Olor a incienso

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No sabía dónde estaba, tenía los ojos vendados, simplemente no me podía mover, sentía sus manos rosar mi piel mientras me colocaban un guante largo. De la nada empezó a subir un vestido de encaje desde mis pies hasta mis senos, pude reconocer que la persona que me vestía era un hombre, sentí una espesa gota de sudor al sentir sus manos delgadas y delicadas acariciar mí cuello; aun no podía hablar o moverme, solo perdí la conciencia una vez más, al sentir sus labios gruesos marcados en mi cuello; exclamo "Serás la novia más hermosa", no caí...

Un hombre de cabello castaño, ojos grises y unos labios bien adornados por una nariz respingada, besaba todo el cuerpo de esa débil chica, no sé porque empezó a colocar primero los guantes, pero era delicado al momento de hacerlo, sus manos fornidas tenían unas largas uñas, el vestido de boda que estaba en sus pies era levantado con un poco de rapidez, se atoro en la cintura, así que utilizo más fuerza; me era difícil presenciarla colgada de sogas, un poco llevada por el vacío. La habitación tan blanca como su vestido de encaje, hacía que su cara se viera amarillenta... una palidez asquerosa como siempre; él se acercó al delicado cuerpo muerto en vida, la habitación una vez más quedo en silencio...
Al lado del delicado y balanceante cuerpo, se contemplaba una pequeña mesa negra con un arabesco en sus patas, sobre ella, una canastilla llena de ciruelas, a su lado esparcidos a su suerte unos bananos y velones de diversos colores, creando un falso camino de perfección. Aquel hombre se llenó de ira, tomo algunos bananos, los aplasto y lleno el vestido con el olor de una antigua heladería, todo cayó. El caos reinaba una vez más; se percató de mi presencia...

Relatos de un locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora