Capítulo 5: ¿Primera cita?

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Tras unos días conviviendo con Alex se me encendió la bombilla. Tal vez era ya el momento de que tuviéramos nuestra primera cita. O algo así. Es cierto que en ese tiempo no había surgido ninguna clase de chispa romántica, más allá de que me pareciera rematadamente atractivo y me latiera el corazón a mil por hora cada vez que se me acercaba. Pero el caso es que en él no surgían los sentimientos y necesitaba que surgieran. ¿Y qué podía hacer para que surgiesen? Llevarlo a pasear, hacer algún plan, salir al mundo real. Las cosas que hacen las parejas o las cosas que se hacen para conocer a otra persona. No sé, nunca he tenido pareja ni he salido para conocer a otra persona.

La cosa es que en todos los animes de romance, ya sean shojo, shonen, seinen o josei, hay una cosa que coincide: la primera cita. Si bien no sabía si esto era una cita en sí, porque, como ya he dicho, el robot no tenía aún ninguna clase de interés (romántico) en mí. Pero había que despertarlo.

Así que un buen día me desperté y de buena mañana le hablé.

—Vamos a salir a pasar el rato.

El robot se levantó.

—Como desee —me dijo. 

Y yo asentí, como esperando a que se preparara o algo, o que me acompañara. Probablemente hubiera que coger alguno de los Ferrari que hay en el garaje.

El robot se dirigió, en efecto, al garaje. Y yo le acompañé, porque pensaba montarme en el coche con él. Y me hacía mucha ilusión, porque nunca me había montado en un Ferrari, como es lógico. Lo que me encontré cuando llegué al garaje no fue lo que me esperaba. Alex cogió un par de ruedas y una especie de utensilio metálico que no logré identificar en un primer momento. "Espera", me dijo. Y yo esperé, a ver qué otra cosa iba a hacer. Entonces, flexionó las piernas, se colocó en el suelo, y puso una de las ruedas en su torso, quedando justo debajo de su cuello. Su cuerpo se modificó de algún modo y sonó una especie de "click" cuando la rueda quedó enganchada. Después, con las piernas, porque las manos las tenía enganchadas también a la rueda, colocó la rueda restante en las propias piernas. Y volvió a sonar el "click". Estaba en una especie de postura como a cuatro patas. No cabía en mi asombro. ¿Qué es lo que estaba viendo?

—Por favor, ¿puede colocar el manillar en mi coronilla?

Me quedé un poco sorprendida. ¿El manillar? ¿Qué manillar? Luego caí en que era aquel objeto metálico que sacó al principio. Estaba por ahí tirado en el suelo, así que lo cogí y lo coloqué como me pidió, estaba demasiado en shock como para hacer otra cosa. Y se enganchó a ritmo del "click". Miré la bonita estampa. Voilà, Alex se había convertido en una moto.

—¿A dónde quiere que le lleve? —me preguntó. Yo no sabía qué responder. Era todo muy extraño. Quería salir con él, no que me llevara a ninguna parte como medio de transporte. Y mucho menos que se convirtiera en una moto.

—Eeeem, verás, Alex, es que no quiero que me lleves a ninguna parte... Más bien quiero llevarte yo a alguna parte... O sea, no quiero esto...

—No sé a qué se refiere —Yo tampoco lo sabía.

—Que querría que saliéramos... Ya sabes, tú y yo juntos. A alguna parte. No que me lleves a ningún sitio, quiero que vayamos, como iguales.

El robot se quedó pensativo. ¿Puede un robot quedarse pensativo? Por lo que parecía, sí. Después de unos segundos me dio una respuesta.

—Verá... Nunca he salido de ese modo de la mansión. No sé si puedo... —Me dio mucha ternurita.

—Claro que puedes, quiero que vengas conmigo por ahí.

No sé animar muy bien a las personas, pero no me costó convencerle porque resulta que el robot tenía que cumplir mis órdenes. De manera casi milagrosa, logró quitarse las dos ruedas y el manillar él solito. Volvía a ser el de siempre, a pesar de haber sido una moto con una forma un poco rara hace unos momentos. Estaba tan apuesto y tan galante como antes. 

Después vino el segundo problema. ¿A dónde íbamos a ir? Porque yo no tenía experiencia en citas. Y el robot parece que menos. Nos quedamos un buen rato en el coche sin saber a dónde ir. Fueron unos momentos hermosos, llenos de romanticismo. Una atmósfera íntima y evocadora se abría entre nosotros dos. Eso y que estaba disfrutando de estar en un Ferrari, aunque no estuviera en marcha.

Al final se me ocurrió decir que fuéramos a ninguna parte. El robot no entendió la orden. Parece ser que le tenía que decir un sitio concreto para que me llevara. Esto me dio que pensar. ¿El robot no tiene iniciativa propia? Porque yo sí tengo, pero sin pasarse, o sea, no tengo ni idea de sitios, en general, porque no soy de esas personas que salen mucho de casa (o que salen de casa, directamente).

Y si el robot era un ser sin iniciativa, volvíamos a lo de siempre, ¿cómo iba a lograr que me pidiera matrimonio? Ni siquiera era capaz de llevarme a un sitio cualquiera con el coche sin que yo le tuviese que dar la idea. Íbamos mal, muy mal. Me puse de los nervios. Le dije que fuéramos al centro comercial más cercano. ¿Al centro comercial más cercano? ¿Qué se me pasa por la cabeza? Alex aceptó, con su típica actitud servicial.

—Como desee.

Corazón de HojalataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora