fé del destino nuestros caminos se crucen cuando estemos demasiados viejos y arrepentidos de haber dejado esto atrás. Este no soy yo desistiendo a nosotros, ni dejando las cartas al azar.

Este soy yo, abriendo mi corazón a una nueva oportunidad de dejar que nuestro hilo dorado, nos vuelva a unir.

Con amor, Louis.





Un viernes nublado azotó a Bournemouth en la primera tarde del otoño.

A la salida de la Escuela los jóvenes corrían hacia sus autos en busca de un refugio de las gotas que pegaban fuerte contra el pavimento, mientras Harry ordenaba su casillero. Él siempre amó la lluvia, y no podía entender a quienes escapaban de ella, así que los observaba atónito, no entendiendo su comportamiento.

Antes de volver a cerrar su casillero, la encontró esparcida en el estante superior. Un sobre blanco perpetuaba el nombre de Harry en una imprenta mayúscula desastrosa, que no podía ser ni más ni menos que la de Louis.

Su corazón paró por un instante, el mismo en que casi deja que la carta toque el piso. Cuando pudo reaccionar, tomó todas sus cosas lo más ordenado que pudo (fallando en el intento) y se dirigió hacia la salida del colegio, carta en mano.





Su casa no era una opción para volver, así que tomó el camino más rápido hacia la playa, sin importar las nubes negras o la lluvia que mojaba su cabello. La arena húmeda se pegaba a la suela de sus zapatos y su paso rápido en busca de un refugio frente a los fuertes vientos, hacía que sus pantalones se llenen de esta. Entre su tormenta, escuchó a Charles gritarle que no se acerque tanto al mar, y si bien Harry estaba fuera de sus cabales, tampoco era un inconsciente.

Encontró un lugar en una de las cabañas de playa abandonadas en uno de los balnearios más lejanos, dejando a Charles, la lluvia y todo lo que necesitara para concentrarse en el papel de entre sus manos.

Tomó la carta con cuidado, comenzó a abrirla, con miedo de romperla o de romperse. El aire se hizo espesó y respirar costaba más y más. Sintió el peso del mundo en sus manos, y el adiós se hacía inminente en cada decisión que tomaba. Su ropa se sentía empapada, y sus jeans más pesados de lo normal. La calma que el tintineo de las gotas le otorgaba fue reemplazada por la ansiedad que le habían traído los últimos meses de su vida.

Basta Harry, se dijo a sí mismo, y abrió la carta. Ahora o nunca.

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