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Rosa despertó aquella mañana aun con el corazón destrozado, al imaginar que su madre pensaba lo peor de ella. Sin embargo, era entendible que lo pensara, no es fácil enterarse de que de la noche a la mañana, tu hija mayor está durmiendo con un hombre en un cuarto de hotel, cuando nunca le has dado indicio de tener ni siguiera un suspiro por un chico. Más, saber que ella la catalogara como una cualquiera, era un golpe duro para ella. 

Sin embargo, cuando vio los bellos ojos del hombre que amaba, que la miraban  con adoración, se sintió relajada. La verdad es que desde la primera vez en que lo vio, cuando su madre trabaja en su casa, cuando a penas eran unos críos, siempre deseo que él la mirara de aquel modo. 

Es por ello, que ella no tenía dudas de lo que sentía por él. Lo amaba más que a nada en el mundo. Quisas por eso, es que tenía tanto miedo de decirle la propuesta que le había hecho su abuelo. Porque sabía que él nunca se lo perdonaría y la trataría como a una traidora.

—¡Buenos días, dormilona! —dijo Arturo con una sonrisa en los labios, gesto que Rosa no pudo compartir al recordar las palabras de su madre.

—Buenos días, Arturo —respondió sin amino.

—Buenos días —se acercó a ella y beso sus labios —ve a darte un baño —le sugirió  sé en voz baja, con dulzura, mientras ella lo miro embobada.

Arturo siempre la sorprendía. En un momento podía mostrar a un hombre sin sentimientos y luego, el hombre más maravilloso del mundo. 

Sí, era contradictorio, pero si era él y lo amaba tal y como era, con sus altas y sus bajar.  Con lo bueno y con lo malo

Arturo se puso a un lado antes de cometer una locura, de todas maneras ya abría mucho tiempo para disgustar de su cuerpo, pensó, no creyendo aun la locura que estaba a punto de cometer con tal de proteger a esa mujer.

—Vamos perezosa. Estamos tardísimo —Rosa lo miro desconcertada, no entendía a que se refería con que estaban tardísimo, pero después pensó que seguramente quería que lo llevara a la empresa, entonces cuando vio la hora tiro un salto, que casi cayó fuera de la cama, si no es porque Arturo es rápido y la sostiene a tiempo.

Eran las diez de la mañana y ella aun durmiendo. 

—Perdóname —se disculpó, apresuró a ponerse de pie —no sé cómo he dormido tanto — dijo apenada.

—No es nada, anoche estabas muy tensa. Es normal que durmieras hasta tarde —respondió compresible.

—La rubia no quiso hablar del tema de la noche anterior con él. Así que respondió con evasivas.

—Me daré una ducha rápida y nos vamos —declaro para meterse en el baño, en donde estuvo llorando unos minutos.*




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 Cuando rosa y Arturo bajaron el ascensor y esta vio al chofer que los había traído la noche anterior, entendió una casa, él no la necesitaba como empleada aquel día. 

Entonces ¿Por qué le dijo que estaban tarde, cuando puedo haberse ido y dejarle simplemente una nota? Algo no estaba cuadrando.

Por otro lado, mientras Rosa se  cuestionó confundida, Arturo mientras tanto, iban saliendo del hotel, la tomo de la cintura con posesión cuando visualizo a un joven devorarla con la mirada.

Seduciendo a mi jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora