Capítulo 9: Corazón de hojalata.

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Después de aquella noche, las cosas se tornaron algo tensas, al menos por mi parte. Me daba muchísima vergüenza mirar a Alex a los ojos e incluso intentaba evadir todo contacto con él. Por su parte, parecía que quería seguir hablándose conmigo, porque me decía las cosas típicas de siempre y ponía de su parte. Ya sabes, me preguntaba que qué quería de desayuno, que si calentaba el agua de la bañera, que qué pijama quería para por la noche... Yo yo le evadía con respuestas cortas, monosílabos y demás.

No es que quisiera alejarme de él, al contrario, pero toda aquella situación me había sobrepasado. Durante todo este tiempo me había convencido de que me casaría con Alex o, por lo menos, dejaría que me pidiera matrimonio (ya vería lo que hacía después), pero en ese momento empecé a sentir que me venía todo demasiado grande. ¿Casarse con Alex? ¿Las personas no se casan cuando saben que han encontrado al amor de su vida? Es muy difícil determinar cuándo has encontrado al amor de tu vida. En mi caso, podía que lo hubiera encontrado o podía que no. Con tan poco tiempo de convivencia no podía apostarlo todo por mi relación con Alex. ¿Pero qué era apostarlo todo? Tan solo era casarse... Además, Alex era perfecto y seguramente no podría encontrar a nadie mejor (ni peor) en la vida. Porque no podía haber nadie mejor que Alex. Los robots tienen todo lo mejor de los seres humanos pero eliminando lo peor, así que Alex era la versión mejorada de cualquier tipo que me podía encontrar por el mundo.

Por otro lado, estaba la opción de no aceptar su pedida. ¿Pero eso estaba bien? No quería herir sus sentimientos, más ahora que yo también los tenía. Sí, tenía sentimientos por Alex como nunca los había tenido por otra persona, quería pasar toda mi vida junto a él en nuestro particular Lago Azul (la mansión), pero no podía evitar que verlo todo tan de cerca me abrumase.

O quizás me estaba haciendo ilusiones, quizás Alex no quería nada de mí e incluso quisiera perderme de vista. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando se me pasó por la cabeza aquella posibilidad. ¿Y si solamente estaba ejerciendo de robot y estaba haciendo de mi estancia en la mansión una estancia placentera? Podía ser posible, tenía hasta la función de sex robot... Yo quería creer que Alex me quería, que habían surgido los sentimientos robóticos en su corazón de hojalata, ¿pero existen los corazones de hojalata? Tal vez no como tal, tal vez hayan llegado a desarrollar una máquina capaz de amar, si es que eso es posible, y de ello quería convencerme. Una máquina que fuera capaz de amar a alguien y capaz de tener la iniciativa de pedirle matrimonio. Porque, si no, ¿qué sentido tenía todo este reto que me habían puesto por delante? Tal vez solo reírse de mí...

Quizás estuviéramos en lo que dije antes, quizás tendría que pedirle YO a Alex que me pidiera matrimonio. Y él me diría "como desees" y acto seguido me pediría matrimonio. Dentro de lo malo, no sería la peor posibilidad. La peor sería quedarme sin herencia y tener que volver a mi piso cochambroso sin internet. No quería volver a mi sucia habitación. ¿Pero de verdad podría quedarme en la casa sin Alex? Tal vez no podría soportarlo. En ese momento tuve claro que, si Alex me pedía matrimonio, debía aceptarlo. Y si no me lo pedía, no tendría que quedarme en la mansión sin su amor.

Y esperé pacientemente a su pedida de mano el poco tiempo que quedaba hasta el día final. Hasta que finalmente llegó. Fue un día raro para mí, porque empecé a hacer la maleta como asumiendo que ya lo había perdido todo. También tomé una nueva decisión: si Alex no me pedía matrimonio por sí mismo, yo no le obligaría a hacerlo. Porque si no lo hacía por sí mismo, yo no quería aceptar la petición de Alex. Y aunque no la aceptara y me la hiciera, ya decidí que no quería quedarme en la mansión sin él.

Pondría tierra de por medio y me largaría de ese lugar. Lo guardaría todo en mi corazón como un hermoso recuerdo, muy hermoso. Y, por mucho que me molestara tener que volver a mi sucia habitación, volvería y pasaría página. Mi vida no se acababa ahí. Mi vida acababa de comenzar, que era muy distinto. Con Alex había aprendido a abrirme a los demás, a mostrarle mi verdadero yo a otra persona, a divertirme, a conocer mundo, a disfrutar de la vida. Si no hubiera sido por él, hubiese sido incapaz de desnudar mi alma en este mensaje, no hubiese podido ni juntar dos palabras. Durante el mes y medio que me acompañó, descubrí cosas que nunca antes me había planteado ni conocer. Descubrí un nuevo mundo de posibilidades y me descubrí a mí. Me había ayudado mucho y no iba a usarlo como un simple objeto. Porque no era un simple objeto.

No tuve que hacer las maletas, al fin y al cabo vine con una mano delante y otra detrás. Me puse la ropa con la que vine: aquella camiseta de Boku no Pico Academia y aquellos pantalones rotos. Me marcharía como había venido de puertas para fuera, pero siendo una persona completamente distinta de puertas para adentro. Me acerqué al vestíbulo de la mansión, esperando encontrar a Alex, con su ropa elegante y sus buenas maneras. Esa sería la última vez que perdería mis ojos en su sonrisa.

Y allí estaba, justo como me lo imaginé segundos atrás. Tan radiante, tan hermoso, me costaría acostumbrarme a dejar de tener su presencia cada día. Pero así sería mejor, pensé. Lo miré fijamente, para no olvidarme de cada detalle de su apariencia. Quería guardarlo siempre en mi recuerdo.

—Adiós, Alex —me despedí de forma dramática, dejando una lagrimilla caer por mi rostro para mayor dramatismo.

Entonces, Alex me acercó su mano y me la secó. Aquello no me lo esperaba para nada, pero menos me esperaba lo que iba a pasar después.

—Verás, yo... —Alex miraba hacia sus manos, evitando mis ojos, con timidez—. Yo no tengo ningún anillo para pedirte matrimonio...

Sí, aquello me sorprendió muchísimo, me quedé con la boca abierta. ¿Alex me estaba pidiendo matrimonio? Todo indicaba a que sí. Por un momento se me pasó por la cabeza que estaba poniendo una excusa tonta, pero su expresión no decía lo mismo.

—Pero puedo darte esto.

Y aquello sí que no me lo esperaba ni me lo hubiese esperado en mil años de vida. Alex se arrancó el dedo gordo de la mano izquierda y sacó una tuerca del diámetro de mi dedo anular. Las lágrimas inundaron mis ojos, aquello era muy surrealista, pero era tan surrealista que me encantaba. Alex se puso de rodillas ante mi, que no cabía en mi asombro por todo lo que estaba ocurriendo.

—¿Quieres casarte conmigo?

La proposición de Alex resonó por mis oídos como música celestial. Lo que menos me importaba en ese momento era la herencia, la mansión, el dinero y los Ferrari del garaje. Lo que quería en ese instante era a Alex, que no me había dado su corazón, pero me había dado un cacho de su dedo gordo. Supongo que un mecánico podría arreglarlo en algún momento, pero aquello era un gesto muy bonito. Tome de su mano su curioso anillo y le di mi respuesta.

—Como desees.

Corazón de HojalataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora