Los ojos de la muchacha chocan contra el muro solido de concreto, dándose cuenta que no existe ninguna salida. Está atrapada. El pánico le invade el pecho agitado. Piensa en escalarlo pero no hay ninguna irregularidad en el terreno como para poder treparlo. Está atrapada, se repite. En un intento desesperado busca canalizar sus habilidades pero sin sangre, es casi imposible obtenerlos. Se tensa automáticamente cuando escucha las fuertes pisadas de aquel individuo. Instintivamente se recarga en la pared fijando su vista a las sombras del lugar. Aspira profundo para tranquilizarse y accidentalmente siente el perfume de él. Hiervas, madera quemada, todo en una misma criatura. Su corazón golpea frenético su caja torácica queriendo salir de su cuerpo repleto de rasguño producto de la reciente confrontación que terminó con ella escapando.
El sonido de las botas del muchacho se incrementa, haciendo sufrir a la chica. Adornado por una roja mancha profunda en la remera verde oliva, clava sus castaños irises inexpresivos en las facciones de la joven. Con una postura derecha le dedica a la joven un intento de sonrisa que le provoca a ella un vuelco de estómago. Los musculosos brazos descubiertos se tensan cuando levanta una lámina plateada que reluce a pesar de la oscuridad. En su mano izquierda sosteniendo la espada, cuya función reside en matar a la Reina, brilla un pequeño redondel de plata. Con una mueca de jactancia se detiene en seco a escasos metros de ella para apreciar el pánico en su cara.
— ¿Me mataras? — Pregunta dolida. El muchacho menea la cabeza provocando que la argolla de su lóbulo reluzca.
— Es más que eso. — Explica acariciando la espada con sus largos dedos. — Te voy a purificar.
— ¿Por qué yo?
— ¿Por qué tú? — Repite en voz alta entrecerrando los ojos poblados de pestañas. — ¡Porque eres igual que ella, porque la elegiste, porque te utilizó como herramienta para vengarse!
— ¿Y qué hay de ti? Usas a tu descendiente para castigar a la hija de tu enemiga.
— Tú la elegiste una vez y la volverás a elegir, a pesar de que la hayas expulsado de tu sistema.
— ¡Dean, tu puedes librarte de él! — Grita la muchacha desesperada. — ¡Sácalo de tu cuerpo!
— Él no te escucha, sabe perfectamente que eres una mentirosa como tu madre.
— ¿Entonces, porque la amabas tanto?
— Por la misma razón que mi descendiente te amaba. Porque queríamos ignorar sus propias naturalezas y no nos dimos cuenta que son nocivas para cualquier ser que habite en el mundo.
— Dean...no lo hagas. — Solloza cayendo de rodillas, apelando al muchacho detrás de su agresor. — Siempre te elegí a ti.
— ¡Silencio! — Exclama irritado mientras levanta la espada.
— Por favor, no lo hagas. No lo hagas.
El muchacho al que amó, él que le prometió su seguridad, él que correspondió al amor entregado por ella, hunde la espada en el cuerpo de la chica callando sus suplicas. El color carmín cubre el suelo frio en donde yace Jenna. Solo se puede escuchar el silencio peligroso que no tiene retorno, mientras que su atacante contempla la escena con la barbilla en alto teniendo la seguridad que hizo justicia.
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La caja de Pandora
FantasyEl Instituto Pandora, un establecimiento antiguo y prestigioso de la élite, decide realizar al comienzo del año escolar un análisis de sangre a sus alumnos con la excusa de prevenir enfermedades. A partir de ese examen la realidad de Jenna Willmort...