El ruido incesante del despertador la despierta del sueño turbulento en el que Dean se encuentra presente. Jenna alarga la mano para detener el ruidoso sonido de la alarma y con una extrema lentitud como si fuera una muerta viviente se incorpora en la cama. Nota que sigue apretando con fuerza el anillo del vampiro en la palma de su mano. No comprende cómo apareció ese aro plateado en su dormitorio sin que ella se diera cuenta. Cree que, tal vez, su antiguo cuidador decidió atormentarla con su recuerdo una vez más.
Se extraña al sentir las manos transpiraras y temblorosas. Al levantarse, apoya sus pies desnudos en el suelo de madera sintiendo de inmediato la frialdad de la superficie provocada por el aire gélido que entró del ventanal abierto. Cuando está de pie, dispuesta a ir a la cocina en donde se escucha el tarareo de una voz femenina, se desploma repentinamente como si sus piernas no le respondieran. Se golpea la cadera contra el duro piso encerado. Sin darle importancia a la caída involuntaria, se levanta como si no hubiera pasado nada. Se dice, que seguramente aún estaba dormida y sus piernas no reaccionaron por el cansancio.
Sale de su dormitorio para ir a la cocina, quedando sorprendida del cuadro exhibido. Helen con un espléndido humor, prepara un desayuno con todo incluido como para un batallón. La mesa rectangular de vidrio con un mantel floreado, está decorada con la vajilla de porcelana que solo usan cuando hay invitados a los que impresionar. Dispuestos por toda la superficie hay, jugo de naranjas recién exprimido, tostadas, mantequilla, jalea, frutas de diferentes colores, un pastel casero de chocolate, budines, y una tetera negra con dibujos de letras chinas. Helen sonríe en modo de saludo a su hija, invitándola a sentarse en la mesa. Jeffrey se encuentra allí, devorando el pastel de chocolate. La chica, extrañada, se sienta cerca de su hermano dejándose llevar por el sentimiento de lo ordinario.
— ¿Por qué estas contenta esta mañana? — Pregunta Jenna sonriéndole a su madre, mientras toma una tostada, y la unta con mantequilla.
— No lo sé, simplemente me levante de buen humor. — Contesta Helen radiante con su delantal rosa pálido que dice, La mejor mamá.
— ¡Que importa la razón de que este contenta mientras siga cocinando pasteles de chocolate más a menudo!
Las palabras de su hermano, atragantado por la comida, hacen que Jenna ría antes de llevarse a su boca la tostada crujiente. Luego de terminársela, se sirve jugo de naranja en un vaso de vidrio alargado. Helen captando los movimientos de la chica, con una mueca de desaprobación, le arrebata el vaso dejándolo lejos de su alcance.
— ¿Por qué...?
— Te prepare un té. — Anuncia con malhumor a flote, señalando la tetera. — Creo que por lo menos deberías probarlo.
— Yo también quiero té, a mí me gusta más que a Jenna.
— No, es para tu hermana. — Declara seriamente.
Los dos jóvenes entienden que si tientan su suerte el humor alegre de Helen se haría añicos. La mujer sabe que a su hija menor le desagrada la idea de ingerir esa infusión, pero es el único líquido que le resta el sabor a muerte del veneno. Se acuerda, de que Jenna cuando era pequeña se resistía a ir a las fiestas de té de las niñas del vecindario...por odiar la bebida y a las invitadas. Siempre había una pelea entre ellas cuando la niña iba obligada por su madre, quien se impresionaba del carácter de su hija con tan solo cinco años.
Esta vez, Helen, le sirve la bebida en otra taza. El recipiente blanco que usó la otra noche, luego de que la muchacha vaciara su contenido, se tornó de un color oscuro. Al principio se horrorizó de la transformación, pero recuperando la calma, lo destruyó en pedazos pequeños que fueron arrojados a la basura.
ESTÁS LEYENDO
La caja de Pandora
FantasyEl Instituto Pandora, un establecimiento antiguo y prestigioso de la élite, decide realizar al comienzo del año escolar un análisis de sangre a sus alumnos con la excusa de prevenir enfermedades. A partir de ese examen la realidad de Jenna Willmort...