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Tamborileando los dedos sobre la mesa, cubierta por el blanco mantel, Murdoc observó a Stuart sentándose en el asiento diagonal a él. El peliazul lo miró. Se percató del nerviosismo del moreno, y decidió dedicarle una sonrisa tranquilizadora mientras Rachel terminaba de servir los platos con la ayuda de David. Sentándose frente a Murdoc, Rachel lo miró, extendiendo la servilleta sobre su regazo.

—Qué bien que hayas podido quedarte— dijo. Escondiendo sus temblorosas manos bajo la mesa, Murdoc asintió. —¿Qué sueles cenar en tu casa?—

—Um-— quiso decir, queriendo mirar a Stuart en búsqueda de unos ojos familiares, —... lo normal. Creo— pudo escuchar una risa por parte de David, sin embargo no tuvo la intención de sonar gracioso.

—No vas a la misma clase de Stuart, ¿no?— habló el hombre. El moreno negó.

—Está en el A— intervino Stuart. —En el científico— sonaba extrañamente orgulloso.

—¿Y qué quieres hacer? ¿Vas a estudiar medicina?— alzando las cejas y con las palabras atascadas en la garganta, Murdoc dejó el tenedor sobre la mesa.

—No lo sé— anunció.

—¿Prefieres trabajar?— Murdoc se cuestionó el porqué tantas preguntas, pero asintió de todas formas. —Muy bien, está bien tener un dinero asegurado. Pero si tienes el potencial, plantéate ingresar a la facultad— de nuevo, asintió con la cabeza. Rachel tarareó, anunciando que quería decir algo.

—No sabemos en qué trabajan tus padres, cielo— pudo sentir la mirada de Stuart sobre él.

—... Mi padre está cumpliendo la huelga— habló, —y... m-no tengo contacto con mi madre—

—¿Están separados?— quiso saber David. —Entonces vives solo con tu padre—

—... Y mi hermano— Rachel, al ver lo incómodo que Murdoc se encontraba hablando de su familia y sabiendo que David iba a seguir preguntando, decidió desviar el tema de la conversación.

—¿Y qué te parecen las clases de ballet? ¿Habías bailado alguna vez?— Murdoc negó.

—M-Me gustan— dijo, —son entretenidas— tanto Rachel como Stuart sonrieron.

—Se le da muy bien— comentó el peliazul, mirando a Murdoc. El moreno devolvió la sonrisa tímidamente. La cena transcurrió ligeramente, con más preguntas y anécdotas de por medio. Pero Murdoc se sintió desviado, ¿era así una cena normal en familia? ¿Bromeando y con risas de por medio? Le resultó agradable.

Hubo un momento, poco antes de terminar el postre, donde Stuart lo miró. Pero no con una sonrisa o una expresión despreocupada, sino semblaba más bien angustiado. Murdoc supuso saber lo que quería decirle con aquel gesto, y decidió asentir, aún dudoso. —Mamá— la nombró, llamando la atención de ambos. Stuart miró a sus padres y luego a Murdoc. Suspiró, porque sabía que Murdoc no daría el primer paso. Agarró la mano del otro por debajo de la mesa, sosteniéndola firmemente antes de guiarla hasta quedar sobre la madera. Ambos adultos observaron el gesto. —Murdoc y yo estamos saliendo— anunció. El nombrado lo miró con los ojos como platos, porque no imaginó que sería tan abierto. Pero se impresionó aún más al ver las sonrisas de los otros dos. Ni un grito, ni un golpe, tan sólo miradas comprensivas. El agarre de Stuart se hizo más fuerte.

—Me alegro, amor— dijo Rachel, —por ambos—

—Hijo... si era esto lo que te ha tenido mal estos días, debiste decírnoslo— le reclamó David, —sabes que te apoyaremos en cualquier decisión que tomes— con una sonrisa triunfante, Stuart asintió. Murdoc lo miró, pero ni siquiera pudo mantener la mirada más de un instante. —Murdoc— el joven dirigió su vista al adulto, temeroso sin justificación. —Seguramente Rachel ya te lo haya dicho, pero eres bienvenido cuando sea— Murdoc asintió, desviando la mirada de nuevo a la mesa. Se sentía sobrecogido ante tanta aceptación y aprecio. Stuart se levantó entonces, inclinándose sobre él. Los orbes castaños lo miraron, con lágrimas acumuladas en las comisuras de sus ojos. En un suspiro envolvió la mano ajena con las suyas.