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Obito jaló con fuerza el cabello del Hatake, con la intención de desconcentrarlo y poder acertar un golpe en el cuello de éste, para de ese modo sacarlo de la batalla.
Kakashi, por su lado, también peleaba del mejor modo que podía, demostrando así los motivos por los que era considerado uno de los mejores ninjas de las cinco naciones.
A pesar de eso, la batalla era muy pareja. Ruidos de kunais chocando era lo único que se escuchaba en el área.
Era una lucha en la que se peleaba por el dominio; el dominio de algo muy importante.
—Ya ríndete, Kakashi. No puedes ganarme: no te dejaré —era clara su determinación: se notaba desde su voz hasta sus actos.
—Mejor ríndete tú —ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder; querían ganar, ¡debían ganarle al otro!
La batalla se extendió por aproximadamente cinco minutos más. Los dos estaban cansados; los dos, tenían sed; los dos, tenían hambre; los dos, querían parar: pero ya era tarde.
Como si estuviesen programados, ambos atinaron un golpe en el rostro del otro, quedando tirados en el piso unos segundos.
—¿Qué hacen, chicos? —intervino la joven recién llegada—, ¿Ustedes no eran pareja?
«Asco tu programa, Rin». Pensó el azabache.
—Esto es una piñata, Rin —contestó el Uchiha—. No hay parejas, no hay familia, no hay amigos, no hay nada más que obstáculos —finalizó, enseñando una sonrisa de satisfacción al tener en sus manos los dulces que quería.
—Si me das los de limón, me haces lo que quieras en la noche —negoció Kakashi. Era una oferta interesante.
—Hecho.
—¿Hay sugus confitados? —preguntó la castaña, al dar una visión general al perímetro.
—Síp.
—Quítense.
Y esa es la historia de cómo volvió a empezar una pelea entre los tres. Todo por una piñata, que sabrá Obi... Dios, cómo llegó hasta allí.
—¿Senseis? —preguntó extrañado Sasuke, dirigiéndose a ellos, pero siendo frenado en el intento por su compañero rubio; por experiencia, Naruto aprendió que acercarse en esa situación no era una buena idea.
Lo bueno, es que a final Obito se pudo quedar con la chocolatina que quería.
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