PUNTO DE QUIEBRA

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No existía nada más bonito en los Nueve Reinos que la risa de Loki. Cuando reía, era como si mil campanillas de cristal resonaran al mismo tiempo... su voz suave y templada, sus labios finos, sus dientes perfectos... todo traía alegría a su enamorado corazón. Thor se sentía orgulloso cuando conseguía hacerlo reír, aún cuando fuera a la mitad de la noche, mientras, tendido boca arriba, con su imponente instrumento insertado hasta el fondo del suave recinto de su amado. Loki lo estaba cabalgando, disfrutando de su cuerpo fuerte, de músculos de hierro, de su erección firme y sus embestidas poderosas, al mismo tiempo que no podía retener una carcajada ante las ocurrencias del rubio.

Todo comenzó con un Thor algo melancólico, distraído a pesar de que estaba recibiendo toda la atención de Loki en su miembro fálico, sin más ni más, de pronto dijo: "El día de mi muerte, quiero que estés conmigo" Loki pensó primero que se trataba de una broma, pero pronto se convenció que hablaba en serio. Dejó su quehacer para cuestionarlo: "¿Por qué dices esas cosas? Sé que estamos llegando a una etapa de madurez en nuestras vidas, quedó atrás el parecer eternamente jóvenes y ahora, nuestro semblante es de más edad,  tengo más cabellos blancos de los que quisiera y mis manos se ven menos tersas y bonitas, pero somos longevos, y tú,  cariño, como Rey de Asgard, eres casi inmortal "

-He pensado que mi muerte puede llegar... y quiero que tú estés a mi lado, que me tomes de las manos y me digas por última vez que me amas... yo moriría llevándome grabado en las retinas la belleza de tu rostro  y tu amor en mi corazón...

-¡Qué fúnebre estás hoy!- exclamó Loki, subiéndose a su pecho, cruzando sus brazos y reclinando su cabeza en ellos- Yo creo que todavía tenemos mucha vida por delante, tendremos más canas y más arrugas, y nuestras noches de amor se limitarán a tomarnos de las manos, porque ya no podremos hacer el amor.

-¿Viejos no haremos el amor?- replicó Thor, que al final no le iba gustando el rumbo que tomaba la conversación, abarcando la espalda estilizada del otro y comenzando a  acariciarlo- Pues seremos dos pasitas arrugadas cogiendo... y si no quieres ver mi pene viejo parado ante ti, apagaremos la luz, pero yo no dejaré de hacerte el amor jamás.

Casi llegaban al orgasmo, y de pronto Loki comenzó a reír... meneó las caderas para continuar estimulándose y se inclinó para besar a su amante,  mientras murmuraba: "Señor don pasita arrugada, le informo que su pene todavía está de muy buen ver y de mejor tocar... acomete usted como todo un Dios..."

Y así era, la atractiva madurez del Jöttun, plateando las sienes, brillantes los ojos de esmeralda, suave la blanca piel, sereno de trato, placentero al charlar y todavía intrépido para amar, porque Thor era todo su mundo y tenerlo prácticamente viviendo a su lado,  lo hacía muy feliz.

Loki aprendió a usar su poder para crear un portal único,  directo a una habitación secreta en la alcoba del Rey Thor, lo que les permitió verse prácticamente a diario, finalizado su trabajo del día, cuando se iba a descansar, el Dios del Trueno simplemente entraba al portal para ir a los brazos de Loki, y por la mañana, desandaba la ruta y aparecía en el palacio tan fresco y listo para retomar sus ocupaciones.

Thor, además, procuraba quedarse con él todo su tiempo libre, le tenía cada vez menos preocupado justificar su ausencia y simplemente, ya no daba explicaciones a Sif. Ella sabía hacia dónde le llevaba el corazón y no existía poder suficiente que lo desviara de la cama amplia y el cuerpo de su amante.

-¿Por qué no está bien sazonada esta carne?- preguntó Loki, asegurándose en persona, que la comida fuera del agrado del rubio- Un poco más de cayena, de tomillo y quizá mantequilla... quiero que tenga un dorado perfecto...

El sol estaba ya alto en el cielo, seguramente Thor despertaría hambriento luego de tanto ejercicio nocturno,  de manera que apresuró a los cocineros, él mismo revisó el sabor de los quesos, del vino y el postre, era un placer ocuparse de atender al amado de su corazón. Tomó una charola de plata, le colocó un pequeño y primoroso mantel blanco, sacó el mejor de sus juegos de platos y copas, para acomodar y servir los alimentos.

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