Capitulo III

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Cuando los dos seres se deslizaron en silencio entre los árboles, una pequeña estructura de hierba apareció a la vista. Sus largas y afiladas garras en manos y pies se agarraban al terreno esponjoso con familiaridad. Colgados boca abajo a un palmo de distancia del techo de la cabaña, Sasuke olfateó. Seis esencias separadas llenaron sus fosas nasales. Cada una pertenecía a una mujer. El olor despertó algo en él que se agitó durante unos momentos, luego se calmó.

El ciclo Castian debía haber terminado. Sasuke estaba feliz y, sin embargo, triste. No quería dominar a la hembra fuera de control por su aroma. Pero pasarían otros cuatro años antes de que el siguiente ciclo comenzara a producir descendencia masculina. No serían concebidas más mujeres hasta que pasaran otros cuatrocientos años. Las dos compañeras de los hermanos de Sasuke iban a tener descendencia femenina, por eso se sentía un poco dejado de lado. Nada le habría gustado más que ser capaz de tener a su propia niña.

Moviéndose con cautela, Sasuke aterrizó en el suelo sin hacer ruido. Observó por un pequeño agujero de la pared de la estructura. Unos dedos pequeños se extendían sobre la hierba al aire libre. Los dedos se veían muy delicados y blancos en medio de las verdes y altas plantas. Agachándose, Sasuke levantó la esquina del tejido de hierba y se asomó. Casi se echó hacia atrás cuando vio a una mujer, con los ojos cerrados, a meros centímetros de su nariz.

La hembra era hermosa. Las hebras del pelo, seda rosa, caían sobre sus hombros. Tenía rasgos delicados. Los desordenados jirones de su pelo rizado enmarcaban su rostro. Unas pequeñas salpicaduras de lo que los humanos llamaban pecas cubrían su nariz respingona, pero de una manera linda.

El ascenso y la caída de su pecho hacían que sus cubiertos globos redondeados fueran fascinantes. Sus delgados brazos estaban desnudos, pero la camisa cubría su delgado vientre. Sasuke estaba decepcionado... la mayoría de las mujeres dejaban su torso desnudo para la seguridad de un guerrero. Esta tenía unos pies diminutos. Sasuke miró más allá de ella para ver a Obito en el otro lado de la estructura; él también estaba mirando a una mujer. Había seis dentro durmiendo, sin saber que sus vidas estaban a punto de cambiar. Todas parecían muy pequeñas.

Con sumo cuidado, Sasuke cogió la mano de la hembra humana y la metió de nuevo dentro de la cabaña. Al segundo en que la tocó, cayó el escudo que protegía su mano; las secreciones de su piel respondieron a ella.

Era como si su esencia la hubiera reclamado. Un sabor afrodisíaco que no podía explicar inundó sus emociones. Sasuke sacudió la cabeza; soltó la mano y su escudo regresó a su forma original, rezumando de su piel. Hizo un gesto a Obito. Los dos se encontraron cerca de la parte delantera de la estructura, y luego fueron a los árboles. Una vez escalaron los gigantes de treinta y dos metros en segundos, comenzaron a planear. Sasuke quería que esas hembras volvieran a Bagron con ellos. También quería que la dulce hembra que había tocado se apareara con él.

 También quería que la dulce hembra que había tocado se apareara con él

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Sakura fue la primera en despertarse. Se quedó tumbada en su estera, preguntándose qué la había despertado. No era como si pudiera oír nada. Era más como un sentimiento. Durante ese año, la conciencia de lo que la rodeaba pareció duplicarse. Sentándose, echó un vistazo a su alrededor. Los rayos de los soles se habían empezado a colar por las pequeñas grietas de las paredes de hierba. Todas estaban quietas y dormidas. Sakura asomó la cabeza por la entrada de la estructura. La aleta de la puerta había sido cerrada por la noche. Parecía una mañana típica.

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