Imaginación y realidad

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—Bueno señora Cho, eso sería todo por el día de hoy, muchas gracias por su colaboración —dijo la joven reportera mientras el cámara detenía la grabación y comenzaba a juntar sus pertenencias.

—Gracias a ustedes —agregó la mujer con una sonrisa enmarcada por profundas arrugas —. Es más, como agradecimiento les prepararé la especialidad de la casa.

—No es necesario señora Cho —dijo el alto hombre mientras se colocaba una gorra de lana sobre su brillante cabeza.

—No es problema -agregó la vieja mujer mientras sacudía una de sus manos —. Permítanmelo, si su problema es el tiempo pues déjenme decirles que no me llevará mucho. Además, para este clima frío, —soltó mientras señalaba la puerta en referencia a afuera —una comida caliente siempre es lo mejor.

Tras un intercambio de miradas, los más jóvenes, accedieron con un asentimiento de cabeza, mas no agregaron palabra debido que la anciana ya se había adentrado en la otra sala.

Mientras el hombre salía de aquel pequeño restaurante a guardar las cosas y fumarse un cigarrillo, la periodista se apoyó en el umbral de la cocina donde estaba la anciana, principalmente para no quedarse sola en una de las mesas. El silencio no duró mucho entre las dos mujeres, una charla amena se desarrollaba junto a la preparación de aquel platillo.

—¿En qué piensa mientras cocina? —soltó de repente la joven. Era una pregunta que había surgido mientras le veía cocinar. —Tranquila, esto no irá a la entrevista, así que puede contarme con confianza.

Una risa suave fue liberada por la otra parte para luego el silencio reinara, permitiendo que el sonido que hacia la hornalla encendida fuera perceptible. Pero aquello no duró mucha, la mujer de canoso cabello volvió a su tarea de cortar las verduras.

—Cuando quiebro el apio a usar pienso en el sonido que hacen los ligamentos al romperse -el sonido de la cebolla siendo picado sobre la madera hizo eco en la sala. —Cuando pelo las papas, pienso en que debo tener la misma delicadeza que cuando despellejo a alguien y que, en ambos casos, es mucho más fácil cuando se hierven. —El sonido de la cuchilla contra la tabla para arrastrar la cebolla y dejarlo caer dentro de la sartén aparece junto al sonido de fritura. —Este sonido —agrega la vieja sin despegar su vista de la cocina —, me hace pensar en los gritos y el llanto amortiguado por la mordaza.

La periodista no se ha dado cuenta, pero tiene sudor frío en su espalda y cuando la mujer gira a mirarla ella traga en grueso y con una sonrisa nerviosa agrega —Bu-bueno, e-es solo un pensar, es una imaginación.

Los ojos de la mujer junto a la mesada observan a la otra detenidamente y luego tras una sonrisa con un halo que la periodista no puede, o quiere, comprender se vuelve para bajar el fuego de la hornalla. —La gente se confunde, dicen que lo que vale en esta vida es solo lo que haces, y olvida que para hacer algo primero se tuvo que pensar, la gente olvida que la distancia entre hacer y pensar es muy corta, tanto que uno podría no darse cuenta el cuándo a cruzado dicha línea. —La joven da un paso atrás y se pregunta por qué aquel maldito la ha dejado sola con aquella loca. Pero de repente no hay atrás donde retroceder y la periodista se borra junto a toda la cocina y la ventana, por lo que la sala se oscurece y pasa a ser iluminada por una sola lámpara que cuelga a mitad del techo gris. Únicamente queda la vieja con su cuchilla.

El tomate, rojo y ya sin piel lloriquea como en un intento de pedir piedad, la vieja lo toma y lentamente le corta para escuchar el sonido que solo la fritura produce.

—Realidad o imaginación, imaginación y realidad —dice la vieja mientras el brillo metálico desaparece dentro del tomate y su jugo sale a borbotones. —A veces se me vuelve difícil distinguir una de la otra.

Un hombre sonrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora