– Auch, me haces daño, ten cuidado – escupió adolorido mientras seguías pasado el algodón por su moreton que se identificaba en su mejilla izquierda.
– Te lo mereces, ¿cuantas veces te he dicho ya que no me gusta que te metas en esas peleas? – Intentaste ocultar tu preocupación aparentando estar enfadada.
– Ellos mismos se lo han buscado – miró hacia otro lado.
– Si, y tu has salido peor herido que esos pardillos. Ya te dije que no te metieras con gente mayor que tú, todos sabemos que eres fuerte pero no hace falta que lo demuestres siempre. Además, hace unos días tuviste otra pelea y todavía no se te habían curado las heridas, mira como tienes la cara ahora.
– ... – ni se molestó en reprochar, sabía que tenías toda la razón.
– Deberías pagarme, es la segunda vez que te curo en la semana y a saber cuantas más me quedan.
– Te pago con besitos.
Baji te agarró de las caderas y te colocó en su regazo mientras empezaba a darte pequeños besitos en tu cuello seguido de tus mejillas y luego tus labios.
Cuando se separó no pudiste evitar soltar una pequeña risa mientras te tapabas la cara sonrojada.
– Me gusta más cuando sonríes, aunque también te ves tierna cuando estás enfadada – comenzó a acariciar tus piernas desnudas mientras te miraba con aprecio.
– Bueno ya, estate quieto que o sino nos pasaremos toda la tarde aquí y tus amigos todavía te están esperando afuera.
– Podrían esperar un poco más – dijo coqueto y subió sus manos por debajo de tu camisa dirigiéndose a tus pechos hasta que tú le diste un puñetazo en su estómago provocando que sacase rápidamente sus manos para colocarlas en su barriga quejándose del dolor.
– Veo que estás aprendiendo de mis clases – siguió retrocediendose del dolor.
– Eso es porque eres un traviesillo, así que manten tus manos quietas y déjame terminar con tus heridas.
– Eres cruel.
– Tú también, sabes lo mucho que me prepcupas y aún así te sigues metiendo en líos con otras pandillas.
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