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- - ¡ Exigo que me saquéis de aquí!- exclamó la princesa al otro lado de la puerta de madera- ¡ En nombre de la corona, abrid la puerta ahora mismo y sacadme de aquí!

- Su padre dijo que tenía que protegerla y eso hago, princesa. Por eso se quedará aquí mientras hago unos recados antes de partir.


Susark había engañado a la princesa para llevarla a su casa y encerrarla en una habitación mientras ella salía a resolver algunos asuntos. La Taberna del Gato Tuerto podía ser demasiado peligrosa para las mujeres, y en especial para ella.

En aquella taberna se reunía lo peor entre lo peor de todo el reino, y bastante le había costado a ella hacerse un hueco entre tanto descerebrado y misógino como para llevar a la princesa sin pensarlo dos veces.

- Sé perfectamente lo que dijo, ¡pero eso no te da derecho a encerrarme aquí!

- En realidad, sí. Además, sólo estará aquí un momento, y no estará sola. Giovanna estará aquí por si necesita algo.

- Yo estaré aquí ¿para qué y para quién?- preguntó Giovanna apareciendo de la nada. Diversos libros flotaban a su alrededor envueltos en una especie de humo verdoso. Giovanna la observaba detenidamente esperando una respuesta; Susark sabía que estaba intentando leerle el aura solo por como se movían sus ojos azul hielo- ¿Y bien, vas a responderme o no?

- ¡Abreme la puerta!

- ¿Esa ha sido la voz de la princesa?- preguntó Giovanna girándose bruscamente hacia la puerta.

Antes de que Susark pudiera decir algo en su defensa, Giovanna tomó el pomo de la puerta y se adentró en la habitación. Una Aprilis algo despeinada y sonrojada de todo lo que había llorado mientras suplicaba a la asesina que la abriera la puerta, le dio la bienvenida; ante aquella presencia inesperada, Giovanna dejó caer los libros que flotaban a su alrededor. La princesa miró a la muchacha y luego a la asesina en busca de ayuda. Susark no sabía qué hacer o dónde meterse.

- ¿Qué hace la princesa ahí?- dijo volviendo a cerrar la puerta.- ¿Podemos ser conscientes por un mísero momento de que me acabo de jugar la cabeza por tu culpa?

- Si te digo la verdad, no sé por dónde empezar a explicarte.- Una daga apareció flotando a pocos centímetros de su rostro con la velocidad de un rayo.

- ¿Qué tal si empezáis por abrirme la puerta?- exclamó Aprilis desde el otro lado.

- El rey me llamó para hacerme un encargo- comenzó Susark ignorando a la princesa.

- ¿El rey?- dijo alzando una ceja- ¿El rey te llamó a ti? Justamente a quién quiere ver muerta.

- Gio, déjame explicarte.

- Sí, explícame porqué el rey te llamó cuando quiere ver tu cabeza rodar por las calles y porqué ella está aquí- dijo cruzándose de brazos. Sus dedos brillaban con verde algo más intenso que antes. Sus ojos comenzaron a oscurecerse y su pelo moreno caía en una delicada trenza sobre su pecho.

La puerta se abalanzó hacia adelante como si una fuerza sobrenatural la hubiera empujado. Ambas hermanas saltaron hacia los lados, y sobre la puerta cayó la princesa. Giovanna y Susark compartieron una mirada atónita.

- Pedí varias veces que me abrieras la puerta- dijo levantándose como si nada y sacudiéndose el polvo del vestido con indiferencia.

- ¿Acabas de tirar la puerta abajo, Aprilis?

- ¿Es que acaso de sorda también estás ciega?- dijo con impertinencia.

Giovanna miraba el hueco donde estaba la puerta y a la princesa alternativamente. No creía como era posible que la princesa hubiera reunido la fuerza suficiente para tumbarla.

Dagas y mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora