━━━━🎴𝐁𝐎𝐍𝐓𝐄𝐍梵天

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Me desperté por la claridad de los rayos de sol que entraban por el inmenso ventanal del penthause. Gruñí y me quejé, intentando llamar la atención, pero no hubo ninguna respuesta, así que lo supe: Él ya no estaba en la cama.

Me obligué a levantarme de la comodidad que me daban las sábanas blancas y el aire acondicionado en pleno verano, y me puse lo primero que vi tirado en el suelo: Su kimono.

Últimamente lo había visto con ropas tan informales para los negocios, que ya no recordaba que era verlo con una camisa.

—Buenos días. —dije al encontrarlo en el comedor, contando fajas de billetes.

Me dio una corta mirada antes de volver la vista a la faja de billetes, y luego mirarme de nuevo rápidamente.

—¿Qué te pasa? —preguntó.

—¿De qué?

—Estás molesta por algo. ¿Qué olvidé esta vez?

—¿Siempre asumes que olvidaste algo?

—Está bien. —refutó sin ánimos. —¿Qué hice?

—¿Debería saber algo, Hajime?

Esa actitud sospechosa sólo me indicaba que algo malo había hecho, pero como ya no eramos un par de críos, no era algo tan sencillo como unos cuernos. Conociendo a Koko como lo conocía, tenía que ver con el dinero que estaba contabilizando.

Rió levemente mientras negaba con la cabeza. —Deja las alucinaciones, Miki. Estás loca.

“Estás loca, Miki.”, “Cállate, Miki.”

Siempre igual, después de tantos años junto a él, ya estaba más que acostumbrada. ¿Cómo es que había acabado así? Odiaba a desmedida Tokio últimamente, odiaba a Koko, pero más que cualquier cosa, más me odiaba a mí.

—¿Qué vas a hacer hoy? —preguntó él de repente.

—Voy al club FNN, tengo una reunión con Sanzu.

—Ah, no. —musitó desinteresado. —Quédate, yo voy.

—¿Por qué? —Koko levantó el rostro y me lanzó una mirada asesina. —Bueno, entonces vayamos juntos.

—Nop. —suspiro mientras se levantaba y revisaba si su arma estaba cargada. —A Sanzu se le fundieron las neuronas hace tiempo.

—Es mi negocio y mi dinero, Koko.

Él me miró sorprendido por mi nueva actitud renuente, pero conociéndome bastante bien, cambió de estrategia.

—Oh, mi amor. —su mirada se ablandó y caminó hacia mí, batiendo sus largos mechones blancos. —¿Por eso estás enojada? —me dio un firme abrazo y me besó la sien. —No necesitas hablar tu misma con Sanzu sobre el proyecto, eres mi asesora financiera, yo me encargo de ejecutar el resto. Ya sabes, soy ejecutivo. No pretendía ofenderte, de verdad, Miki.

Hace casi cinco años que había comenzado lo nuestro, pero después de que nuestros años de gloria en Bonten comenzaran, nuestra relación se había ido cuesta abajo.

Asesinatos, secuestros, extorsiones... Todo eso nos había dado lo que queríamos y lo que más disfrutábamos, pero todo se reducía a una sola cosa: Dinero y poder.

Era lo que Koko y yo queríamos, pero él no se detuvo. Él quería más y por eso es que me mantenía a su lado, y yo tampoco quería alejarme de todo el éxito que él podía ejecutar. Con Koko nunca me faltaría nada.

Koko no había cambiado en absoluto con los años, él siempre había sido así, sólo que ahora tenía más muertos bajo sus pies. No pude evitar sentirme atraída por su sadismo y su amor inagotable por el dinero, pero después de un tiempo... ¿Cómo es que me pude enamorar de alguien así?

—Koko, ¿por qué estamos haciéndonos esto?

—Nos amamos, eso es todo. No hace falta darle tantas vueltas.

Siempre daba respuestas rápidas, como si estuviera muy seguro, pero después de todo, él era un empresario profesional, ¿no? Ellos saben mejor que nadie como envolver a las personas y convencerlas.

—Koko, quiero irme de Tokio por unos días.

Sentí su cuerpo tensarse, y rápidamente se separó de mí, cogiendome por los hombros.

—Te lo prohíbo.

—No puedes prohibirme nada, aún soy una Baji.

—¿Eres estúpida o qué? —escupió. —Si aún no nos hemos casado es porque la policía está encima de ti. ¡Has estado once años fugitiva!

—Al menos...

—¡¿Al menos qué?! —gritó en mi cara, luego inhaló hondo, cerró los ojos y tomó mi cabeza con fuerza. —No hagas esto, Miki. Sabes que no me gusta. Yo tampoco estoy muy bien... Me da miedo.

El éxito de Bonten nos trajo lujos, sí, pero después de que saciamos todos nuestros deseos, incluidos los impensables... Los excesos fueron inevitables.

Sanzu no era el único que utilizaba drogas con frecuencia. Tal vez, no había ninguno de nosotros que no lo hiciera de vez en cuando.

—La próxima vez que me pongas una mano encima...

—¿Qué? ¿Tendrás un nuevo penoso intento de suicidio?

—No, Koko. —separé mi cuerpo del suyo. —La próxima, te disparo. —di rumbo a nuestra habitación, y al llegar la puerta, me di media vuelta para mirarlo. —Ah, y me voy a reunir con Sanzu. Como orgullosa fugitiva que soy; recibo todo mi dinero en efectivo, y como tu orgullosa aprendiz que soy; me gusta contar el dinero por mí misma, y odiaría que falten aunque sea mil yenes.

























𝐁𝐎𝐍𝐓𝐄𝐍 | Tokyo Revengers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora