Capítulo 8: Noche de pasión.

25 8 17
                                    

A partir del día de la piscina las cosas fueron avanzando viento en popa. Se puede decir que Alex y yo empezamos a hacer una vida casi de pareja. No sé muy bien cómo es la vida de pareja porque nunca he hecho vida de pareja, pero debe ser algo parecido a lo que se ve en las películas. Te das los buenos días por la mañana, las buenas noches antes de dormir, desayunáis juntos (o, al menos, Alex te mira desayunar), a veces tu pareja te lleva el desayuno a la cama, vais a hacer la compra juntos al hiper... La cotidianidad se hizo con nuestras vidas. Pero lo mejor de todo ello eran las sonrisas, la complicidad entre ambos, la relación que había ido surgiendo y creciendo entre nosotros dos.

Como la semilla de un árbol que crece si la riegas cada día, mi relación con Alex fue alimentándose del amor y los buenos sentimientos que fueron naciendo entre los dos. En ningún momento me rendí, siempre pensé que podía surgir algo más entre Alex y yo. De verdad que hice bien en no hacer la chorrada de ordenarle que me pidiera matrimonio desde un principio, porque he tenido la oportunidad de ver a Alex mostrar la personalidad que tenía oculta en su interior, los sentimientos que nacen entre los engranajes robóticos de su alma.

Llegó un momento en el que le dije que no me llamara de usted y lo entendió perfectamente. De hecho hasta le alegró mucho que me tomara esa confianza. ¿Cómo no me iba a tomar esa confianza? Habíamos vivido un mes y una semana juntos, sin más contacto con otras personas del mundo. ¿Cómo no iba a surgir la chispa entre ambos?

Y yo estaba en las nubes con Alex. Es cierto que no habíamos formalizado nada, ni nos habíamos dado un beso ni cogido de la mano como hacen las parejas, ¿pero acaso las cosas que hacíamos no eran de pareja? Que baje Dios y lo vea, aquello era convivencia marital de la buena. Me sonrojaba solo de pensar en los momentos tan "íntimos" que había vivido con Alex tan solo dos minutos atrás. Con momentos "íntimos" me refiero a pequeñas cositas como miradas, sonrisas, gestos... Ya sabes, otro rollo. Esas cositas que hacen que tu corazón lata a mil por hora.

Pero quizás eran pocos momentos íntimos. Se me pasó por la cabeza la idea de intimar más. ¿Pero eso le parecería bien a Alex? ¿No habría que formalizar antes la relación? Y en el caso de que no se formalizase nada, ¿cómo podía saber que Alex no se lo estaba tomando como una mera relación de robot-propietario? Porque yo no quería que fuera algo sin sentimiento, yo quería que surgiera de forma natural en nuestra relación. ¿Qué sería lo que pensaba Alex de todo esto? Porque, llegados a este punto, ya había asumido que Alex tenía una personalidad e incluso pensaba. Sí, las máquinas piensan, que para eso en nuestros tiempos existen softwares muy desarrollados.

El caso es que me estuve rayando durante días para nada. La última semana de aquel mes y medio que se me pasó volando, en uno de nuestros muchos momentos de complicidad, surgió la chispa del amor.  No quería contarte esto en un principio, ya sabes, porque me daba muchísimo pudor y eso, pero al final no lo he podido evitar, creo que es una parte de la historia muy importante para llegar hasta donde quiero llegar y poder contar bien la historia que quiero contar. Siempre andábamos con bromas y en una de esas, simplemente, nos lanzamos a los brazos del otro. La pasión nació como un fuego que nace o algo así, no sé, nunca se me dio bien hablar con metáforas que suenan bonito o lo que sea. El caso es que mis labios se juntaron con los suyos y los suyos con los míos de forma casi magnética. O incluso diría que sin el casi, porque el tacto de la boca de Alex era ligeramente metálico, a pesar de estar bastante logrado, y yo tenía un puente de metal en una muela, así que un poco de magnetismo había.

Y me enganché al tacto metálico de los labios y la lengua de Alex. Nunca había probado unos labios de verdad, ya sabes, unos labios humanos, pero puedo decir que si estos no se les parecían, eran mejores. La maestría que tenía en el arte del besar me dejó en un estado de asombro que no había experimentado anteriormente (también, porque no había besado a nadie). Simplemente me dejé llevar por su lengua. Lo que más me gustó fue su saliva, que no era de verdad, claro, y por eso tenía un agradable sabor a refresco de cola que me hacía querer más.

Y la pasión fue en auge hasta que acabamos en la cama. Sí, un poco aburrido, sé que te esperabas algo mucho más erótico, algo parecido a 50 Sombras de Grey, pero era mi primera vez, y no quería empezar a experimentar estos terrenos de forma tan brusca. Fue algo muy bonito la verdad. Los ojos de Alex se cruzaban con los míos y sus besos inundaban mis labios y mi cuerpo.

—P...por favor... Sé gentil... —le dije, porque lo vi en un manga y parece ser que eso es lo que se dice en estas situaciones.

—Como desees.

Sus palabras me llenaron de dicha. No sabría explicarlo, pero fue una conexión persona-máquina absoluta. Nuestros corazones conectaron en ese momento; el mío, un corazón humano, y el suyo, un corazón de hojalata. Y ambos corazones se fundían al igual que nuestros cuerpos. La verdad es que fue una noche para recordar. Y no es que me quiera explayar aquí ni entrar excesivamente en detalles, pero Alex es una máquina en la cama. Y fuera de ella, claro, o sea, quiero decir, es una máquina como tal. Pero creo que entiendes el punto.

Estuvimos toda la noche en vela y fue algo mágico. Al acabar no dijimos nada, simplemente nuestras miradas se cruzaron y yo caí en los brazos de Morfeo. A la mañana siguiente, tocaba seguir con la vida, ¿pero habrían cambiado en algo las cosas?

Corazón de HojalataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora