Capítulo 11

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Sonó el despertador a las 7:30, y Rubén como todas las mañanas me dió los buenos días con un beso y unas caricias.
Quería abrazarle lo más fuerte posible, pero debido a las heridas todavía no podíamos ni dormir abrazados.

Me ayudó a levantarme de la cama, me puso mi brazo alrededor de su cuello y me ayudó a caminar hasta la silla del comedor.

—¿Qué quieres para desayunar?–preguntó mientras me ayudaba a sentarme.

—Una tostada con mermelada está bien amor.–contesté medio dormido.

Rubén asintió con la cabeza y se fue a la cocina a preparar el desayuno. Siempre nos despertamos temprano para tener tiempo para desayunar tranquilos y poder hablar de nuestras cosas.

Cuando llegó al comedor con la bandeja del desayuno, noté una expresión rara en su rostro. Me extrañó, por lo que le pregunté.

—Cariño, ¿estás bien?– cogí sus manos y las acaricié con las yemas de los pulgares.

De pronto, comenzó a llorar desconsoladamente, se levantó de la silla y me abrazó no muy fuerte por no hacerme daño.

—¿!Amor que pasa¡?–pregunté muy alarmado.

—No quería decirtelo pero... mi madre está ingresada desde anoche.–respondió con la cabeza hundida en mi pecho.

Me quedé en blanco, se me saltaron algunas lágrimas y sin darle importancia al dolor de mis heridas, abrace más fuerte a Rubén mientras le daba besos en la cabeza para intentar calmarlo.

Él, mi profesor (parte 3) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora