- 1 -

14 1 0
                                    

Las botas de Susark repiqueteaban sobre el suelo de piedra de Sandrone. Había sido llamada a palacio por el rey, cosa era extremadamente rara porque nunca se llamaba a la gente del pueblo, y mucho menos a criminales como ella.

Sabía que era una de las personas más buscadas, y no la tomaban muy en serio por ser una mujer, pero a pesar de eso, ella iba con la cara al descubierto y la cabeza en alto. Al fin  y al cabo, la habían llamado a palacio y si no acudía podían esperarle peores consecuencias de las que ya le esperaban. Ser criminal y que te buscaran ya era malo, pero que no acudieras a palacio cuando te llamaban era peor. Incluso personas como ella, respetaban eso.

- Pero mira a quién tenemos aquí, si es la escurridiza sombra de Sandrone. ¿Te has cansado de huir y has decidido entregarte?- dijo uno de los guardias cuando llegó a la puerta de palacio, el otro se limitó a reír la gracia de su compañero.

- Sé que tienes ganas de verme entre rejas, ricitos de oro- dijo pasando junto al guardia que había hablado- pero vengo porque tu jefe me ha hecho llamar, y ambos sabemos que pasa cuando no acudes a una llamada de palacio.

- ¿Y por qué iba el rey a llamar a escoria como tú?

Susark fue tan rápida que apenas fue vista. Antes de que el guardia pudiera defenderse, y su compañero salir en su defensa; Susark le tenía inmovilizado contra el muro y una daga amenazaba contra su garganta mientras que la otra apuntaba hacia la de su compañero.

- No sé porqué el rey quiere verme, pero si quieres averiguas porqué me buscan y todos me temen- dijo en un susurro apretando aún más la daga. El guardia trató de tragar saliva pero el filo se lo impidió. Algo atrajo la atención del guardia.

- Así que eres una de ellas, ¿eh?, pensé que os habíais extinguido hace tiempo- Susark aflojó un poco la presión de la daga- tus ojos se han vuelto amarillo- dijo entre risas ante la confusión de la chica- y todos sabemos que significa y que futuro que conlleva.

El guardia estuvo a punto de reír ante su propio comentario pero un ruido sordo atrajo la atención de la chica. Con la velocidad de la luz, desplazó la daga que apuntaba al otro guardia y la dirigió al umbral donde un chico esbelto, pelirrojo, pecoso y tan pálido como el papel levantaba las manos en señal de paz hacia la daga de Susark.

- Supongo que eres a la que han hecho llamar- dijo con cara de pocos amigos- y muy a mi pesar, me encantaría que degollaras a ese imbécil que tienes contra la pared pero te están esperando.

Dicho esto, dio media vuelta y emprendió el camino de regreso con las manos tras la espalda y la certeza de que Susark le seguiría.

La chica soltó al guardia de un empujón, miró juguetona al otro y comenzó a caminar tras el hombre.

#

- Pero mirad quién ha llegado, la mujer más escurridiza de Sandrone- dijo el rey a modo de saludo cuando Susark entró a la sala. No hizo falta que la introdujeran.

- Veo que seguís ahí empotrado, igual que desde que tengo memoria- respondió Susark con una inclinación de cabeza.

- Y sigues igual de vacilona que siempre, querida niña ¿no te cansas de hablarle así a alguien con tanta autoridad como yo?- preguntó cruzándose de brazos.

- Le he hecho una inclinación de cabeza, su Alteza. ¿Es que eso no ha sido suficiente respeto para su Enormidad- dijo intentando contener la risa- perdón, quise decir su Majestad. Ya sabe que quienes no pudimos continuar con nuestros estudios a veces se nos va un poco el vocabulario.- Una pequeña risa recorrió la sala.

- Déjate de sandeces y atiende a lo que te voy a decir- respondió quitando importancia a sus palabras con un gesto de mano- necesito encargarte un trabajo.

Susark levantó la cabeza curiosa. Desde pequeña le enseñaron que no debía mirar a nadie de la realeza a los ojos sin su permiso, pero aquello merecía la ocasión.

- Mi hija Aprilis está en edad de casarse y ya se ha acordado su matrimonio con el príncipe heredero de Aramburu, Kylor.- comenzó el rey. La princesa, allí presente, esbozó una sonrisa triste ante la mención de su prometido- Partirá en unas horas y quiero que la acompañéis.

- Alteza, no entiendo que tiene que ver eso conmigo.

- Tranquila, ahora te explico- el rey se acomodó en su asiento- Nuestras familias han tenido una gran amistad desde tiempos inmemoriales y me encantaría que la acompañaseis hasta allí, ya que vos conocéis mejor que nadie las tierras de alrededor y los peligros que esconden.

- ¿Perdone?Sigo sin entender nada.- Susark no daba crédito a lo que oía, ¿cómo sabía él que ella conocía los exteriores de Sandrone?

- Cómo habéis escuchado, quiero que la acompañéis hasta allí. Podéis hacer uso de la guardia o ir con vuestra propia gente, como vos queráis.

- Verá su majestad, yo soy ladrona y asesina, no niñera.- dijo intentado contener la rabia que empezaba a sentir ante aquellas palabras- No pienso acompañar a la princesa a otro reino para que vea a su prometido o lo que quiera que vaya a hacer allí.- se dio la vuelta y comenzó a marcharse. Le daba igual si aquello era de mala educación o no, y aunque fuera una criminal seguía teniendo unos valores que no pensaba rebajar por mucho dinero que le ofrecieran o sea lo que fuere que le iban a ofrecer.

- Tu libertad y tu cabeza están en juego.

Susark se detuvo pero continuó dando la espalda al rey. El gordo era listo, había jugado la carta ganadora y lo sabía. Sentía como sonreía satisfecho a su espalda y como un brillo se encendía en sus ojos.

- Con el debido respeto, no viajaré hasta allí para hacer de niñera.

- ¿Entonces escoges huir y esconderte para siempre? Pensaba agregar una suma económica bastante alta por los que muchos de tu calaña no dudarían- una pequeña sonrisa comenzó a dibujarse en la cara del rey, había ganado y lo sabía.

 - ¿Puedo preguntar a qué se debe tanto interés porque acompañe a su hija hasta allí?- dijo volviéndose hacia él. Si se trataba de inteligencia y astucia, estaba claro que ella le ganaría por mucho poder y dinero que él tuviera.

El hombre rió. Le habían dicho que la chica era lista, pero nunca se imaginó que tanto.

- Porqué yo lo solicité- respondió la princesa dando un paso al frente. Hasta ese momento, había permanecido desapercibida en las sombras tras el trono de su padre- Yo solicité que me acompañarais hasta allí.

- ¿Y a cambio promete no poner precio a mi cabeza?

- ¿Y por qué harías algo así teniendo tantos guardias?- preguntó cruzándose de brazos- ¿Por qué una persona que lo tiene todo quiere la protección de una asesina y ladrona para ir a ver a su prometido?

- Mis motivos no son asunto tuyo.- respondió a la defensiva.- Solo aceptad y la corona y cualquier persona que le ponga precio a vuestra cabeza, dejará de hacerlo.

- Y por ese motivo, es un placer hacer negocios con sus majestades.- Susark hizo una reverencia a modo de burla con muchas florituras- Será un placer acompañaros a ver a vuestro amado.

Dagas y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora