III

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Apartó la vista del cielo opaco que la ventanilla dejaba ver para mirar al joven frente a él. Se había dormido. Tenía los ojos cerrados como mínimo. Rachel le obligó prácticamente a acompañar a Murdoc hasta su casa. Está muy lejos, se le va a hacer de noche si va caminando, coge dinero para el bús, asegúrate de que llega a casa. Incluso Murdoc se negó en un principio, pero la insistencia de Rachel era implacable. Murdoc le dijo que dormía en su tiempo libre, sin embargo la oscuridad bajo sus ojos era algo evidente. Stuart apenas dormía cinco horas y, bajo su juicio, sus ojeras no eran tan marcadas.

Los ojos castaños se abrieron de repente, comprobando su ubicación. Pareció relajarse al percatarse de que no se había pasado la parada. Su mirada se posó en el suelo, manteniéndose allí por varios minutos hasta que el silencioso traqueteo de las ruedas contra la carretera fue interrumpido por un suspiro. Tuvo que alzar la vista pues Murdoc y él eran los únicos en el autobús. Su cabeza se encontraba tan gacha que no era capaz de apreciar su rostro al completo, sin embargo algo en su intuición le dijo que algo andaba mal. Dudoso, decidió esperar a un siguiente gesto. Pero lo vio: un ceño fruncido, una mueca, incluso escuchó la temblorosa exhalación. Se levantó inmediatamente para sentarse a su lado. —Ey— susurró. Murdoc giró el rostro al lado opuesto, cubriéndose con su propia mano. —¿Estás bien? ¿Quieres que bajemos?—

—Estoy bien— dijo, intentando sonar convincente. Decidió que lo más sensato era dejarlo respirar. Se dio cuenta entonces de lo mucho que le gustaría meterse en la mente del moreno. ¿En qué estaría pensando? ¿Qué pasaba por su cabeza? Estaba constantemente en silencio, pensando probablemente. —¿Te importa que bajemos aquí?— preguntó tras unos minutos. Stuart no pudo negarse. Caminaron por la calle desconocida para el peliazul hasta llegar a un pequeño parque. Sentados en uno de los bancos, se mantuvieron en silencio.

—Antes...— murmuró, —en los baños-—

—No te importa— Stuart se encogió, entrelazando los dedos con nerviosismo.

—O-Oye...— Murdoc no le incitó a seguir, tan solo rebuscó en uno de sus bolsillos para sacar una cajetilla de cigarros, —T-¿Tienes novia?— de nuevo, el moreno lo miró, ahora con el cigarrillo entre los labios, —Es-cuando te dejamos en tu casa había una chica esperándote y-no es que me importe, pero-—

—Sí tengo— murmuró sin pensarlo demasiado, —o no. No; lo dejé con ella ayer— dijo, sorprendido de sí mismo al dar explicaciones. Stuart alzó las cejas con un 'oh'.  —¿Vives solo con tus padres?— quiso saber.

—Sí— dijo, —aunque siempre quise un hermano— Murdoc rodó los ojos con una sonrisa burlona.

—Es odioso—

—¿También tienes hermanos menores?— el moreno negó.

—Sé que es un coñazo. Aprecia estar solo—

—Supongo...— susurró, —q-¿quieres que... nos veamos mañana?—

—¿Por?—

—Porque... somos compañeros. Creo—

—Pero no amigos— Stuart frunció los labios. Quizá se había apresurado. —... Está bien. En tu casa— anunció antes de tirar el cigarro y comenzar a caminar.






—O-¡Oh! ¿Stuart?— preguntó David al ver a un joven de la misma edad de su hijo en la puerta. Se escucharon pasos correteando escaleras abajo y Stuart apareció, sonriendo en cuanto vio a Murdoc.

—Hola— saludó el recién llegado. Murdoc respondió con un simple gesto de cabeza, dando un paso al frente.

—¿Vais a estudiar?— quiso saber el adulto. Ambos jóvenes se miraron. ¿Qué iban a hacer?

Freaks | studocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora