Capítulo 5

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— ¿Y qué, acaso sí paseo por los barrios bajos no tengo derecho a caminar por el resto de la ciudad? —accediendo de mala gana a ponerse la chaqueta.

                — Yo no te he dicho eso. Te he  dicho que por qué estás por aquí, no que me parezca mal que estés por aquí —explicó con simpleza.  Deidara no quería hablar con él, sus rasgos no le acababan de gustar, le recordaban al chico que le había marcado. Era algo frustrante, recordarlo en todo… — ¿quieres venir a ponerte ropa? Voy a mi… —no esperó a que él chico acabara de hablar para largarse. Aún era pronto no había nadie en la calle, solo se acercaría al bosque y huiría a alguna parte, tal vez fuera más al sur, así se podría olvidar rápido de Itachi… pero no quería. Qué pasaba ahora estaba marcado… ¿No podría esta con otra persona? ¿Sólo sería de él? Tendría que haber escuchado en las clases con el viejo pero nooo, él quería controlar el poder de sus manos y explotar cosas con arcilla… El rubio sintió tiradas de uno de su brazos era el chico raro— No quiero hacerte nada malo, solo quiero preguntarte algunas cosas —ya no estaba la sonrisa fingida así que le prestó atención— ¿Puedo dibujarte? Me pareces curioso. Te puedo pagar, necesitas dinero para vivir. Se tragó una respuesta insolente porque tenía razón. No podía irse a ninguna parte. No mientras el chico de cabello largos negros hiciera algo con aquellas marcas en sus brazos.

                — De acuerdo voy contigo —accedió por el hecho de que empezaba a tener hambre y tenía la sensación de que aquel chico le insistiría —Pero no pienso hacer nada más que posar, nada —el chico de cabellos negros lo miró extrañado. Sí que entendió que se refería a que no quería tener relaciones sexuales con él, lo que no entendió es por qué lo decía, sí claramente le dijo que quería que posara.

                Después de aquello ambos se dirigieron a la casa del chico llamado Sai. Ese día Deidara estuvo posando todo el rato. Al principio fueron bocetos de él mirando por la ventana, tomando un café o asiendo cualquier cosa. Para su desconcierte le pidió uno en el que estuviera desnudo.

                — ¿Para qué quieres un desnudo? Para eso mírate en el espejo y haz un cuadro de ti —no es que Deidara fuera pudoroso pero no le apetecía que le estuviera mirando desnudo de arriba abajo como lo había hecho en los anteriores cuadros.

                — Porque quiero ver cómo eres. Quiero ver si eres igual que un humano de verdad —soltó con voz neutral mientras acababa de rematar un boceto sin mirarle.

                — Por supuesto que somos tan iguales como un humano. Hay algunos cambiaformas que son “demasiado altos” para vosotros o “demasiado corpulentos”. Pero en lo general somos iguales —explicó un poco mosqueado.

                — Pero podéis cambiar a animales —insistió. Deidara se movió de la silla al sofá. Vestía con ropa de casa, sencilla. Una camiseta gris sin nada especial gravado en ninguna parte de ella y un pantalón holgado negro y unas pantuflas. Era cómodo y ya le había dicho que si quería salir tenía más ropa en el armario, más o menos tenía la misma talla por lo que estaba bien. Le miró a la cara, el muchacho estaba impaciente por aprender más y las preguntas cada vez se hacían más frecuentes.

                — Sí genio, puedo convertirme en un halcón —con voz tranquila. Y eso era raro en él, el estar triste y hablar tranquilo, él no era así. A la mente le vino la cara de aquel hombre de cabellos largos y después miró al chico que estaba enfrente de él haciendo otro boceto en su libreta.

                — Muéstramelo. Quiero ver como lo haces ¿Duele? ¿Qué se siente? Bueno tiene que doler ¿no? —cada vez que hablaba le recordaba a un niño pequeño, uno como él que fue a preguntarle al abuelo si dolía tanto como le había dolido a su “hermana”. Todo eso era el pasado. Ahora era mejor continuar. Ambos se miraron al mismo tiempo.

Un halcón resentido y un cuervo solitario [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora