Que alguien me explicase cómo es que podía ser tan descerebrada, por favor.
Lo necesitaba entender, y con urgencia.
Sabía que todo lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas era una bomba de tiempo, esperando a que alguien se le ocurriera investigar un poco la extraña situación en la que una Weasley y un Malfoy estaban conviviendo en una mansión campestre a las afueras de La Toscana, en Italia.
Y no faltaba mucho para que aquello ocurriera.
En cuanto la noticia de mi rompimiento con Harry saliese a la luz, sería cuestión de minutos —por no decir segundos— hasta que todos los diarios y revistas de la sociedad mágica metieran sus narices quisquillosas en el asunto. Y sería muy difícil ocultar el hecho de que no estaba intentando siquiera acercarme a Harry para hablar de lo sucedido, como lo haría cualquier pareja normal.
No podía intentarlo porque mi vida estaba en juego.
Y no pensaba caer en una trampa desesperada y darle la libertad al hurón de forma tan rápida.
Lo peor de todo esto, además, no sería la sociedad en sí... sino específicamente mi familia, y la de Malfoy. Y honestamente entre aquellas dos no podría saber a cuál temerle más. Sabía que la familia del hurón se enojaría muchísimo por la noticia, en especial por la unión de su único hijo con una mujer de "bajo linaje" —como ellos solían decir—. Y estaba segura que mis hermanos, con Ron a la cabeza, intentarían buscarme y asesinarme, o al menos mandarme a San Mungo por haber tenido un colapso mental y haber terminado loca y en las garras de un ex-mortífago.
Okay, ninguna de las dos era viable a mi parecer.
Sin ninguna solución posible al enredo en el que me encontraba, decidí dar un momento de descanso a mi cerebro y detener el torbellino de pensamientos que inundaban mi cabeza como una avalancha infinita, mientras salía de la ducha y me cubría con un bata para secar el agua de mi cuerpo.
Abrí la puerta del baño cuidadosamente, corroborando que me encontraba sola en aquella habitación. Sin hurones a la vista. Si debía ser honesta, la verdad que la decoración de aquel sitio era inigualable y me parecería romántico y de ensueño, si no fuese porque estaba viviendo la peor pesadilla de mi vida.
Suspiré. Qué más podía hacer.
Luego de cambiarme por un conjunto más cómodo, decidí ir por algo de comer. El recuerdo de lo que había sucedido en el automóvil de Malfoy la noche anterior me había quitado el hambre durante casi todo el día, pero ahora mi estómago prácticamente rugía como un león a punto de devorar un elefante.
Cuando llegué a las escaleras, un olor exquisito impactó en mis fosas nasales llamando por completo mi atención: carne asada. Dios, ¡mi preferida!
Pero, pensándolo bien... ¿quién podría estar cocinando carne asada? ¿Acaso Nott había contratado un elfo doméstico para ayudarnos con la cocina y evitar alguna desgracia? Debía ser, porque no creía que...
Por las barbas del santísimo Merlín.
Al abrir las puertas corredizas que separaban el comedor de la cocina, pude observar una situación que realmente no la podía considerar como real: un Draco Malfoy muy animado, adornado con un delantal de flores, caminaba de aquí para allí con varita en mano, mientras controlaba la cocción del horno en el que parecía estar aquella carne que había percibido en las escaleras.
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El hurón y su comadreja
Fanfiction-¿Tú quieres que lo haga? -su pregunta dejó el rastro del aroma del alcohol y la menta en mi nariz, tan embriagador y expectante como el momento que estábamos compartiendo. Oh, sí, mil veces sí. -¿Tú quieres hacerlo? -contraataqué en un susurro, cer...