Romeo y Julieta.

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Hogwarts, Junio de 1995~

—Weasley, para variar, podrías prestar atención, dado que tu examen no ha sido, digamos... —el profesor Binns acomodó sus lentes pegándolos aún más a su rostro transparente—, del todo aceptable, ¿no?

Quién había mandado a mí cerebro a reprobar el último examen de Historia de la Magia, y justo antes del receso de fin de año. Por Merlín. Ahora me encontraba junto al grupo de reprobados desde cuarto a séptimo año, en una supuesta clase especial, en la que debíamos intentar no dormirnos o, en casos extremos, no huir por la ventana.

Bufé moviendo la cabeza casi imperceptiblemente de arriba hacia abajo, como respuesta afirmativa.

—Lo siento, profesor —dije mientras me acomodaba en mi asiento—. Intentaré...

—Intenta por lo menos mantener los ojos abiertos —sentí como sus mirada inquisitiva se clavaba en la mía—. Muy bien, cómo decía... —aclaró su garganta dirigiéndose al resto de los reprobados—. Los matrimonios mágicos conjurados bajo un Pacto de Sangre fueron comunes hasta el año 1945, aunque suene un poco extraño. Pero fueron especialmente utilizados entre los años 1600 y 1800 para mantener la pureza de sangre en las familias, y sobre todo para evitar cualquier tipo de ilegitimidad, adulterio, o infidelidad, entre otros.

<<Utilizados entre los años 1600 y 1800, principalmente para mantener la pureza de sangre y evitar ilegitimidades o adulterios>>

Observé las notas que había tomado para no dormirme por segunda vez en menos de media hora. Okay, había que ser sincera, estos mecanismos eran completamente descabellados. ¿Quién en su sano juicio contraería matrimonio con un Pacto de Sangre sabiendo que al incumplirlo uno de los dos podría terminar muerto? ¿Acaso es que la gente en la antigüedad tenía escregutos por cerebro?

—Era muy común en familias con cierta ascendencia y adineradas, algo así como los matrimonios por conveniencia en cualquier sociedad, pero con el ingrediente especial que otorga la magia: si rompes algún punto del acuerdo, mueres —puntualizó el profesor mientras su volar fantasmal se dirigía de un lado al otro del aula sin dirección alguna—. No tan divertido, ¿verdad?

Shakespeare.

Una tiza se alzó mágicamente llamando mi atención, y comenzó a moverse en la pizarra hasta formar el apellido de aquel famoso escritor.

—Una de las historias más famosas de la literatura, esconde un trágico final para un matrimonio conjurado bajo un Pacto de Sangre, ¿saben a qué me refiero? —concluyó, alzando las cejas como si esperase que de milagro a alguno se le encendiese la lamparita—. ¿Nadie conoce ningún libro de Shakespeare?

—Romeo y Julieta.

Una voz suave que arrastraba las palabras dio la respuesta correcta, a juzgar por la sonrisa de la profesora. Giré mi cabeza sólo un poco por sobre mi hombro derecho, aunque conocía el dueño de tan peculiar forma de dirigirse al mundo.

—Brillante, Malfoy, brillante.

Mis ojos se cruzaron con los del hurón, y no pude evitar sentirme molesta cuando sus labios formaron una sonrisa altanera de sabelotodo.

Pedante.

La historia de Romeo y Julieta es un claro ejemplo de lo que sucede si una de las dos personas involucradas en el matrimonio rompe el Pacto de Sangre. Fue escrita de una forma romántica y poética, dejando oculta la parte mágica, pero aún así los que somos conocedores de la realidad, sabemos el trasfondo —continuó—. Ahora, otra pregunta, ¿alguien podría imaginar quién de los dos fue quien rompió el Pacto?

El hurón y su comadreja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora