VIII

206 8 2
                                    

Mitad del viaje del Argo II
(Narrado por Percy)

—¿Qué...? —Percy se frotó los ojos—. Oh, nos hemos dormido.
—Todo el mundo cree que os han secuestrado —dijo—. Hemos estado registrando el barco. Cuando el entrenador Hedge se entere... Dioses, ¿habéis estado aquí toda la noche?
—¡Frank! —Annabeth tenía las orejas rojas como tomates—. Solo bajamos a hablar. Nos quedamos dormidos sin querer. Nada más—el rostro de Annabeth estaba más rojo de lo que quería hacer parecer con su historia.
—Nos besamos un par de veces —dijo Percy.
Annabeth le lanzó una mirada asesina.
—¡No estás ayudando!
—Más vale que... —Frank señaló las puertas del establo—. Tenemos que reunirnos para desayunar. ¿Estáis dispuestos a explicar lo que habéis hecho... quiero decir, lo que no habéis hecho? No quiero que ese fauno... digo, sátiro... me mate.
Frank echó a correr.
Cuando por fin todos estuvieron reunidos en el comedor, no fue tan terrible como Frank había temido. Jason y Piper se sintieron sobre todo aliviados, aunque se sonreían mutuamente, aguantándose la risa, casi como la última vez. Leo no podía parar de sonreír y murmurar:
—Memorable. Memorable.
Annabeth le lanzó una mirada asesina a Leo por eso.
Solo Hazel parecía escandalizada, tal vez porque venía de la década de 1940. La chica no paraba de abanicarse la cara y evitaba mirar a Percy a los ojos. Él lo entendió. Si hubiese visto lo que él y Annabeth habían hecho habría bajado directamente del barco después de limpiar los establos con alcohol o agua bendita.
—¡En mi vida! —rugió el entrenador, blandiendo su bate y derribando un plato de manzanas—. ¡Contra las normas! ¡Irresponsables!
—Entrenador, fue sin querer —dijo Annabeth. "Ajá" pensó Percy—. Estábamos hablando y nos quedamos dormidos.
—Además, está empezando a parecerse a Término... —añadió Percy.
Hedge entornó los ojos.
—¿Es eso un insulto, Jackson? Porque si es así... ¡terminaré contigo, amigo!
Percy contuvo la risa.
—No volverá a pasar, entrenador. Se lo prometo. A ver, ¿no tenemos otras cosas de las que hablar?
—¡Muy bien! Pero te estaré vigilando, Jackson. Y tú, Annabeth Chase, creía que tenías más sentido común... ¡Una hija de Atenea indecorosa! ¡¿Qué pensaría tú madre?! ¡Inaceptable!
Annabeth se tapó la boca. O estaba realmente sorprendida, o se estaba riendo. Quería creer que era la última y que el discurso de Hedge no estaba haciéndola retractarse.
Jason se aclaró la garganta.
—Bueno, a comer todo el mundo. Empecemos.

Percy había descubierto nuevas emociones y sentidos esa noche. Y ahora quería explorar todo lo que eso abarcaba, pero tenían misiones y cosas en que centrarse.
Si, Percy no podía concentrarse. Menos con Annabeth al lado, pensó en si estaría bien tocar su pierna en ese momento, ya que ella tampoco parecía muy concentrada jugando con su tenedor después de notificar mi sueño y el de ella. En cuanto puse mi mano en su muslo me observó alarmada, pero sonrió. Volvió a jugar con su tenedor, pero ahora parecía animada.
Seguí trazando círculos y apretando hasta el final de la reunión.
De la nada, la conversación a la que no le estaba prestando atención se volvió densa. A Hazel le empezaron a temblar los brazos. Un plato de plata pasó zumbando hacia su cabeza, chocó contra la pared a su izquierda y desparramó los huevos revueltos que contenía.
—Tú... el gran Jason Grace... el pretor que yo tanto respetaba. Se suponía que eras muy justo, un líder fabuloso. Y ahora...
Hazel pateó el suelo y salió del comedor como un huracán.
—¡Hazel! —gritó Leo detrás de ella—. Vaya por Dios. Iré...
—Ya has hecho bastante —gruñó Frank.
Se levantó para seguirla, pero Piper le indicó con un gesto que esperara.
—Dale tiempo —recomendó Piper. A continuación, miró a Leo y a Jason con el ceño fruncido—. Eso ha sido muy cruel por vuestra parte.
Jason se quedó asombrado.
Percy se acercó al oído de Annabeth—¿Qué demonios...?
—No quieren rescatar a Nico.
El nunca sabía que pensar de Nico, pero definitivamente no quería que el chico muriese.
—¿Cruel? ¡Solo estoy siendo prudente!
—Su hermano se está muriendo—dijo Piper.
—Iré a hablar con ella—insistió Frank.
—No—dijo Piper—. Antes deja que se calme. Confía en mí. Iré a ver qué tal está dentro de unos minutos.
—Pero...—Frank resopló como un oso irritado—. Está bien. Esperaré.
Un ruido estridente como el de un gran taladro sonó arriba.
—Es Festo—dijo Leo—. He puesto el piloto automático, pero debemos de estar acercándonos a Atlanta. Tendré que subir... ejem, suponiendo que sepamos dónde aterrizar.
Todo el mundo se volvió hacia Percy.
Jason arqueó una ceja.
—Tú eres el capitán Agua Salada. ¿El experto tiene alguna idea?
¿Era resentimiento lo que se percibía en su voz? Percy se preguntó si en el fondo Jason estaba ofendido por el duelo de Kansas. Jason había bromeado acerca del tema, pero Percy suponía que los dos abrigaban cierto rencor.
Annabeth se levantó de la mesa de inmediato en cuanto Jason lanzó el comentario.
—Cálmate.
Jason se encogió en su asiento. Se tomaba enserio a Annabeth, o quizá le daba miedo. Podían ser ambas.
Percy omitió a Jason y explicó el plan. Iría junto a Frank a explorar la zona de Atlanta, porque 1) Confiaba en Frank, quizá era el segundo en el que más confiaba a bordo y 2) Era descendiente de Neptuno, le vendría bien otra persona que sepa desenvolverse en agua, además, eran familia.
—Claro. Supongo.
—Genial—dijo Percy—. Deberíamos llevar a alguien más. Annabeth...
—¡Oh, no!—gritó el entrenador Hedge—. Jovencita, estás castigada.
Annabeth lo miró fijamente, como si estuviera hablando en un idioma extranjero.
—¿Perdón? Yo soy...
—¡Tú y Jackson no iréis juntos a ninguna parte! ¡Quién sabe que harán en cuanto los dejemos solos!—insistió Hedge. Lanzó una mirada fulminante a Percy, desafiándolo a que le llevara la contraria—. Yo iré con Frank y el señor Pervertido Jackson. ¡El resto de vosotros, vigilad el barco y aseguraos de que Annabeth no infringe más normas!
Maravilloso, pensó Percy. Una salida de chicos con Frank y un sátiro sanguinario para buscar agua salada en una ciudad sin acceso al mar.
—Va a ser genial—dijo.
Observó a Annabeth rodar los ojos visiblemente molesta e insultada. Pero no respondió a lo que dijo Hedge.
—No te mueras, ¿crees que puedas hacer eso?
—¿Quién sabe?
Annabeth rodó los ojos y me golpeó el brazo. Exageradamente cariñosa y afectiva.

Percabeth ThoughtsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora