—Por todos los dementores del universo.
Mi garganta raspó con sólo pronunciar esas seis palabras. Estaba totalmente reseca, y no pude evitar sentir náuseas por el sabor a alcohol que llegaba desde mi esófago.
¿Qué mierda había bebido anoche?
Giré sobre mi cuerpo con un súbito dolor en todos los músculos. Merlín. Sabía que iba a llevarme más de un día recuperarme, dado que parecía que un dragón me había revolcado con sus garras durante horas y horas, y no tenía idea de cómo había sobrevivido.
Aparté la sábana enredada en mis piernas, y observé alrededor con la visión un tanto nublada. Claramente, no era mi habitación.
Cortinas de color verde oscuro. Mobiliario delicado y costoso. Un escudo de Slytherin colgando de una de las paredes.
Esperen...
¿Qué?
Di un salto brusco desde la cama, percibiendo un frío bastante impactante en mi cuerpo. Diablos, estaba prácticamente desnuda, un pequeño detalle que no había notado hasta ese momento: sólo llevaba mis bragas puestas.
¿Qué diantres había sucedido?
¿Acaso...
Un quejido ronco debajo de las sábanas distrajo mis pensamientos. Oh, no, no, no. Había alguien en la habitación. Más específicamente, había alguien en la cama. Y podía entrever que se encontraba tan desnudo como yo, o más.
Los músculos de la espalda de aquel hombre se tensaron cuando movió sus brazos. Tenía la cabeza enterrada entre las dos almohadas por lo que no había podido adivinar quién era. Soltó otra exclamación, maldiciendo.
Fruncí el ceño sintiéndome expuesta.
Miles de mierdas.
Estaba desnuda. Y el capullo ese estaba desnudo también.
Yo había estado en la cama. Y el capullo seguía allí, sin inmutarse, en esa misma cama.
Y minutos atrás habíamos estado los dos durmiendo lado a lado, desnudos.
No había que tener la sabiduría de Dumbledore para entender lo que aquello significaba.
Mi estómago se contrajo.
Una cabellera rubia platinada sumergió repentinamente, girando de un lado a otro.
No. Podía. Ser. Cierto.
Sería capaz de reconocer ese color platinado aunque estuviese sobre una escoba volando a miles de kilómetros por hora.
La mano de aquel intruso se movió, pesadamente, intentando acomodar un poco el desastre al que había llegado su cabello, corriendo el flequillo hacia un lado.
Muévete, Ginny, qué haces.
Mis piernas no respondieron.
Y yo seguía allí, de pie a un costado de la cama, con mis extremidades temblorosas por la resaca, solamente vistiendo mis bragas, cuando su rostro quedó finalmente descubierto y pude apreciarlo con total claridad.
El mismísimo rostro de Draco Malfoy.
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El hurón y su comadreja
Fanfiction-¿Tú quieres que lo haga? -su pregunta dejó el rastro del aroma del alcohol y la menta en mi nariz, tan embriagador y expectante como el momento que estábamos compartiendo. Oh, sí, mil veces sí. -¿Tú quieres hacerlo? -contraataqué en un susurro, cer...