Primer Acto 1.6

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Fernando y La Dama Triste

FERNANDO.—Señora...

DAMA.—¿Es usted nuevo en la casa?

FERNANDO.—Soy... el nuevo ayudante del doctor.

DAMA.—Me pareció verle aquí hace un momento, besando a una señorita. FERNANDO.—Ah, sí... Se había pintado los labios con arsénico, y quería hacer una experiencia.

DAMA.—Qué interesante, ¡morir en un beso! Algo así buscaba yo.

FERNANDO.—¿No ha encontrado todavía su procedimiento?

DAMA.—Son todos demasiado brutales.

FERNANDO.—Sin embargo, siempre pueden encontrarse matices.

DAMA.—He pedido al doctor que probara a envenenar una rosa. Me gustaría morir aspirando un perfume.

FERNANDO.—La felicito: esa tendencia a morir por las nances es del más delicado romanticismo. Pero no es cosa fácil.

DAMA.—Yo he leído alguna vez que Leonardo da Vinci hizo un experimento de envenenamiento de árboles.

FERNANDO.—Sí, parece ser que trató de envenenar los frutos de un melocotonero a través de la savia. Pero aquel verano los melocotones se desarrollaron más sanos que nunca. Yo, en cambio, de pequeño, tenía un manzano enfermo en mi huerto. Para reanimarlo se me ocurrió darle en las raíces una inyección de aceite de hígado de bacalao ¡y se cayó muerto de repente! Los árboles tienen unas reacciones extrañas.

DAMA.—Lástima...

FERNANDO.—Puede encontrarse otra cosa. ¿Conoce usted el libro del doctor Ariel? ¿No? Ah, es un manual perfecto. Vea en el apéndice la distribución geográfica de los suicidios. (Extiende la, hoja de un mapa.) Cada raza tiene sus predilecciones y sus fatalidades. En la zona del naranjo — España, Italia, Rumania— predomina la muerte por amor. En la zona del nogal —Francia, Inglaterra, Alemania— el suicidio político y económico. En la zona del abeto —Suecia, Noruega, Dinamarca— la muerte voluntaria disminuye, al mismo tiempo que aumenta el nivel de los salarios y la democracia. ¡Es la Europa civilizada!

DAMA.—¿Dónde está señalado el suicidio pasional?

FERNANDO.—Aquí: la franja encarnada. Vea, al margen, la gráfica estadística: «índice anual de suicidios por amor: Inglaterra, 14; Francia, 28; Alemania, 41; Italia, 63; España, 480... Estados Unidos, 2.» DAMA.—¿Dos solamente?

FERNANDO.—Dos. Eran mejicanos nacionalizados. (Deja el libro.)

DAMA.—Ah, qué bien ha hecho usted en leerme esos datos. Esa estadística me señala el camino de mi raza. ¡Me gustaría tanto morir por amor! Desgraciadamente, para eso no basta una voluntad; hacen falta dos... ¿Usted me ayudaría?

FERNANDO.—Honradísimo, señora, pero... estoy comprometido ya. Tengo que suicidarme mañana con una pianista polaca. DAMA.—Siempre llego tarde.

FERNANDO.—Perdón.

DAMA.—¡Y cuántas veces lo he soñado! ¡Esas parejas japonesas que se lanzan cogidas de las manos y coronadas de crisantemos, al cráter del FusiYama!

FERNANDO.—Una muerte bellísima. Desdichadamente, España es un país arruinado: no nos queda ni un miserable volcán para estos casos. (Leí Dama.

Triste se sienta. Suspira desolada,.) Y ahora, si me hace usted el honor de una confidencia, ¿por qué quiere morir?

DAMA.—¡Por tantas cosas!

PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA 🌻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora