Él, mi profesor (parte 3)

Capítulo 8

Abrí los ojos lentamente, una blanca y cegadora luz hacía difícil abrirlos del todo. Escuché la voz de mi querido Rubén en cuanto hice un pequeño quejido.

—¡Liam!.– gritó con la voz completamente quebrada.

—Cariño... ¿Qué me ha pasado?–pregunté intentando incorporarme, cuando empezé a sentir un dolor muy intenso en el costado.

—Amor no, los puntos te los acaban de poner, estás muy débil además.–dijo Rubén acomodándome de nuevo en la camilla.

—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?.–pregunté sofocado.

Rubén comenzó a explicarme que después de que me fuera de su casa, se asomó por la ventana y me vió por la calle. Él por la preocupación salió a buscarme, y cuando logró encontrarme se encontró a Daniel corriendo con una navaja en la mano y a mí en el suelo desangrándome, y ahí es cuando quedé inconsciente.

—Wow... no quiero imaginar qué habría pasado si no me hubieras encontrado.

Rubén tomó mi mano y la estrechó bien fuerte, pude ver un par de lágrimas caer por su bello rostro.
Me dolía mucho verle así, todo esto era culpa mía y de mi maldito orgullo.

—He tomado una decisión muy importante, por el bien de esta relación.–dijo él poniendo su mano sobre mi cabeza.

—¿Qué vas a hacer?–pregunté algo asustado, no me gustaba el tono de voz con el que lo decía.

—Ya lo sabrás cuando estés mejor.–respondió secándose las lágrimas de la cara.

Me da miedo lo que pueda llegar a hacer Rubén, es una persona muy impulsiva cuando hablamos de sus sentimientos, pero confío en que todo salga bien.

Unos minutos más tarde, Rubén fue a avisar a un enfermero de que ya había despertado, este vino a la habitación y llamó al doctor mientras me hacía unas cuantas preguntas sobre mi estado.

Todos los del hospital eran muy amables, pero yo estaba deseando salir de aquí y volver a casa con Rubén y nuestra querida mascota.
Pasados unos tres días me dieron el alta, me dieron una muleta para no forzarme tanto al caminar. Y al fin, Rubén me llevó de nuevo hasta nuestro hogar.