Capítulo 3

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                Deidara encontró a dos tipos sospechosos sabía que eran cuervos ya que tenían las características que todos ellos compartían: ojos y pelo oscuro con una piel clara.  Estos estaban  en la parte baja de la ciudad, prácticamente a las afueras. Ambos cambiaformas jugaban entre ellos, pequeños golpes a los costados aunque no parecían borrachos. Ambos hombres se adentraron en el bosque, primero corrieron por el bosque como un juego de niños y después se subieron por los árboles de un salto, la mayoría de los cambiaformas pájaro eran conocidos por su agilidad y salto, para ellos era tan simple como caminar. Deidara comenzó a seguirlos a cierta distancia. Los cuervos no le habían de detectado aun y eso era una gran ventaja. Los sujetos se detuvieron a cierta distancia, ya más adentrados en el bosque de la montaña ambos se transformaron en cuervos y volaron por todo la inmensidad del cielo. Deidara no podía hacer eso, le detectarían enseguida por lo que optó en saltar de rama en rama siguiendo a los pájaros.

                Era difícil seguirles incluso para él, pero se alegró al ver como descendían al principio de una montaña. Los cuervos se posaron en una llanura y se dirigieron hacia a un valle. Se detuvo para que no le vieran. ¿Acaso aquel lugar era el nido de los cuervos? No se parecía a nada a lo que él había pensado. Creía que esos seres inmundos que atacaban y olían como la peor mierda vivirían a un sitio similar al vertedero no en un valle con colores vivos, incluso parecía un pequeño pueblo, claro con la excepción de que había una rejas en la entrada. Nuestro rubio protagonista decidió esperar a que apareciera alguno de los cuervos y utilizar aquel afrodisiaco que su querida amiga, Pakura, le dio.

                Enseguida comenzó a salir el sol por lo que Deidara decidió estirar las piernas, odiaba vigilar la entrada era como esperar a la presa. Hablando de presas necesitaba comer. Pero no podía volver a la ciudad ni podía entrar a esa “adorable villa con gente de gente deslumbrante”. Era un caso de emergencia, no había otra... Se transformó en un halcón y cambio de tamaño, un viejo truco, nadie sabía hacerlo, fue un truco que aprendió mientras jugaban a las “escondidas”, bueno mientras escapaba de su tutor y su casi hermana para no hacer su entrenamiento. Esos recuerdos lo entristecieron pero no hicieron mella en su hambre.

                Intentaba no volar muy alto por si era descubierto, por suerte pudo encontrar un conejo lo suficiente grande para saciarse en su forma de halcón. La espera se hacía eterna.

                Ruido, se oía ruido en los árboles. ¿Lo habían descubierto? Por precaución se mete dentro de las raíces de un viejo árbol, el sonido era lejano, venía de los árboles que rodeaban la villa. Se atrevió a acerca a las raíces. Bingo. Un cuervo soldado, eso sí que le era familiar, el olor asqueroso y un aspecto aun peor. Saca el frasco y pone el polvo en el bolsillo sobresaliente de su cintura, dentro tenía preparada arcilla, lo mezcló e introdujo la mano entera dentro. Con la boca de sus palmas formaba una figura. Ya lista la tira al aire cerca del cuervo.

                En minutos no pasó nada pero el cuervo comenzó a mostrar signos de que funcionaba. Se giraba cada cierto tiempo donde se encontraba Deidara, seguramente olía la atrayente fragancia, al parecer no puedo aguantar más y se acercó donde se encontraba el rubio. Este se hizo el herido.

                — Hola preciosa, ¿por qué estás por aquí? —Cría que era mujer por el olor. Deidara fingía estar herido  cogiéndose una pierna.

                — Me he torcido el tobillo mientras caminaba—no ocultó su voz masculina— no soy ninguna mujer —tenía que darle realismo por eso actuaba como si fuera un encuentro fortuito y eso tenía que poner algo de su personalidad

Un halcón resentido y un cuervo solitario [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora