- Sabía que vendrías.
- ¿Cómo estás tan seguro de que sería yo y no cualquier otro mercenario?- respondió la mujer encapuchada.
- Porque fuiste tú quién pidió el encargo, ¿verdad?- respondió el anciano volviéndose con una sonrisa.
La encapuchada se sorprendió ante aquella respuesta. Se suponía que el encargo era totalmente secreto.
- ¿Cómo sabes tú eso? No había nadie más aquel día.
- Ahí es donde te equivocas- respondió entre risas acercándose a ella- lo que pasa es que nadie me vio, ¿acaso olvidas ante quién estás?
- Creo que los guardias habrían notado si un anciano de capa blanca hubiera entrado mientras se celebraba la reunión.
- ¿Quién ha dicho nada de un anciano?
- Vos dijisteis que...
- Sí, sé lo que dije- interrumpió el anciano abruptamente- pero nunca dije nada de un anciano. La encapuchada quedó perpleja ante las palabras de aquel extraño hombre.
- Lo que no entienido, querida- dijo ante la cara de asombro de su interlocutora- es ¿cómo y por qué decidiste traicionarme?- Ella alzó el rostro ofendida por aquellas palabras.
- ¿Traicionarte?- preguntó. Ya sabía de que se trataba aquello- Alakin, déjate de juegos y muéstrate- cruzó los brazos sobre el pecho e hizo una pequeña mueca.
- ¿Con honestidad?- preguntó él transformándose en un joven de cabello negro.- ¿tú eres la que quiere hablar con honestidad cuando todo lo que has hecho ha sido engañarme y traicionarme?
- No te he traicionado, Alakin. Sabes que eso no es así.
- Oh, sí que lo has hecho. Porque si no me has traicionado como bien dice, ¿qué haces aquí si no es para darme el veredicto de la reunión? ¿qué haces aquí si no es para decirme que mi padre ha decidido desterrar a su hijo y abandonarlo a su suerte?
Ella le miró con lágrimas en los ojos. Él estaba rojo de rabia pero sus ojos también lucían como los de ella, pero la diferencia era que sus lágrimas eran de la rabia que sentía por su traición. Sabía, de alguna manera, que ella había votado a favor del destierro, que ni siquiera había intentado que le dieran otra oportunidad, que dieran su mano a torcer.
En el fondo, sabía que el destierro era culpa de ella, que tenía que haber admitido la culpa de lo que pasó y no dejar que todo cayera sobre Alakin, pero por temor dejó que él cargara con toda la culpa.
- Responde- gritó Alakin dejándose llevar por la furia- dime la maldita verdad.
- No pude hacer nada...- comenzó ella entre sollozos.
- No pude hacer nada- repitió con burla- ¿no pudiste o no quisiste? Porque ambos sabemos que si podrías haber hecho algo, como por ejemplo parar la votación o haber intentado convencerlos pero no hiciste nada, ¿verdad?
- ¿Incluso ahora me vas a tratar así?- preguntó alzando la mirada hacia él. Su rostro estaba inundado por las lágrimas que no había podido contener, la rabia y la decepción se apoderaron de ella- ¿Incluso ahora? He soportado años de que me trataras así. Años de que me trataras como a un simple perro, me usaras como quisieras y luego me dejaras ignorada en una esquina hasta que fuera detrás de ti suplicando por una pizca de tu atención.- Alakin no respondió, aquello le había pillado por sorpresa- Sabes que habría dado cualquier cosa por ti, que habría renunciado incluso a mi propia vida por ti; pero ¿sabes qué?, me alegro haber votado a favor de tu destierro.
- Nunca dejaste aquello por mi, porque fue tu padre quien te desterró a Sandrone.
- No lo estás diciendo en serio.
- Por supuesto que sí.
- No, tú nunca harías algo así.- dijo negando con la cabeza y acercándose lentamente a ella.- Nunca harías algo así. Tú me amas demasiado para hacerme algo así.
- ¿No habías dicho hace unos minutos que te había traicionado?- su voz tenía cierto toque juguetón- pues ahí tienes tu traición.
El silencio se hizo en el pasillo. Las lágrimas de ella habían dejado de correr en el momento en que su rabia invadió su cuerpo. Por fin había hecho lo que llevaba años intentando hacer pero nunca había sido capaz, dejar a Alakin.
Habían sido años de silenciosa tortura y burlas por parte de Alakin, pero siempre había seguido a su lado porque le amaba y porque él siempre le decía que la quería. Por fin le había dejado, y la votación fue su mejor oportunidad para hacerlo.
- Confié en ti ciegamente y me equivoqué. Nunca debí haber confiado en ti- dijo mientras le daba la espalda- Me equivoqué y por fin enmendé mi error. En la votación ha habido unanimidad- le miró por encima del hombro- te han desterrado, Alakin.
Alakin quiso contestar pero ya era demasiado tarde, ella ya se había marchado. Él sentía toda la rabia y tristeza que ella sentía, habían estado conectados desde el principio pero al fin entendió porque ella hizo lo que hizo, lo había hecho por él.
Un resplandor blanco brillaba sobre el negro suelo de mármol. Con los sentimientos a flor de piel, recogió el brillante objeto y lo observó. En el calor de la pelea, ella se quitó el colgante que él le había regalado el día en que se conocieron. El colgante que simbolizaba tantos años de amor.
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Dagas y mentiras
Fantasía¿Qué pasaría si un día la mayor asesina de Sandrone se aliara con el dios más mentiroso del planeta? Susark es conocida por ser la mayor asesina a sueldo del reino de Sandrone. Un día, se le encomienda una difícil tarea que ella asegura que puede ll...