Sin rastro

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Ella se encontraba exhausta, se había cansado de retener las lágrimas y fingir con todo que se encontraba bien. Ella se encontraba agotada, de responder a todo con una sonrisa y bajar la mirada cuando alguien le decía algo que sabía le haría doler. 

Había vuelto a discutir con sus padres; aunque para una discusión se necesitaban dos, por eso mientras su padre la insultaba como una rutina diaria y su madre se desentendía, ella solo escuchaba luchando para no dejar ver sus ojos cristalinos. 

No recordaba cuando había sido la última vez que su padre había pasado más de un día sin llamarla inútil, malagradecida o estúpida, ella sabía que sus palabras no la definían pero luego de escucharlo diariamente por más de dos años una parte de ella había empezado a creérselo.

Ni siquiera recordaba una razón para empezar a ser tratada así, un día empezó con un insulto por una equivocación y sin darse cuenta el sermón de su padre se había vuelto habitual, aunque si buscaba en sus memorias más antiguas siendo apenas una pequeña de seis años se veía a si misma llorando sobre su escritorio bajo la mirada enojada de su progenitor pues había cometido un error con su tarea. Quizá desde allí debió entender que la actitud agresiva de su padre no sería pasajera, aunque la idea de pedir ayuda era muy difícil de entender para una pequeña, cómo acusar a alguien de causarte daño si era esa persona la que debía protegerte, a eso agregarle que en su mente nadie le creería ya que sus heridas no se veían en la piel.

Entonces callaba, se guardaba todo y lo cubría con una sonrisa de oreja a oreja que no le llegaba a los ojos, ocultaba sus ganas de echarlo todo por la borda con chistes negros sobre la muerte que nadie tomaba enserio, porque, quién que quisiera morir hacia chistes sobre aquello .Ellos no lo sabían pero era su forma de pedir ayuda, de gritar entre risas que no estaba bien y necesitaba que alguien la sacará del pozo donde se estaba hundiendo, pero tal vez las sonrisas eran muy reales para los ojos que la rodeaban, ojos que jamás notaron las marcas en sus muñecas, ojos que jamás notaron lo vacía de su risa. ni lo mucho que ocultaban las buenas calificaciones y una actitud proactiva.

Ella estaba cansada y vio que nadie vendría a salvarla, ya ni ella quería salvarse, estaba harta de sostenerse en en una cuerda inestable que había quemado sus manos y sus ganas de salir adelantes, entonces decidió tomarla y aunque no estaba segura de cómo anudarla probó varias veces en su cuello sentada en su cama; sintió la sangre acumularse en su cabeza, aún podía respirar pero esperaba que cuando colgara del techo dejara de hacerlo.}

De pronto la cabeza le empezó a latir muy fuerte con un dolor insoportable, le dolía mucho la mandíbula pues los latidos se sentían incluso en los dientes mientras sus ojos se sentían a punto de explotar, con algo de esfuerzo desató el nudo y jadeó por el esfuerzo.

Luego de tanto tiempo se acercó a su pequeño espejo y se sonrió sinceramente, una sonrisa confiada y expectante casi emocionada aunque cansada, finalmente podía sentir el término de todo cerca, sin embargo su mente no se llenó de paz. Su sonrisa se vio opacada por las lágrimas que empezaron a brotar de sus ojos como un grifo dañado, algo dentro de ella le decía que no quería morir pero ella se sentía tan exhausta de seguir intentándolo.

Hacia meses que su vida había dejado de tener un rumbo, ella que tanto había soñado con su futuro había dejado de pensar en él pues simplemente perdió el sentido, limpió sus lágrimas rápidamente y aunque no tenía idea de lo que había después de la muerte pensó que no encontraría nada peor de lo que ella estaba viviendo.

Tomo la cuerda y la paso por más vigas expuestas de su techo, aseguró el nudo y apoyando su peso en un banquillo la ató a su cuello con manos temblorosas, recordó entonces que no había dejado un mensaje ni una explicación pero supuso que encontrarías los textos que ella había estado escribiendo para postergar su partida y espero que eso fuera suficiente explicación.

Retomó su tarea mientras escuchaba a su padre teclear en su computadora y a su madre lavando la vajilla en la cocina, ambos en casa no habían notado el llanto de su hija aunque ella se había vuelto muy buena ocultándolo, luego de años practicando cada noche su llanto se había vuelto tan silencioso que era casi imperceptible.

Empujó el banco con sus pies y sintió un fuerte tirón en su cuello, el dolor que la había atacado mientras estaba sentada se intensificó y su cuerpo en una reacción de supervivencia trato de desatar el nudo pero se obligó a detener ese reflejo.

Vio entonces que había dejado la puerta de su habitación abierta y en ella unos pequeños ojos la miraban confusos, su hermano menor de apenas 2 años la veía en el suelo mientras sostenía un pequeño juguete, con su casi inentendible pronunciación la llamó para jugar, solo entonces ella pensó en él, y el lugar en donde lo estaba dejando.

Su pequeño hermano se quedaría en esa cueva solo y estaba segura que sus padres cometerían el mismo error, con sus últimas fuerzas desató el nudo que por su inexperiencia no estaba realmente bien hecho y cayó al suelo, tomando aire con pesadez.

Corrió a abrazarlo, ella no lo dejaría a su suerte y estaría ahí con el siempre para protegerlo de las personas que tenían como padres, rogaba que pudiera tener la fuerza para seguir adelante y se aferró a él para tener un ancla a tierra. El hermano creció y ahora con siete años su memoria ha borrado ese acontecimiento aunque ella jamás lo sacará de su mente y sus padres...bueno así como las noches de llanto y las varias heridas en sus muñecas, ellos jamás lo notaron.

Relatos Para Una Noche de InsomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora