Un halcón resentido y un cuervo solitario [Libro 2]

capítulo 7

Itachi se encontraba sentado en un sillón con un libro en las manos, parecía estar bastante concentrado. La habitación se encontraba a oscuras por lo que utilizaba el Sharingan para poder leerlo.

                — No puede ser, era por eso… —susurraba para él.

                Se sentía unas vibraciones en el suelo, alguien se acercaba pero el moreno no se movía. Ese alguien abrió la puerta.

                — Itachi, ya se han dado cuenta de que hemos entrado, nos tenemos que ir —se acerca al otro con paso ligero—  ¿Ya has encontrado lo que buscadas? —No recibe respuesta—. No sé porque tienes que buscar información si puedes preguntarle a él, ¿No se supone que es tu pareja? —El moreno lo ignoraba, seguía leyendo el libro— Si tenemos que llevar algo tenemos que destrozarlo todo para que-

                — Ya encontré lo que buscaba. No hace falta llevar nada y ya te he dicho que estos libros no se pueden eliminar ni destrozar, aunque algunos sean copias, es nuestra historia. —El sonido de pisotones en el edificio les llamó la atención— Vámonos, Kisame —ambos desaparecieron en la oscuridad de la habitación mientras que el edificio se llenaba de soldados.

                El edificio se trataba de la biblioteca de los poco conocidos cambiaformas, todo sobre su historia se encontraba en el edificio. Este edificio se encontraba en una ciudad donde únicamente habitaban los cambiantes. Estaba totalmente prohibido sacar cualquier libro del edificio pero si se podía buscar información. Todos los libros estaban escritos en un lenguaje especial que los cambiaformas han creado entre ellos. El lenguaje no era oral era únicamente escrito. No había palabras para llamar a los signos porque sabían que la lengua evoluciona y tenían el riesgo de perder mucha historia si ese hecho ocurría, así que crear un lenguaje únicamente escrito y enseñarlo en la segunda escuela, también conocida como escuela B,   fue la solución.

               

                — Me llamo Sasori, tú debes de ser Deidara, él halcón que recogió Sai, ¿No? —Deidara no se enteraba muy bien de que iba eso. Que hacía un puma con un león en una habitación. El chico parecía amigable pero no lo apostaría—Estoy aquí porque le estoy explicando las nociones básicas de ser un teriántropos.

                — ¿Teriántropos? —le extrañó a Deidara— ah, cambiante. ¿Cuántos años tienes para llamarlo de esa forma? Solo lo escuché al viejo nombrarnos así —preguntó mientras se adentra con Pakura dentro del piso.

                — Sí, soy viejo. Pero me conservo bien —contesto, modesto. Sai estaba con uno de sus cuadros. Esta vez era uno del rostro de Sasori— te dije que no quería que me pintaras —el pelirrojo le habló al moreno.

                — Bienvenido, rubio. Este es Sasori, es un puma —explicó con simpleza ignorando al otro.

                — Eso lo he notado, pero que hace aquí. Ambos sois felinos, siempre hay rivalidad entre vosotros —Puso a Pakura en el sofá de tres de la sala. A Deidara le dejó de importar su desnudez para hablar con él, era más importante saber qué hacía en el lugar. No sé tragaba que solo viniera a explicarle algunas cosas a Sai.

                — Ya te lo he dicho nada más entrar,  creo que tu amiga no se encuentra bien y que deberías vestirte —Sasori bebía de su vaso. Se encontraba sentado en el lomo de un sofá de una plaza en frente de la mesilla de noche al otro lado de la mesilla se encontraba Deidara y Pakura. Sai se encontraba cerca de la ventana, a cierta distancia de ellos. Deidara le echó una mirada de advertencia— deja de mirarme de esa manera. Será mejor que mire que es lo que tiene ella —se puso en movimiento acercándose a ella mientras le lanzaba una manta que había en el sofá de una plaza a Deidara.