Preludio

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Es curioso el destino.

A veces piensas que es compasivo y otras veces le gusta entrelazarse y ahorcarte el cuello con tu propia miseria. El destino, una vez descubre tu secreto, juega con él como si fuera un veneno.

Es irónico.

El amor funciona igual. Y no es hasta que te envenenas con este que pierdes por completo todo.

O por lo menos, es así como Childe lo veía.

—Nos volvemos a encontrar —oyó una voz cerca suya.

Al levantar la mirada, unos ojos dorados le miraban tranquilamente. Una liviana sonrisa le saludaba.

Intento fingir algo de sorpresa para que el hombre no sospechase que sabía perfectamente que estaba allí. No quería que pensase mal de él, ni mucho menos lo viera como una molestia.

Si hasta ese punto no pareció sospechar, Zhongli era o muy tonto o muy ciego.

—Supongo que el mundo es muy pequeño —dijo el joven — ¿Qué te trae por la lejana ciudad de Peritia, maestro? ¿No estabas muy lejos de Liyue?

—Bueno... —dijo sentándose en frente de él — Había escuchado mucho de esta ciudad y nunca la he podido visitar.

—La verdad... no está nada mal.

El joven contemplo al hombre, educado y elegante que se sentaba frente suyo. Su figura, sentada correctamente en la silla del café y su mirada sosegada transmitían una sanción de tranquilidad...

—¿Y cómo demonios has conseguido el Mora para permitirte viajar?

—Em... mm...

Pareció incomodarle la pregunta.

El joven dejo escapar una carcajada. Cubrió su cara por unos instantes mientras negaba con la cabeza.

—Olvídalo. Ya me puedo imaginar la historia. Creo que nunca vas a cambiar.

Las piedras nunca cambian así que...

Zhongli pareció querer decirle algo, pero dudo en ello. Por un momento parecía indeciso, pero enseguida recobro la compostura como era habitual en él.

Siempre tenía ese porte tan respetuoso con todos. Incluso con Childe.

Por otra parte, Childe era más descuidado en ese aspecto. Solía ser más alocado y despreocupado. Solo prestaba atención a quienes le iban a dar batalla o a quienes consideraba realmente dignos...

Es curioso...

Ambos eran tan diferentes. Ya era obvio siendo quienes son, él un heraldo... y el otro un ex Arconte.

Era gracioso e irónico.

Childe por lo general jamas le prestaría atención a alguien como Zhongli, menos le pagaría sus vicios con su dinero y sin embargo... Zhongli era el motivo de cualquier suspiro y pensamiento inapropiado que el joven tenía.

No es como si nunca hubiera tenido alguna fantasía con la cara de ese hombre, como se vería sin sus ropas elegantes e incomodas, como se sentiría ser estrechado entre sus brazos o besado por sus labios.

Sin embargo, Childe siempre miraba a otro lado.

¿Qué más podía hacer?

Era obvio que su amor estaba más que sentenciado al fracaso. El ex Arconte no aceptaría tal cosa por obvias razones. Por lo que solo le quedaba silenciar esa voz que le gritaba por decirlo, aunque eso fuera un dolor peor que la muerte.

La Flor de los Cinco días - 𝓩𝓱𝓸𝓷𝓰𝓒𝓱𝓲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora