La rubia se encontraba sumamente nerviosa. Las piernas le templaban como gelatina. Aún no podía creer que sus sueños se harían realidad, sería su esposa. Serian felices y tendrían muchos hijos iguales a él.
—Tranquila —sugiere su hermana Amanda, al verla templar —todo va a salir bien y vas a hacer inmensamente feliz con el hombre que siempre has amado —sonríe ampliamente.
Rosa se calma un poco. Pero sus nervios fueron en aumento cuando vio que entro, como un remolino su madre con los ojos llorosos.
El momento tan esperado había llegado, la música nupcial para la ceremonia había comenzado, indicándole a la novia que el gran momento había llegado. Entonces Roberto tomo a la joven para llevarla hacia el altar por petición de su madre.
Rosa hubiera querido que lo hiciera su madre, pero bueno, no podía hacer nada, más que pedirle a dios que este, como muchos que vendrán, sean llenos de felicidad. Así que, cuando estuvo frente al hombre que siempre amo y lo miro a los ojos, llenos de ilusiones. Supo que sería muy feliz a su lado.
Mientras Rosa iba camina hacia el altar con el corazón latiéndole aceleradamente y la brisa del mar golpeaba su rostro, iba dando gracias a dios por haberle dardo la oportunidad de sentir aquel destello de emociones que la hacía vibrar de alegría. La rubia de ojos azules como el cielo, se sentía dichosa, dichosa.
La rubia miró con emoción la decoración era sencilla, pero hermosa. De lado y lado estaba los invitados en sus repetidos asientos. El mismo estaba decorado con pequeños detalles como flores blancas y rojas en los bordes, en la parte de arriba eran entrelazados por lienzos, una con otras; en el medio había una alfombra de color blanco que llegaba hacia el altar. En el altar estaba decorado con flores de varios colores. En el centro estaba decorado un corazón hermoso, escupido con rosas rojas, en representación de la pasión que ambos compartimos.
Rosa se sintió morir cuando vio a su prácticamente esposo, esperándola en el altar, con un traje blanco a la medida.
Aún no podía creer que en pocos minutos seré su esposa —pensó la rubia feliz, sin imaginarse que Arturo estaba luchando consigo mismo. Cuestionándose si casarse o no.
Arturo estaba sudando frío. No sabía que hacer. Quería casarse con ella, pero tampoco quería hacerle daño, por eso, cuando su abuelo se la hubo entregado y le hubiese dicho algunas palabras "como que la cuidara y la hiciera feliz., y que le dice nietos pronto" Arturo, después de tomar sus manos, la miro directamente a los ojos a la mujer que tenía en frente, la cual se veía bellísima, con su vestido de novia que le daba hasta un poquito más arriba de las rodillas, con su cabello trenzado, con diademas para decorar su hermoso peinado de novia. Y su velo trasparente, que la hacía ver más codiciable antes sus ojos. Arturo la miro directamente a los ojos con nerviosismo y le pregunto.
—Rosa... —prácticamente comenzó a decir en un susurro, el rubio delante de la mujer que sería su futura esposa
—Dime amor —respondió ella, no dejando que el rubio terminara la frase.
—¿Estás segura de que quieres casarte conmigo? —cuestiono Arturo una vez más. Cuando la tuvo frente al altar.
Si, efectivamente tenía miedo. No podía negar que le aterraba hacerse a la idea de que ella no estuviese ahí para apaciguar sus demonios con su presencia. Tenía miedo de escuchar su respuesta, más teniendo en cuenta, que ella era demasiado para él. Para un hombre que no valía nada. Un hombre condenado al infierno.
Por más que lo pensaba, aún no se creía, que una mujer como ella pudiera preferir a un monstruo, como lo era él. Era inconcebible.
—Te dije que si — respondió ella, segura. Dedicándole una mirada llena de amor.
Ella lo amaba y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera entre ellos, ni siguiera, la muerte.
—Te amo —dijo ella, pero él no respondió.
Más, sin embargo, en aquel momento Arturo tomo su decisión. Se casaría con ella y pondría todo de su parte, para que sus demonios nunca la afectarán a ella. Aun tuviera que pelear consigo mismo para lograrlo, pero no permitiría que ella sufra ni siquiera un segundo.
Rosa se merece ser feliz —pensó él sin quitar la mirada de la hermosa rubia que lo observaba con devoción—. Ella lo amaba incondicionalmente. Lo había demostrado al estar ahi, delante de un altar con el, esperando que el representante del señor los declarara marido y mujer, aún siendo consciente que el nunca la amaría como se merecía. Por ello, no era justo que Rosa sufriera por su culpa. Dedicaría cada día de su vida para complacerla para recompensar su amor incondicional, pero sobre todo, para que nunca se arrepienta de haberle dado el sí, ante dios.
—Bien —dijo el representante de Dios, sacando a Arturo de sus pensamientos que en ese momento los miraba expectante.
—Puede empezar—declaro seguro el novio.
Rosa soltó sin darse cuenta el aire que hubo retenido. Por un momento sintió que Arturo se hubo arrepentido de casarse con ella, pero le daba gracias a Dios, porque todo, solo fue imaginación suya.
La rubia salió de sus pensamientos al escuchar al representante de dios comenzar su discurso.
—Queridos hermanos —inicio —. Estamos aquí junto al altar, para que Dios bendiga este Matrimonio que por libre voluntad estos jóvenes hoy desean contraer ante Dios. El cual él bendice hoy vuestro amor conyugal... — comenzó a recitar, mientras rosa miraba de reojo a Arturo atentamente y no pudo evita suspirar de emoción. Luego comenzó preguntar a los novios si estos estaban de acuerdo y los novios respondieron que sí. Entonces llego el momento en que los novios harían sus botos.
—Yo —comenzó la rubia entre lágrimas de felicidad —, Rosalía Coronel, te desposo Arturo Torres como mi esposo. Me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte hasta el final de nuestros días.
—Yo —comenzó a decir el rubio observando atentamente a Rosa —, Arturo Torres, te desposo a ti Rosalía Coronel como mi esposa. Me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad. Cuidar de ti y respetarte hasta el final de nuestros días —a Rosa le entristeció un poco, saber que él no tenía interés en amarla, pero no se daría por vencida. Lograría que su esposo la amara.
El representante de Dios luego les pregunto las pregunta correspondiente y estos dijeron si aceptó, entonces dijo;
—Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Puede besar a la novia —dio permiso este y Arturo beso apasionadamente a su ahora esposa, sin pudor delante de todos los presentes. Fue tan intenso que el representante de dios, carrapio varias beses para que se detuvieran.
Arturo y su ahora esposa caminaron alrededor de todos, mientras estos le lanzaban flores y granitos de arroz; orgulloso con su esposa, agarrándola posesivamente de la cintura.
Toda la familia y allegados, rápidamente comenzaron a felicitarlos por su enlace. Aquel día era un dia especia, la familia estaba feliz. Don Roberto se sintió dichoso, por eso, aprovechando que Rosa estaba sola y no estaba su nieto a su lado, Roberto le dio las gracias por ayudarlo.
Gracias, querida por haberme ayudado a que mi nieto confiara en ti y hoy estén felizmente casados. Te confieso que en su momento no lo creí que Arturo se abriera a ti tan rápido, pero me alegro mucho que ahora comiencen una vida juntos. Espero que él pueda seguir confiando en ti...
Arturo estaba en shock, no podía creer lo que sus oídos estaba escuchando. por eso,salio corriendo sin terminar de escuchar la conversación. Estaba aturdido. Todo ese tiempo ella le mintio ¿Rosa lo habia utilizado para lograr lo que su abuelo queria? ¡su Rosa! se quedaron unos minuto
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Seduciendo a mi jefe
RomanceRosalía Coronel tenía una misión "seducir a Arturo, rescatarlo de sí mismo. Antes de que cometiera una locura" solo que no espero que las cosas se salieran de control. Arturo quiere vengarse de Rosalía por haber preferido a su hermano gemelo, cuand...