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Reencuentro sombreado.

Salimos por la puerta principal, y sentí mis piernas temblar.

Lo acepto, tenía algo de miedo por lo que pudiera suceder, el mes de entrenamiento que había pasado no me pareció suficiente en ese instante, y mi conciencia maquinaba por segundo miles de imágenes de situaciones nada agradables en las que saldría tan descuartizada cómo mi madre en mis horribles sueños.

Mientras todos caminaban a mi lado, pero concentrados en lo suyo, yo paré un segundo y miré a mis alrededores.

La oscura madera de los árboles, y sus hojas brillantes por la luz de la luna brindaban un raro sentimiento de maldad y a la vez belleza. La verja se mantenía cerrada, esperando porque los autos comenzaran a andar para abrirse para ellos, mis pies sobre el cemento duro, entre mis zapatos de tacón que me hacían sentir muy bonita y estilizada, y mi arma en mi muslo, sujetado por una liga de encaje que llevaba, me pareció muy de película, pero lo más maravilloso que podrías apreciar en aquella escena, eran las rosas negras de la reja, su forma de verse tan delicadas y peligrosas a la vez eran algo fascinante.

Miré mis manos, e imaginé sangre recorriendo toda mi palma.

«¿Sería capaz de hacer algo así cuando llegue el final en el que me tenga que enfrentar a mis verdades y miedos?» pensé, y la verdad, era que no le temía a esa situación. Antes que nada para mí estaban bien presentes mi padre, mi mejor amiga, y las personas que quería. No, no confiaba en ellos, no sabía si debía, pero, no podía evitar extrañarlos y preguntarme cómo hubiera sido si todo fuera normal, y no existieran tantos peligros.

Respiré profundo.

Miré hacia el frente.

Y sí, me obligué a seguir caminando, y a tener el valor de enfrentarme a cualquier cosa que necesitara para volver a mi vida cotidiana en donde estaba cansada de la escuela y me quejaba de los sermones de dos horas del director Thomas, donde amaba la hora del almuerzo solo por ir con mis amigos, donde escuchaba las paranoias de Kevin negándose a cumplir los caprichos locos de Raquel, al igual que los autohalagos de Liam, o lo espontánea que era Lexi, y lo insoportable que era Ian, aunque esa última parte ya no pudiera ser vivida por segunda vez.

Me animé solo de recordarlos, y más emocionada por lo valiente que me sentía, me dispuse a seguir mi camino.

Corrí para alcanzar a los demás y que no se dieran cuenta de lo lejos que me había quedado.

—¿Estás segura de que estás lista? —escuché la voz de Tyler, que seguía con la misma cara de preocupación de aquella madrugada en el bar-casa de reuniones.

—¡Sí! Ya tuvimos esta conversación en mi habitación hace días. Todo está planeado, y si algo sale mal, los tengo ustedes, y a mi súper entrenamiento de este mes —finalicé, sintiéndome muy segura, y ví su rostro sorprendido por eso, en realidad, hasta yo estaba asombrada de la valentía con la que había hablado aún cuando hacía unos minutos había dudado si continuar.

—Está bien, sé que podrás adaptarte a todos estos cambios, y sobre todo, que te gustará, hay cosas no tan buenas, pero como en todo ¿no? —asentí, de acuerdo con él. Sonrió, algo tranquilo, y ví a Mackey venir corriendo por detrás, con su característica mascarilla, su pelo desordenado por el aire, y con un traje formal y elegante completamente negro, incluso la camisa de abajo del chaleco que normalmente es blanca. Se veía bien, pero sobre todo, resaltaban sus aires de persona reservada llena de secretos, y del cuento yo soy el gato que lo mataba la curiosidad.

Vida Patas Arriba Donde viven las historias. Descúbrelo ahora