IX- Conquistando el futuro.

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-¿Es tu última palabra, Junmyeon?

-No, padre, no confundas la realidad para hacerme quedar a mi como un mal hijo. Es "tu" última palabra. Yo tengo muchas cosas que decir, muchas, pero no vale la pena si no me vas a escuchar. Aquí el que puso un límite entre los dos fuiste tú.

-Entonces, puedes irte.

La voz de su padre sonó cansada, muy cansada. Con sesenta años se quedaba solo, los hijos que sostendrían su mano en el final de su vida y continuarían su legado habían abandonado el hogar. Él no los supo amar.

-Siempre te consideré un hombre inteligente, padre, inaccesible pero inteligente. Gastaste una fortuna en mi educación, sabes que tengo potencial porque ya te lo demostré, soy profesional y competente, sin embargo, todo eso se fue al retrete solo porque me acuesto con otro hombre... Ahora reconozco que estaba equivocado. Eso no es ser inteligente, en una mente tan estrecha no puede haber luz verdadera o genialidad.

Junmyeon se acercó a la puerta del despacho lentamente, el señor Kim no se movió, no lo miró, no dijo una palabra.

-Buena suerte, papá.

Del otro lado, Junmyeon encontró a su madre.

No había que ser adivino para saber que había escuchado toda la conversación a través de la puerta. La mujer tenía lágrimas en los ojos y una tristeza tan completa que apuñalaba el alma. Junmyeon abrazó a la mujer y le pidió dar un paseo por el jardín.

Le contó todo, se sinceró, le pidió comprensión y le compartió sus próximos pasos en el futuro. Ella no dijo mucho pero, ya en el portón de la regia mansión, lo besó en la frente y le dio su bendición.

Se abrazó así misma cuando la puerta de aquel auto negro se abrió y salió un hombre como un gigante que tomó a su hijo de la mano después de saludarla con una profunda y respetuosa inclinación. Junmyeon le sonrió desde la ventanilla y ella asintió con la cabeza repetidamente hasta que el auto se alejó.

Junmyeon hizo a Chanyeol conducir al corazón de la ciudad, fueron directo al despacho del abogado Kim Jong-Hyun, un buen amigo de la universidad. Si algo había aprendido del mundo de los negocios era tener las cuentas claras.

Muchas de "sus cosas" pertenecían realmente a su padre y la compañía, él no quería nada de eso. Ahora entendía a BaekHyun tan bien, ¡Dios!, al fin lo entendía.

No se trata del dinero, ¡no se trata del maldito dinero!, se trata del desamparo y la decepción que te vibra en el pecho cuando piensas que esa persona te dio la vida y no le importas un carajo. Incluso las fieras más salvajes velan por sus cachorros.

Cuando Baekhyun se fue de casa lo hizo con solo la mochila que llevaba a la espalda; él tenía otra situación: poseía algunas acciones, cuentas bancarias donde por años depositaron un salario simbólico que nunca necesitó al ser hijito de papá, pequeñas inversiones que había hecho por sí mismo en la bolsa de valores y dos casas en propiedad que heredó de su abuelo materno cuando murió antes de que naciera su hermano menor.

No, nunca más iba a relacionarse con su nombre el apelativo de "millonario" pero no iba a morirse de hambre, no en este maldito mundo.

Él estaba seguro que su padre no levantaría un dedo en prejuicio de nada que tuviera que ver con sus finanzas. Durante años supo que enviaba dinero a su hermano cada mes y jamás abrió la boca al respecto. El problema del señor Kim con sus hijos nunca fue de dinero, fue falta de empatía, de compresión, de amor.

Sin embargo, su padre no era eterno, el día de mañana podría no estar más sentado a la cabeza de la junta directiva y el nuevo mandamás, tan ávido de fortuna y poder como fue su progenitor en sus tiempos, podía venir tras los hijos de este.

Hyung. La entrega.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora