Capítulo 1: La herencia.

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Te preguntarás por qué he estado varias semanas sin dar señales de vida. Sí, ya sé que no tengo muchos amigos y nadie me ha echado de menos, pero, yo qué sé, igual alguien se había percatado de que mi silla ha permanecido vacía durante demasiado tiempo. El caso es que me han sucedido una serie de acontecimientos que me han llevado hasta el punto en el que hoy me encuentro.

No estaba pasando una buena situación económica, tú lo sabrás bien. Las deudas con la compañía de internet me llevaron a un punto en el que me cortaron la línea. Fue un antes y un después en mi vida. No solo ya no podría buscar la información necesaria para el trabajo de Derecho Procesal Penal, sino que además me iba a perder los interesantísimos coloquios sobre el League of Legends de mi streamer favorito, el Poxas. Un desastre, pero entonces recordé una cosa.

Unos días atrás me enteré de que mi viejo había estirado la pata. Mi viejo, por decir algo. Nunca tuve mucha relación con él porque a temprana edad nos abandonó a mí y a mi madre a nuestra suerte. Para colmo, no me reconoció como su vástago. El caso es que el hombre era un tipo multimillonario, con una mansión, mayordomo y todas esas cosas. Al no haberme reconocido como su descendencia, pensé que no tendría ningún derecho en su herencia. El caso es que el tipo estaba solo pero solo en la vida. Vamos, que no tenía a nadie más que a sí mismo y a unos cuantos "amigos" que solo le querrían por el dinero. Llegados a este punto, ¿era muy descabellado que pudiera reclamar algún derecho sobre la herencia? Además, siempre podrían hacer la prueba de paternidad.

Sin pensar mucho en las consecuencias ni en que posiblemente todo esto fuera un plan sin pies ni cabeza, cogí mi mochila super chula de Boku no Pico Academia que me pillé por Aliexpress y partí hacia la mansión de mi viejo, pensando en que alguien me recibiría. El camino fue largo y tortuoso. El metro se paró en medio del trayecto entre dos estaciones durante 20 minutos. Los chorretones de sudor caían por mi camiseta, también de Boku no Pico Academia (no juzgues, soy super fan), y mi cuerpo entero empezaba a oler como una clase de Educación Física de segundo de ESO. Un desastre, pero no podía echarme atrás, no después del terrible trayecto en metro.

Subí las escaleras del metro con la determinación de encontrarme con la mansión de mi viejo, mi futura mansión. Pero todavía quedaba camino por recorrer. Evidentemente, las mansiones no se encuentran normalmente junto a la boca del metro. Como no me quedaban billetes decidí no coger el bus e ir andando a donde sea que estuviere la urbanización en cuestión. Tuve que pasar una serie de fincas separadas entre sí por largos y terroríficos descampados. Tuve que cruzar un bosque en el que caí sobre un charco y destrocé todos mis pantalones, que no eran la gran cosa, pero les tenía cariño porque con ellos me presenté al certamen de poesía de mi instituto allá por cuarto curso de ESO (ya han pasado años desde entonces, pero me siguen valiendo y quedando de perlas). No gané el certamen, pero guardo el recuerdo (y los pantalones) con cariño. En ese momento no solo se llenaron de fango, sino que una rama que estaba colocada estratégicamente los rasgó de modo que podía verse mi ropa interior. Mi ropa interior también era de Boku no Pico Academia. Es que soy muy fan, de verdad.

Me derrumbé. Sí, aquello era demasiado, parecía que el Universo se había puesto de acuerdo para que no fuera a la mansión de mi "padre". Primero lo del metro, luego lo de que la boca del metro estuviera un poco a tomar viento de mi destino, y luego la guinda del pastel, lo de mis pantalones. Mis queridos pantalones. Pero decidí recomponerme. Si ya había llegado hasta allí no podía echarme atrás. ¿Acaso no hubiera sido en vano todo mi sufrimiento si lo dejaba todo a medias? Pues probablemente. También probablemente me fuera a comer un rosco en la mansión, pero eso aún no lo sabía. Y había un 0,00001% de posibilidades de que saliera de allí en un Ferrari y sonándome los mocos en un fajo de billetes de 200 euros. ¿Existen los billetes de 200 euros? Nunca he visto uno.

El caso es que seguí adelante. El bosque no tenía fin, como las vías del ferrocarril. Un pájaro tuvo el detalle de hacer sus necesidades sobre mí. Por lo menos lo hizo sobre mi cabeza y no sobre la camiseta de Boku no Pico Academia, que está firmada por el autor y si la lavo hay muchas posibilidades de que se borre la firma. Además, ese día me tocaba lavarme la cabeza, así que no fue algo del todo malo. ¿Qué problema podía haber en presentarme en una casa ajena con el pelo lleno de trazas de mierda? Ninguno, porque el resto de mi outfit era peor.

Y, después de mucho sufrir, llegué a la mansión en cuestión. Era grande. Muy grande. ¿Cómo podía mi viejo vivir solo en ese lugar durante tantos años? Llamé al timbre. Ring ring. Nadie contestaba. Ring ring. Estaba perdiendo mi paciencia. Ring ring. Todo este camino para esto. Ring ring. Y entonces, la verja se abre de modo automático. Puedo entrar en el jardín que da a la propia mansión en sí. Cuando me acerco a la mansión, la gran puerta se abre. Por fin iba a llegar a mi destino, aunque, ¿realmente era ese mi destino?

Entré en la casa y me sorprendí al ver que todo era aún más grandioso por dentro que por fuera. Me quedé con la boca abierta. Además el lugar estaba completamente vacío. Se hacía aún más abrumador. Entonces, una dulce voz resonó en mis oídos. "Buenas tardes", dice. Se trataba del supuesto conserje de mi viejo. Un tipo alto, atractivo y elegante que hizo saltar todas mis alarmas a primera vista. Todas mis alarmas de crush, porque vaya si era guapo, pero guapo guapo, a rabiar. No parecía humano. No, esa belleza no era humana. La ropa que llevaba era la típica de mayordomo y yo me recreaba, durante los pocos segundos que pude tener contacto con él, en lo que habría debajo. Se me caía la baba sobre mi camiseta de Boku no Pico Academia, justo sobre la cara de Deku. Menudo cuadro.

El supuesto conserje era muy amable. Le pregunté que dónde y cómo podía reclamar la herencia de mi padre y me dio la dirección de su abogado. Estaba en la otra punta de la ciudad. Mecachis, tendría que hacer un nuevo trayecto tortuoso si quería alcanzar la meta de mi largo viaje personal. Me despedí del apuesto galán y salí de la mansión con la cabeza muy alta (para que no se me vieran los restos de caca de pájaro).

Una vez fuera de la mansión me acordé de que no me quedaban billetes de metro. Hacer un viaje a la otra punta de la ciudad iba a ser un poco difícil. De momento, tenía que hacer de vuelta todo el camino del bosque y los descampados y aquello casi que era lo de menos. ¿Cómo podría llegar a mi destino? Lo único que se me ocurrió fue rebuscar en mi ropa interior. ¿Por qué? Siempre guardo una moneda de dos euros para emergencias, por si me pasa algo. Mi última moneda de dos euros. Pero esos dos euros se podían convertir en dos millones.

Pensando en lo que haría con mis dos millones de euros y con mi mansión de lujo, cogí el metro (esta vez no me pasó nada raro en el bosque) y, acaparando las miradas de todo el mundo, emprendí mi camino de nuevo. Y, después de aguantar toda una línea de metro entera, pisé la calle con aún más olor a humanidad del que ya emanaba hasta el momento.

Ya era tarde, sobre las ocho o así, y el despacho del abogado estaba por cerrar, pero tomé fuerzas para llegar lo más rápido posible a su planta. En el despacho se encontraba el abogado en cuestión. Le conté toda mi historia y lo de mis posibles derechos a la herencia de mi "padre". El tipo me enseñó el testamento y me lo explicó. Lo que me contó me dejó los pelos como escarpias.

Sí, mi viejo me había tenido en cuenta en la herencia. De hecho, lo había dejado todo para mí, pero con una condición: que conviviera con su robótico asistente personal, AlexT47-A, durante mes y medio y consiguiera robar su corazón de hojalata y conseguir que me pidiera matrimonio.

Corazón de HojalataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora