capitulo 2

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—ME NIEGO —grito Arturo cuando escucho lo que su padre había ordenado.

—Aquí las cosas se hacen como yo digo —regaño su padre en frete de todos a Arturo, frente a todos los del consejo —y si no te gusta ¡lárgate! —sentencio, el rubio entrado en edad a su hijo.

—Es lo que quieres ¿verdad? —lo acuso furioso.

En realidad si, su padre lo odiaba y no perdía el tiempo en hacerle ver, cada vez que podía, el desprecio que sentía hacia él.

—Elvis, te prohíbo que le hables así —reprendió Roberto a su hija, cansado de ver la injusticia que este cometía.

—Déjalo abuelo —Arturo, miro con récord a su padre.

—Eres libre de elegir —lo fulminó con la mirada, haciendo caso omiso  a las advertencias de su padre y no respondiendo  a pregunta de su padre —, pero en la empresa, mando yo y el que no se pueda adaptar, la puerta está abierta para que se marche —volvió a sentencial. 

—Pues no. No lo acepto. Me niego a ceder —sentencio el rubio siendo de igual de terco que su padre —si quieres echarme, pero no le voy a regalar mi esfuerzo a otro, que no hizo nada para conseguirlo —sentencio el rubio, encendido en ira, antes de ignorar los llamados de su padre cuando decidió marcharse.

No se te ocurra darle ese proyecto a Cipriano o me vas a conocer —amenazo Roberto a su hijo, sin clemencia —. Te amo. Eres mi único hijo, pero no pienso permitir que lo sigas humillando y mucho menos que continúes desquitándote con e, la muerte de Aron y su esposa. —sentencio, Elvis no dijo nada, solo se dedicó a ver como su padre salir corriendo detrás de su nieto. 




***

—Tienes que tranquilizarte —intento tranquilizarlo su abuelo, mientras lo seguía devuelta a su oficina.

El rubio no contexto y continuo su camino a toda prisa.

Arturo entró a su oficina como alma que lleva el diablo, rompiendo todo a su paso.  Su padre nuevamente lo había dejado como un tarado frente a toda la directiva.

Común demonio! —grito frustrado mientras trataba de calmarse —. No se supone que los padres están para cuidar y proteger a sus hijos, pero al parecer el suyo solo deseaba lo contrario, DESTRUIRLO, y aunque sabía era culpable, no podía evitar sentirse herido. No podía evitar que su maltrato, le afectara más de la cuenta.

—Arturo por favor, cálmate — volvió a sugerirle. Más Arturo esta vez no pudo quedarse callado. Estaba asqueado, alto de todos.

—No me pidas lo imposible abuelo y mejor déjame en paz —prácticamente le grito el rubio fuera de sí—. Tú eres igual que mi padre, siempre me has menospreciado. Prueba de ello, esta cuando le entregaste la custodia a Adán de Mariel, sabiendo que yo quería tenerla —expreso lleno de rabia.

—Sabes que la pequeña te tiene miedo, a penas ha comenzado a relacionarse con la familia —intento Roberto entrarlo en razón.

Él amaba a cada uno de sus nietos por igual. Como no amarlos, si eran frutos de alguna forma, del amor de su esposa y él. Porque aunque en cada uno de ellos había un pedacito de su amada, pero también estaba consiente que debía de actual con cautela con cada uno de ellos, de maneras diferentes, para poder lograr lo que quería. Antes de que sucediera lo inevitable.

Roberto observó detenidamente a su nieto, el cual tenía las faciones algo duras y su semblante, daba a entender lo indignado y molesto que estaba con su progenitor, aquella mañana.

Abuelo, si crees que me voy a dejar analizar nuevamente por ti, estás muy equivocado. Así que por favor, sal de mi oficina, no estoy de humor para tus chantajes.

—No son chantajes, lo único que quiero es que mis nietos sean feliz —dijo sincero el señor avanzado en edad, con su rostro ya arrugado.

—Pues yo nunca lo seré. Estoy maldito —respondió lleno de remordimientos.

—No lo estas. Tú solo te culpas por lo que paso con tu hermano, pero debes perdonarte a ti mismo y liberarte del pasado. 

—Déjame solo —no respondió a su sugerencia —. Pronto estarán aquí las candidatas para sustituir a mi antiguo chofer.

—Y que paso con Romero?, él tenía mucho tiempo siendo tu chofer —cuestionó, entendiendo que no agraria nada con forzarlo. Además, era conveniente que se hiciese el desentendido, ya que Romeo este le había comunicado su situación.

—Renuncio —dijo seco, no quería dar explicaciones.

 Y ¿por qué? —insistió, queriendo saberlo por boca de su nieto. Cosa que le sorprendió, porque conociéndolo, debió de ser muy difícil para el dejarlo ir, puesto que Arturo, no confiaba en nadie y Romeo prácticamente era como su amigo.

Dijo que se devolvería a su pueblo para estar con su esposa y sus hijos —respondió seco como siempre; para satisfacer la curiosidad de su abuelo, el cual estaba seguro de que no lo dejaría en paz hasta que él no le confirmara el porqué el renuncio, y porque lo había permitido. ¿si no lo sabía ya, el viejo zorro?

—Está bien. Te dejaré en paz  —dijo con una sonrisa que a Arturo no le dio buena espina, ya que estaba seguro de que el viejo estaba planeando algo y la verdad a él no le gustaría esta bajo su radar, porque donde el viejo ponía el ojo ponía la bala.

Seduciendo a mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora