Capítulo 25

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            El vampiro de cabello azabache, irrumpe en la habitación derribando la puerta metálica, tras esperar en vano a que le abriera. Con sus facciones desencajadas, como si mil demonios lo estuvieran persiguiendo, se acerca al fondo del lugar, en donde una muchacha de espesa melena amarillenta está sentada. La figura femenina, recostada en una silla, contempla al sobrenatural con aburrimiento sin inmutarse por su arribo violento. Al verla, la compara con una reina que espera pacientemente la ejecución de algún sirviente. Siempre detestó la manipulación y superioridad que podía ejercer Karmel a las demás criaturas. Hasta Dean se prestó a los juegos de aquella vampiresa traicionera, que sigue reclamando la atención del vampiro. Caleb comienza a murmurar velozmente palabras sin sentido, mientras que ella clava sus ojos en él, acariciándose suavemente el cabello.

— ¿A qué se debe tu desagradable visita? — Pregunta pausadamente Karmel.

— ¿Tienes idea de lo que dicen en el mundo oculto? — Riñe el vampiro, provocando una mueca en la cara de la chica.

— Recuerda que los chismes, además de ser adictivos, son muy maleducados.

— ¡Jenna casi muere, la intentaron envenenar! — Informa sin poder contenerse.

— Oh, pobrecita. — Comenta con una falsa preocupación. — Espero que se encuentre de maravilla.

— De hecho, sí. Le suministraron el antídoto correspondiente.

— ¿Entonces, por qué demonios invades mi Residencia si ella no está muerta?

— Porque, casualmente, la envenenaron con el Animas Vastabat. — Anuncia con sus ojos ambarinos chispeantes. — Y yo te proporcione uno, con el cual ibas a matar a alguien. Te advertí que tuvieras cuidado con quien te metías.

— Si mal no lo recuerdo, te contesté que era mi problema.

— ¡Ahora buscaran a los responsables, y no pienso encubrirte! — Exclama furioso. La vampiresa, desafiándolo con sus ojos leonados, se pone de pie. Conservando la postura de reina, que tanto aborrece Caleb, se aproxima amenazante a él.

— ¿Estás pensando en delatarme, pequeño Caleb? — Pregunta entornando su mirada.

— Si yo no confieso lo que hiciste, el Consejo me dará tu misma pena. Llámalo instinto de conservación, pero no planeo ser ejecutado por el bien de la humanidad.

— Siempre fuiste cobarde, a diferencia de Dean, que me protegería del Consejo.

— Claro, pero omites un detalle. — Responde el vampiro, cruzándose de brazos. — Lo entregarías al Consejo para fugarte más rápido.

— No pienso ser crucificada por el viejo decrepito Rinwood. Si yo caigo, te aseguro que tendrás el papel protagónico en mi declaración sobre como conseguí el veneno. — Explica la muchacha, encrespada por las palabras anteriores de Caleb.

— Esta vez te pasaste. — Comenta haciendo caso omiso a la vampiresa. — Matar a un sobrenatural de esa manera de por si es arriesgado, pero ¿a la indefinida? Debes odiarla mucho para haberte expuesto.

— No tienes idea de cuánto la detesto.

— La razón es Dean ¿no?, ¿todavía piensas que él querrá estar contigo, a pesar de todo lo que hiciste?

— Yo no tengo miedo a las consecuencias de mis actos. Si el consejo decide aniquilarme, por lo menos quiero llevarme conmigo a la indefinida. — Manifiesta inmutable.

— Dean te odiará por siempre. He visto cómo se comporta cuando Jenna está cerca de él, y déjame decirte que jamás mostró excitación ante tu presencia.

La caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora