VIII

103 13 51
                                    







Caminó dando pequeños saltos hacia el aseo, y no pudo ocultar una sonrisa al verse en el espejo. Se sentía espléndido.

La tarde anterior transcurrió maravillosamente; Murdoc decidió irse alrededor de la una, sus padres llegaron, comieron y tras unas horas decidió salir: Paula le esperaba. Estuvieron unos minutos en la calle, hablando, hasta que ambos decidieron ir hasta la casa de Stuart. No había nadie, por lo que corrieron escaleras arriba y Paula se recostó en la cama junto a él, no le comentó que Murdoc había estado allí tumbado hacía apenas unas horas. No supo cómo sucedió, pero de repente se encontraba jadeando y suplicando bajo el toque de Paula, y le resultó simplemente maravilloso.

Tenía el ánimo por las nubes y no podía deshacerse de aquella boba sonrisa por mucho que quisiera. Terminó de lavarse las manos y agarró papel para secarlas hasta que abrieron la puerta del baño. Naturalmente, reconoció a Murdoc, entrando cabizbajo, con una mano cubriéndose la nariz. —Hola— dijo. No devolvió el saludo. Stuart supo que algo sucedía al ver cómo prácticamente lo ignoraba y corría para agarrar algo de papel higiénico. Se empapó rápidamente de lo que supo era sangre. —¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?—

—Nada— dijo, frunciendo el ceño. Retiró el papel de su rostro para agarrar más y mojarlo bajo el grifo, descubriendo el rastro de sangre que llegaba incluso a su barbilla. Horrorizado, Stuart se acercó.

—¿Te has peleado?—

—No te importa— espetó, obviamente irritado. No le importó. Dio un paso al frente, quedando cara a cara con él. Le arrebató el papel húmedo de las manos para llevarlo al rostro ajeno, palpando cuidadosamente el rastro de sangre casi seca. Murdoc abrió los ojos. Quiso apartarse, pero Stuart tenía su hombro agarrado, dejándolo inmovilizado. El tacto suave del papel le provocó aquel agradable pero odioso cosquilleo en su vientre que no sabía identificar con exactitud.

—No te muevas— advirtió, inclinándose para agarrar más papel; no le importaba gastarlo. Lo llevó al flujo de sangre, y Murdoc puso una mueca al presionarlo en su nariz, —oh, perdón— dijo. No era consciente de que dolía. Murdoc ni siquiera se atrevía a respirar. ¿Alguna vez había estado tan cerca de Stuart? Quizás aquella vez durante la extraescolar. Pero no duró tanto. Descubrió que no le molestaba estar próximo a él, tan sólo debía dejarlo unos instantes más, sentir el olor a suavizante de su ropa. Quizás era extraño. Nunca sintió necesidad de percibir cada detalle con las chicas. El papel ligeramente rugoso se deslizó hacia abajo, ahora rozando sus labios. Stuart se deshizo de la sangre lo mejor que pudo, frotándolos suavemente al percibir un corte en ellos.

Murdoc se apartó el instante que su mano se separó del hombro ajeno, acariciando su propia nariz levemente. Se dio cuenta de que alguien podría haber entrado en cualquier momento, afortunadamente no sucedió, sin embargo había bajado la guardia, y no podía permitírselo. —Ya está— anunció tras haber tirado los papeles manchados, sacudiéndose las manos. —¿Con quién te has peleado?—preguntó.

—Uno del B— murmuró, aún avergonzado. Ambos se quedaron en silencio. —... ¿Qué tienes ahora?— Quiso saber para sorpresa de ambos.

—Filosofía, ¿tú?—

—Química— Stuart bufó.

—Suerte— bromeó. Ambos se miraron, sonriendo.

—Igualmente—





No vio a Murdoc desde aquel encontronazo en el baño. Aquella tarde se cancelaron las extraescolares: llovía, y la previsión anunciaba tormenta con riesgo de inundaciones, por lo que los padres de los más pequeños fueron avisados, mientras que los últimos cursos pudieron irse sin mayor complicación. Stuart se acomodó la mochila al hombro para abrir el paraguas. —¡Espera!— lo llamó alguien. Sorprendido, se dio la vuelta. Era el amigo de Murdoc. —Hola, hola— saludó, refugiándose de la lluvia bajo el paraguas de Stuart. Era casi tan alto como él, por lo que no hubo mayor problema. —¿Has visto a Doc?—

Freaks | studocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora