Capítulo 4

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                Deidara se encontraba tumbado en una esquina de la carreta. El cansancio se hizo en él y sabía que caeria desmayado sin remedio. Era normal que acabara de esa de esa forma después de pasar por todas las peripecias del día. Su supuesta pareja muerta, encontrar a otra pareja y oler que el que se suponía que era su pareja y que le había traicionado no era su pareja, su  sangre no olía a pareja, que el que era una nueva pareja posible lo marcó sin su permiso hiriendo gravemente ambos brazos por encima de sus codos. Demasiadas cosas y sin contar con que tuvo que huir de una bandada de cuervos asesinos. Realmente se encontraba demasiado agotado hasta para existir, consecutivamente fue cerrando sus ojos.

                —Mierda— es lo último que susurró antes de sentir como el mundo se iba y sus parpados se caían sin remedio.

                — ¡Eh! ¡Eh! ¡Frena el coche!— decía una voz masculina — ¡Coño, frena el puto coche que hay alguien en la carretera!

La voz salía de una camioneta con una música exageradamente alta. Con el chunda, chunda que salía del coche casi no se oían las voces pero el conductor pudo oírle. El coche frenó de golpe dejando en la carreta huella del frenazo.

                — ¡No grites joder, que tengo al lado! —bajando de mala gana el volumen de la música y aparca el coche a un costado de la carretera. Varias personas bajaron del vehículo.

                — Seguro que es un colgao’ que lo han dejado abandonado. ¡Pobre chaval! ¡Ja! ¿Qué hacemos?— dijo el que anteriormente conducía.

                Una mujer aparece desde la parte de atrás— tiene heridas en los brazos, a mi parece que está muerto. Seguro que le han atracado y por eso también está desnudo.

                — Hay que ser capullo, mira que no dejarle con los calzoncillos —dijo una cuarta persona persona— se te mete arena ahí sabes, y te entra infección —le explicaba a la chica y esta le miraba con asco.

                — Asqueroso —la chica le aparta de una guantada de su lado— Subámoslo al coche, le llevaremos a un hospital.

                — Sí… y si le metemos en el maletero… —ideaba el conductor pero al recibir las miradas de sus amigos decidió callarse —Era una broma sabéis. No tenéis salero ni para una broma— se intentó justificar— ¡Kiba! ¡Deja de sobar y baja a ayudar que hemos encontrado un cadáver y lo vamos a tirar al lago!— daba golpes al coche para que se despertara.

                — ¡vale, pero procura no dejar marcas! —Gritando de la misma forma que su amigo, salió del coche— no deberías decírselo a alguien que tiene contactos con la policía.

                — ¡Ah, que mierda…! Era que me lo digas antes—Dijo con frustración fingida.

                —Hay un chaval en mal estado ahí —apuntando un chico rubio— lo llevaremos a la UCI me parece que le han robado, solo le dejaron con una especie de riñonera en  el brazo. Que malas noches tienen algunos— relataba el que con anterioridad pidió que pararan el coche.

                Por su parte Kiba se acercó más al cuerpo, podía oler dos esencias en aquel chico y varias fragancias más pero más débiles. Las fragancias débiles olían a hembra, a una buena hembra con la que aparearse pero ver los genitales del rubio al viento se dio cuenta de que se trataba de un afrodisiaco ya que este no era una mujer. Y las otras dos esencias eran de dos tipos de ave. Un cuervo y un halcón. Sin dudad ese muchacho era un cambiaformas y era un halcón. El olor a cuervo parecía reciente, era amenazante como si por el simple hecho de olor de ese modo le dijera que era mejor no tocarle porque lo atacaría. Oh, claro, el rubio era la pareja de un cuervo ¿acaso su pareja le abandonó? Según lo que le había dicho su amiga los cuervos solo marcaban a sus parejas, una de por vida. Era lo único bueno que vio en el comportamiento de esos locos. Ahora la cosa era ¿por qué ese chaval estaba desnudo y en medio de la carretera? ¿Y dónde estaba su pareja?

Un halcón resentido y un cuervo solitario [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora