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¿Lo estás retando, Maddie?

Ian.

Bajamos las escaleras mientras hablábamos, o más bien, hablaba yo porque Maddie solo reía de todas las boberías que se me ocurrían. Se veía hermosa verdaderamente, amo verla tan contenta y emocionada, es todo lo contrario a mí, en su cara se reflejan cada una de sus emociones y eso me encanta, es alegre y cerrada pero no al extremo como yo, es carismática, es simplemente la persona que más admiro aunque no se lo diga.

Salimos por la puerta del local tomados de la mano y sentí como eso la hizo ponerse un poco nerviosa, sonreí.

—¿Te gustó? —pregunté aún sabiendo la respuesta.

—¡Sabes que me encantó! —exclamó, mis ojos bajaron de los suyos hasta sus labios, esos labios que me tientan cada día…

—Eso esperaba —sonreí satisfecho.

Y desde ese momento todo comenzó a pasar rápido, muy rápido.

Ella soltó mi mano con brusquedad y colocó la suya sobre su brazo, presionándolo con fuerza y soltando un gruñido, la alarma de mi cerebro se activó al momento y con rapidez la giré hacia mí para ver qué sucedía, retiró su mano y muchísima sangre comenzó a salir de su brazo, me quedé aterrorizado y la desesperación se comenzó a hacer presente, ella dejó caer su vista sobre la herida ya que no lo había hecho antes, sentí como sus ojos se cerraron repentinamente y sus piernas fallaron haciendo que casi cayera al suelo. La cargué en mi hombro y llegué a toda velocidad al auto para ir al hospital que más cerca se encontraba.

Si no me quitan la licencia de conducir por ir tan rápido será por todos los semáforos que me he saltado, mi única suerte es que no hay tráfico.

Y hablando de quitar licencias… un policía se encontraba en la esquina de uno de los semáforos, parecía que esperaba por mí porque nada más llegué a una distancia considerable me ordenó que parara.

¡Mierda!

Con rapidez obedecí, necesitaba avisarle de que no podía demorar, Maddie se encontraba inconsciente y su brazo continuaba derramando sangre a mares.

—Buenas noches. ¿Sabía que va muy rápido y que se ha saltado dos semáforos?

—Disculpe, por lo que más quiera, disculpe, pero, necesito llegar lo más rápido posible al hospital.

—¿Sucede algo?

—En el asiento trasero está mi novia desangrándose, por dios, necesito llegar a ese hospital ¡ya! —dije, sin pensarlo dos veces.

—Tranquilo, puede continuar, pero iré detrás de usted, necesito saber que ocurrió.

—No hay problema —acepté, ¿que más da que vaya dónde le de la gana? A mí lo único que me interesa en estos momentos es el bienestar de Maddie.

Volví a retomar el viaje y el policía encendió la sirena mientras iba detrás de mí, se me hizo más fácil conducir porque todos abrían paso lo más rápido posible.

Pasados cinco minutos que se me hicieron eternos logré llegar al estacionamiento del hospital que se encontraba frente al mismo. Cargué en brazos a Maddie y me dirigí a la entrada, el policía se quedó dos minutos hablando por el walkie-talkie pero yo no esperé por él.

—¡Ayuda! —grité pero todos parecían estar en lo suyo —¡Maldición! ¡¿DÓNDE ESTÁN LOS DOCTORES DE ESTE MALDITO LUGAR?! —volví a gritar, estresado, asustado.

Vida Patas Arriba Donde viven las historias. Descúbrelo ahora