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Sueños, alucinaciones, momentos aterradores y tristes. Tantas cosas destrozando su alma y su paz mental con una única interrogante: ¿Por qué?

Desperté sobre una cama muy cómoda, suave y agradable al contacto de mi piel con ella, pero esa no era mi habitación, aunque acepto que estaba muy hermosa. Sus decoraciones eran modernas y parecían ser de una fan un poco obsesionada; por todos lados habían pósters de Justin Bieber; las paredes eran beige y habían rosas negras plasmadas con pintura por todo el cuarto; sobre el escritorio había una laptop con páginas abiertas, como si alguien se hubiese pasado la noche indagando; una ventana muy grande dejaba entrar los rayos cegadores del sol y un espejo de cuerpo entero se dejaba notar al lado de una puerta de madera tintada de negro. Me levanté restregando mis ojos para acercarme a ver mi reflejo, pero yo no aparecía, era como un fantasma, no era visible.

Volví a restregar mis ojos, tanto sueño me estaba haciendo mal, cuando los abrí ví a mi madre entrar por la puerta, una oleada de sentimientos penetró en mi alma, ¿mi madre por qué estaba así? Se veía desgastada, cansada, triste, asustada, perdida en sí misma; por un segundo me observó y una lágrima bajó por su mejilla, una lágrima cargada de dolor.

¿Estás bien?pregunté, pero ella no dijo nada, y eso me valió como una respuesta.

Batallaba con mi sueño, quería despertar pero no lo lograba, estaba muy sumergida en él.

Moretones comenzaron a hacerse notar en sus ojos, ambos estaban muy hinchados e irritados, aparecieron rasguños en su cuello y brazos, se veía terrible. Cayó al suelo de rodillas y agachó la mirada, llorando con sentimiento, yo estaba anonadada.

Alguien apareció tras ella, ahí estaba él, con su capucha negra haciendo invisible su rostro, vestido totalmente de luto, con una navaja de bolsillo en su mano. De repente mi madre estaba en el piso, desangrada, observando el techo perdidamente, grité pero ni siquiera yo me escuché, fue como si lo hubiese intentado pero mi voz se hubiese ido. Él se acercó a mí, traté de alejarme, de golpearlo, de ir dónde Ashley estaba tirada, pero mi cuerpo tampoco me obedeció.

Tú serás la próxima, y de eso me encargaré yo pronunció, y por fin algo pudo salir de mi boca:

¿Y quién eres tú? ¿Crees que te tengo miedo?

Todos le tenemos miedo a nuestra peor pesadilla, y eso soy yo para tí.

Desperté, ahora sí en realidad, gritando como loca, sentada sobre mi cama, mirando hacia todos lados. Sí, ahora sí estoy en mi habitación. Lloré, lloré sin consuelo, mi cabeza dolía a más no poder y todo mi cuerpo se sentía tembloroso.

Ví a Lexi entrar por la puerta de mi habitación, luego Liam, los dos venían muy sofocados.

—¿Que pasa? ¿Por qué gritaste? —preguntó Lexi.

No les veía bien, tanta humedad alrededor de mis ojos me hacía la vista borrosa, pero sentí las grandes manos de Liam abrazarme con fuerza, un abrazo que necesito y he necesitado estos días.

A veces nos esforzamos por ser lo más fuertes posible, por hacernos creer a nosotros mismos que podemos con todo sin necesidad de alguien que te apoye en tu peor momento, pero llega el día en que explotas y necesitas el abrazo reconfortante de otro cuerpo.

Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza. Mis amigos son mi mayor familia, ellos a pesar de que me conocen hace pocos años son lo mejor que tengo, son los que han pasado conmigo por mis mayores depresiones y nunca me han dejado de lado.

Vida Patas Arriba Donde viven las historias. Descúbrelo ahora