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Harry abría una por una las fotos subidas en el Instagram de Augustus.

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De a poco lo empezaba a comprender.

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Su sonrisa ocupaba la mitad de la pantalla. Ojos cálidos que sentían que le perforaban el alma. Ese fue el detonante que hizo que bloquee su celular y lo tire lo más lejos posible. Por supuesto, se arrepintió de la decisión cuando escuchó cómo caía al piso, lo que hizo que se levantara de su cama, su refugio del cual salía solo si su vejiga se lo pedía, o si su estómago luchaba con el mismo por un poco de comida.

Una vez arriba, decidió tomar una ducha, y mientras el agua corría sobre sus hombros, Harry unió las piezas del rompecabezas, y contestó todas las preguntas que andaban dando vuelta, navegando por su cerebro: era claro el por qué de Louis, todo debía ser mucho más fácil con Augustus. Harry a diario se preguntaba cómo ambos habían pasado su verano; si habían ido abrazados debajo de los sauces, si Louis había conducido su auto hasta The Methodist para tener una sesión de besos apasionados, si habían elegido pasar alguna de sus tardes en la playa que quedaba a unos minutos de Bournemouth.

Por un lado, lo entendía. Harry era una carga, que yacía en la espalda de Louis como un peso muerto. No había un día que Louis no lo haya salvado de caer en el pozo, que ahora sin él, se abría más y más debajo de sus pies.

Harry día tras día esperaba el impacto, porque él no había nacido como Augustus, Harry  siempre tuvo que tratar, tratar y tratar para conseguir lo que quería. Él luchó para conseguir este amor que se negaba a que termine tan fácilmente.  Pero luego, una persona natural, con la sonrisa fresca y un abrazo entre sus ojos, pudo arrebatarle a Harry todo lo que intentó en un abrir y cerrar de ojos. En una noche de verano.

Cuando puso un pie fuera de la ducha tibia, también se retó a sí mismo. Augustus no era el culpable de nada, al fin y al cabo, en su pequeño encuentro del baño, no lo miro con recelo, ni con envidia. Lo miró como si comprendiera todo su dolor, cómo si ambos estuvieran pasando por lo mismo.

Suspiró fuerte, y luego de cepillar sus bucles, se encaminó hacia el colegio.


En los pasillos de la escuela, sentía clavadas en su nuca las miles de miradas que esperaban por respuestas. En busca de querer convertirse en invisible, buscó a Inez entre la muchedumbre hambrienta por el rumor de cómo su vida se desmoronaba poco a poco. Sin querer, posó su vista en unos ojos azules mar, que lo miraban inquisitivos entre la marea del alumnado. Para tí tampoco hay respuestas, Louis, quiso decir Harry a través de sus ojos, esperando que de alguna forma, Louis lo entendiera. Inez lo saludó con un beso en su mejilla, haciendo puntas de pies para alcanzar su altura, y allí fue cuando pudo dejar de mirar a Louis. Inez comenzó con su discurso imparable de todas las mañanas, mientras ambos, agarrados por sus brazos, se dirigian hasta su salón correspondiente.





Harry se encontraba mirando el techo de Inez, acostado en su cama. El perfume a rosas de la joven lo hacía querer dormir, embriagandolo por completo. Inez, por su parte, estaba sentada en su escritorio, terminando tareas.

Realmente, Harry no solía venir aquí, aunque disfrutaba por completo la compañía de la muchacha, y sabía que siempre podía contar con su hombro para llorar el tiempo necesario en el. Muchas veces, lo había visto a Louis mirar con descaro, como si hubieran sido ellos los que habían tenido una aventura de verano. Harry no entendía el por qué de su ira, y enojo, pero cada día lo entendía menos a Louis.

Últimamente, su casa era totalmente un descontrol, hace días que no pegaba un ojo, y el silencio de la casa de Inez lo tentaba a sucumbir en un sueño placentero.

Cuando creyó haberse quedado dormido, Inez preguntó: -"¿Harry?"

-"¿Mm?"

-"Alguien está llamando a tu teléfono"

-"Probablemente sea Louis", respondió Harry, ahora despierto del todo, con su torso levantado para mirarla a Inez con mayor claridad. Louis enviaba mensajes y llamaba. Según él, sólo quería saber si Harry estaba bien. Claro que no lo estaba.

-"¿No piensas atenderle?", Inez intentó. Harry sólo rodó sus ojos como respuesta a eso, y se tumbó de nuevo en la cama.

-"Harry, de alguna manera u otra, van a tener que hablar. Tú y yo sabemos que esa conversación miserable no fue la manera de terminar las cosas, si es lo que realmente quieres"

-"No creo que sea el momento adecuado, realmente"

-"Nunca va a llegar el momento adecuado Harry, porque nunca vas a querer desprenderte de Louis, para bien o para mal.", antes de que Harry pudiera responder, Inez lo miró directo a los ojos, y continuó. "Y no está mal, cariño. Sé que es el amor de tu vida, puedo ver como tus ojos tintinean con solo nombrarlo. Pero Harry, puedes brillar sin él, puedes aventurarte sin él, puedes hacer todo lo que te propongas sin él. Siento que para que las cosas entre ustedes dos vuelvan a funcionar, tienes que aprender tú solo a romper las cadenas, por tu cuenta."

Inez había tirado una bomba sin aviso previo en la habitación, y la cabeza de Harry dolía de pensar. El mundo se hizo ínfimo.


Cuando llegó a su casa, los gritos lo atacaron directamente. Su padre, una vez más, se encontraba sedado por el alcohol, y apestaba a cerveza. A Harry sólo le quedaba respirar,  mientras buscaba la manera de escapar lo más rápido posible hacia su habitación mientras su padre se imponía como una barrera entre él y las escaleras de su casa. Tomó aire y lo empujó, mientras corría para encerrarse en su cueva, donde los alaridos no penetraban con tanta fiereza.

Mientras yacía en su cama, escuchaba a su padre golpear las paredes y maldecir a cualquier Dios que se le cruzara en sus fantasías borrachas. El dolor de su cabeza hizo que las lágrimas salieran disparadas de su ojos, cómo si hubieran estado allí por un rato largo, esperando la última gota del vaso para rebalsar de sus lagrimales.

Sin darse cuenta, cayó rendido en el calor de su cama, mientras lloraba y escuchaba por última vez en el día a su padre, cerrando la puerta de su habitación de un portazo.


Cuando se levantó de su recurrente pesadilla, su boca se sentía seca, y sus labios cortados. Se posó sobre sus antebrazos, y espió por la ventana que tan temprano era. Ni siquiera había amanecido. Se dio cuenta que todavía seguía con las prendas que había usado durante el día, y eso lo hizo despojarse de sus apretados jeans y dejarlos por algún lado en su habitación.

La conversación con Inez había comenzado a resonar en su cabeza, no dejándolo volver a  dormir. Mientras buscaba la posición adecuada contemplaba las palabras de su gran amiga, y cuán acertada estaba: Harry no debía dejar romperse una vez más. A Harry no debía importarle lo que la gente, o Louis, o su padre percibieran de él, porque al final del día, era solo él el que debía levantarse una y otra vez.

Fue ahí cuando Harry se dio cuenta. Debía aprender a brillar para él mismo.

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